viernes, 8 de diciembre de 2017

NUNCA LA JODAS


Segunda entrega de la serie de novelas que integran la Trilogía Negra de Estocolmo.

Sigo en los bajos fondos de Estocolmo, sigo en la trilogía negra que disecciona lo peor del ser humano, ricos, pobres, negros, vikingos, hombres mujeres. Cambian, en parte, los personajes pero la negrura sigue siendo máxima, trufada con el asesinato de Palme que se ha convertido en el misterio recurrente de la novela negra sueca y casi de cualquier tipo de novela.
Estremece pensar lo que se oculta bajo la capa inmaculada de la nórdica sociedad del bienestar.
Recomendable, aunque el título podría ser mejor.

Sinopsis (Ed. SUMA)
Si en Dinero fácil los bajos fondos de Estocolmo eran los protagonistas absolutos, en Nunca la jodas sus antihéroes se siguen moviendo como peces en el agua entre maleantes, estafadores, mafiosos y ex convictos. Jorge, Mrado y JW ceden la batuta a Mahmud, Niklas y Anders, pero sin llegar a desaparecer de escena. A Mahmud no le queda otra que acabar trabajando para el capo yugoslavo Radovan tras su paso por la cárcel. Niklas vuelve a casa de su madre después de unos difíciles años en Irak enrolado en una organización militar. Y Thomas Andrén se debate entre policía corrupto y delincuente de poca monta. Un caso de asesinato en el que hay más sombras que luces se convierte en una niebla que envilece las calles de la capital, y además hace que los protagonistas tropiecen con algo que podría resultar demasiado grande... Incluso para la propia Suecia: la muerte del primer ministro, Olof Palme.
Jens Lapidus vuelve a hacer uso de su maestría narrativa, con una prosa ágil y dinámica que ha conquistado de forma unánime al público lector y a toda la crítica de nuestro país, situándolo a la altura de otros genios de la novela negra, ya no sólo nórdica, sino mundial, como Larsson, Mankell o Ellroy.

Nunca la jodas (fragmento)

Capítulo 1El sabor metálico en la boca no pegaba. Como cuando uno se ha lavado los dientes y luego se toma un zumo. Confusión total. Pero ahora, en realidad, sí que pegaba. Mezclado con miedo. Pánico. Terror a morir.
Un bosquecillo. Mahmud de rodillas en la hierba con las manos en la cabeza, como un capullo del Vietcong en una película bélica. El suelo, mojado; la humedad le atravesaba los vaqueros. Quizá fueran las nueve. El cielo aún estaba claro.
Alineados a su alrededor había cinco tíos de pie. Todos del modelo «peligro mortal». Tíos que no se rajaban. Que habían jurado apoyar siempre a su banda. Que se zampaban para desayunar gánsteres de medio pelo como Mahmud. Todos los días.
Chara1
Ambiente frío en mitad del verano. Sin embargo, notaba el olor a sudor en la piel. ¿Cómo coño había sucedido? Iba a darse la gran vida. Por fin fuera del trullo; libre como un pájaro. Listo para agarrar a Suecia por los huevos y retorcérselos. Y luego pasó esto. ¿Podría ser game over? En la realidad.
Todo a la mierda.
El revólver rechinó contra los dientes. Resonó en la cabeza. Flases ante sus ojos. Imágenes de su vida. Recuerdos de asistentes sociales gruñonas, orientadores que fingían ser comprensivos, tutores disimuladamente racistas. Per-Olov, su profesor de los últimos años de primaria:
— Mahmud, en Suecia no lo hacemos así, ¿lo comprendes?
Y la respuesta de Mahmud, en otra situación habría sonreído con el recuerdo:
—Que te den por culo. En Alby sí lo hacemos así.

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