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sábado, 4 de septiembre de 2021

LO MUCHO QUE TE AMÉ



No tengo suerte con Sacheri o, quizás, es que no es para mí. Por mediación de mi club de lectura de amigas facebookeras, comencé esta novela (ya había leído Papeles en el viento) con ilusión por ver si me unía al club de fans de Sacheri, pero no.

Un atisbo de esperanza en los primeros capítulos me hizo seguir y seguir, a ver si por fin pasaba algo del tipo que fuera: político, sentimental, criminal, escandaloso..., lo que fuera antes que esa sucesión de "pajas mentales" de una protagonista que acaba siendo una pelmaza y unos co-protagonistas que acaban siendo meros comparsas. Nunca entra en profundidades, todo se queda en lo superficial de una mujer superficial, indecisa y pesada, muy pesada.

No puedo negar que Sacheri escribe bien, pero me es imposible empatizar con sus personajes y, en este caso, con su concepción del mundo femeninio que resulta, artificioso y banal. Cada vez que leo una obra suya me parece increible que sea el autor de El secreto de sus ojos y La noche de la usina (que no leeré) porque me quedo con las películas, y eso me ha pasado muy pocas veces.

No la recomiendo.⛈

Sinopsis: ALFAGUARA, Marzo 2020

Una historia de amor diferente que transcurre en los años 50 en el barrio porteño de Palermo. «Creo que si alguien supiese la historia de mi vida la vería como una vida mal vivida, llena de secretos, traiciones, ocultamientos. Pero en esta historia en la que casi todo lo que hago lo hago mal, me permito creer que hay una cosa, una sola cosa, que hago bien.»

Lo mucho que te amé es la nueva novela de Eduardo Sacheri. Una historia que nos lleva a la década del 50 en Buenos Aires, en el seno de una familia de origen español.

Cuenta la historia de Ofelia, una de las cuatro hermanas Fernández Mollé, una muchacha formal, feliz, a punto de casarse. Pero una tarde su vida cambia abruptamente para convertirse en una maraña de sentimientos encontrados: delicia, inquietud, felicidad, incertidumbre, miedo y mucha culpa.

Con grandes vaivenes interiores y a través de difíciles decisiones, se va convirtiendo en una mujer adulta que enfrenta a su propio modo las circunstancias que le han tocado.

#LIBROS #reseñas2020 #novedades2020


 

sábado, 7 de octubre de 2017

LOS DUEÑOS DEL MUNDO


RESEÑADO por Rossana Cabrera para LIBROS,  el 11 de Agosto de 2014.
Esta no va a ser solamente una reseña de un libro, va a ser, y perdonadme el atrevimiento, una conminación a que, si no han leído nada de Sacheri, corran a la libreria más próxima y salgan de ese no. Ya. Ahora. Inmediatamente.
Es el autor de "La mentira de sus ojos", de variados libros de cuentos, y de una novela que para mi, es una novela perfecta : Papeles en el viento.
Dicho todo eso, este libro de relatos, no es uno de sus mejores libros, pero tiene ese candor y esa inocencia y esa ironía y esa cosa preciosa, que hace que cada relato, se transforme en el tuyo, en tus amigos, en tus carreras, en tus dolores y en tus navidades.


RESEÑADO por Rosi Torres Marino para LIBROS,  el 1 de Diciembre de 2014.
Con "Papeles en el viento" me emocioné y envidié secretamente a sus protagonistas. Con estos cuentitos que son un regalo y recogen los recuerdos de la niñez me he reído como pocas veces leyendo un libro. Y eso que mi niñez esta muy distante de la de el escritor, pero...¿ Hay algún momento en nuestras vidas en el que nos parezcamos mas unos a otros que en esa etapa? Llena de sonrisas y hasta carcajadas y llena también de ese sentido común que perdemos al hacernos grandes.

Sinopsis (Ed. Alfaguara)
Una evocación de la niñez suburbana de Eduardo Sacheri a través de relatos breves de las andanzas de su grupo de amigos. Los recuerdos del fútbol, la bici, los juegos y travesuras compartidas por el autor de Esperándolo a Tito, La pregunta de sus ojos y Papeles en el viento.

Los amigos del barrio. La época en que la vida entera se presenta por delante. Héroes de carne y hueso. Aventuras.
En este libro Eduardo Sacheri convoca a sus amigos, mediante una interesante amalgama entre la ficción y la realidad. El fútbol, las carreras en bicicleta, los rompeportones en Navidad y las tensiones entre barras; carnavales, personajes ilustres y algunos mitos del barrio. No se sabe dónde terminan los hechos reales y empieza la fantasía. Allí reside el encanto. Las palabras se transforman en una cámara que proyecta imágenes de un grupo de amigos que vive la epopeya de saberse los dueños del mundo.

Los dueños del mundo (fragmento)

COLECTIVOS

Una de las mejores cosas que tenía el barrio de mi niñez era que, por la esquina de mi casa y todo a lo largo de Blanco Encalada, pasaba el colectivo. En esos tiempos de autos escasos y cuadras silenciosas, que por esa calle angosta y mansa apareciesen, cada quince o veinte minutos, esas moles rugientes y veloces, a nosotros nos parecía una aventura y un privilegio.
La línea era –sigue siendo– la 238. Lo decíamos cortado, como si fuera un número de teléfono que uno separa según su gusto: todo el mundo la llamaba “dos treinta y ocho”. No decíamos “doscientos treinta y ocho”, como hubiera correspondido. A unas cuadras pasaba el 136 y, tampoco sé por qué, la gente lo decía bien: “Ciento treinta y seis”.
Las dos líneas pertenecían a empresas diferentes: la 238 era de “Transportes Unidos de Merlo”. La TUM, para los íntimos. La 136 era de “Transportes del Oeste”. Los 238 eran rojos, los 136 eran celestes. En mi escuela cada empresa tenía su hinchada y sus fanáticos. Sosteníamos debates acalorados –y estúpidos– sobre cuál de las dos empresas era mejor, cuál hacía un recorrido más largo, cuál tenía colectivos más nuevos y mejor pintados. En mi barrio, por supuesto, todos éramos hinchas del dos treinta y ocho, y reconocíamos cada interno (el interno es el número chiquito que tienen al lado de la puerta y en la parte de atrás, y que lo identifica dentro de la empresa) a dos o tres cuadras de distancia. Verdaderos peritos en la materia. Festejábamos la compra de un colectivo nuevo como si fuera un éxito personal o de toda la barra, y en la escuela nos llenábamos la boca como si la enorme flota nos perteneciera. En realidad, eso de “enorme flota” nos quedaba un poco grande. Lo cierto es que la TUM era mucho más chica que la Transportes del Oeste, y hacía un recorrido minúsculo, comparado con el del 136, y sus internos lucían en general una cierta tendencia al destartalamiento. Pero el amor es el amor, y no conoce de razones. De manera que estábamos siempre dispuestos a defender al 238, con verdades, con mentiras o a puño limpio, si hacía falta.
Yo tenía un motivo personal para querer al 238, que no compartía con mis demás amigos salvo con Esteban: sus colectivos eran rojos, completamente rojos, parecidísimos a la camiseta de Independiente.

sábado, 26 de agosto de 2017

PAPELES EN EL VIENTO


RESEÑADA por Ricardo Cortat para LIBROS,  el 10 de Diciembre de 2013.
Suelo ver el fútbol de manera desapasionada. Mi equipo es tan triste que es mejor así. Al menos es mejor para mi corazón y para mi sentido del humor. Tan desapasionado soy que el último derbi me fui a verlo con unos hinchas del equipo contrario. Será que me hace feliz la alegría de mis amigos. Será.

Estoy a años luz de distancia de gente com...o el famoso ‘Tano’ Pasman, ese hincha de River tristemente famoso por su vídeo de Youtube. Nada como que tus hijos te graben convertido en una furia de la naturaleza y chillándole al televisor para que el mundo te adore. Padre de familia de lunes a sábado e hincha furibundo los domingos.

Así son los tres amigos de ‘El Mono’. Apasionados y futboleros. Su amigo se murió justo cuando acababa de invertir todo su capital en un jugador que iba para figura y se quedó en promesa. Son los dueños del transfer de un delantero que no le metería ni un gol al arco iris. E intentar recuperar ese dinero es una odisea. Porque ellos conocen el fútbol de a pie: los secretos de cada cancha, quien triunfó donde y que técnico llevó a la gloria a cada equipo… pero desconocen los entresijos de despacho, cómo manejar a la prensa o como convencer a un entrenador para que le de bola a su muchacho.

‘Papeles en el viento’ de Eduardo Sacheri es un libro sobre cuatro vidas que giran alrededor de un sol de cuero, de cuatro amigos que se enfrentan a la muerte y a la vida con un humor, a veces negro, a veces melancólico pero es un libro sobre la amistad y como conseguir que esta no se resquebraje cuando todo se pone de culo.

Papeles en el viento (fragmento)

"Cuando el ómnibus entra en el centésimo pueblo de su itinerario, el Ruso no puede más y se acerca a preguntarles a los choferes a qué hora calculan llegar a Santiago. “Mediodía”, le responden, y el Ruso vuelve a su asiento.
Si la puta tarjeta de crédito hubiera pasado aprobada, habría podido viajar otra vez en el Sleep Bussines Bus, o Class, o Flash o como carajo se llame, que hacía el trayecto en doce horas, y no en esa catramina espasmódica que lleva dieciséis horas entrando en todos los pueblos habidos y por haber en las provincias de Santa Fe, Córdoba y Santiago del Estero.
Pero no. A la tarjeta se la rechazaron. La vendedora de la terminalita de Morón se la devolvió, después de intentar procesar la venta un par de veces, mirándolo con desdén y aprensión, como si tanto la tarjeta como su titular tuviesen lepra. El Ruso tuvo que raspar el fondo de los bolsillos y a duras penas le alcanzó para el Executive Service. “Executive” las pelotas, piensa ahora que son las once y el micro entra en el pueblo número ciento uno.
El Ruso habría querido llegar temprano, ver el entrenamiento completo, desayunar como Dios manda, preparar a Pittilanga de algún modo para decirle lo que ha venido a decir.
No logra hacer nada de todo eso, porque el micro entra a la terminal a las doce treinta y cinco. El Ruso se trepa a un taxi rogándole que lo acerque lo más posible a la cancha de Mitre, hasta la suma de diez pesos porque es todo lo que tiene. Esa, por lo menos, le sale derecha: le toca un taxista compasivo que, cuando el viaje marca diez pesos, apaga el reloj y lo lleva gratis el resto del trayecto.
El Ruso corre desde la entrada del club hasta la cancha. Por suerte el entrenamiento no ha terminado y, exhausto, se deja caer en un escalón de la tribuna. De lejos lo saluda el abuelo del marcador de punta. El Ruso replica el gesto, pero está tan fatigado que no puede articular palabra. Para colmo ha venido corriendo sin quitarse la campera, y ahora que se queda quieto al sol, el sudor empieza a ensoparlo. En su fastidio le ganan los malos pensamientos: todo su capital asciende a tres o cuatro pesos en monedas que guarda en el bolsillo más chico del pantalón. ¿Qué almuerzo podrá comprar con semejante miseria? ¿En qué va a ocupar el tiempo hasta las diez de la noche, cuando salga el maldito Executive Class que lo lleve de vuelta a Morón? ¿Cuánto crédito le queda en el celular como para llamarla a Mónica?
Pero en ese momento, Bermúdez pita el final del partido de entrenamiento y el Ruso sabe que su verdadero problema está a punto de comenzar, cuando le salga al encuentro a Pittilanga, le
sonría con cara de inocente y le proponga sentarse a conversar."