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martes, 2 de enero de 2018

LA URUGUAYA


“Yo hablando dormido, vos leyéndome los mails…”.

Crónica de una par de días y de media vida, La uruguaya es el relato en primera persona de un escritor cuarentón en plena crisis creativa, matrimonial, económica y de la "mediana edad".
Si no fuese porque está magistralmente escrita, con esa suavidad porteña que tamiza las más duras palabras y las más agresivas verdades, si no fuera porque a pesar ...de su "boludez" Lucas Pereyra me produce cierta ternura, si no fuera porque no he sido capaz de soltar está novela hasta terminarla, si no fuera porque me ha encantado, estaría tentada de dar un par de "bofetadas virtuales" a este hombre egoísta, débil, vago e infiel que tiene "casi" merecido todo lo que le pasa a ambos lados del Río de La Plata.
Me ha gustado todo de está novela, su técnica narrativa casi en forma de diario, pero libre, muy libre; sus descripciones de ambas riberas de un mismo río, de dos países y sus habitantes, tan cerca, tan lejos; su lenguaje tan cerca, tan lejos de ese español duro que a veces usan algunos novelistas; su sensibilidad y el relato veraz de como se agota una relación, sin alharacas, de pleno aburrimiento, incomunicación y vacío.
En resumen, me ha encantado está novela, seguiré de cerca al escritor y os recomiendo su lectura encarecidamente.
Gracias Miguel!!!

Sinopsis (Ed. Libros del Asteroide)
Premio Tigre Juan 2017
Lucas Pereyra, un escritor recién entrado en la cuarentena, viaja de Buenos Aires a Montevideo para recoger un dinero que le han mandado desde el extranjero y que no puede recibir en su país debido a las restricciones cambiarias. Casado y con un hijo, no atraviesa su mejor momento, pero la perspectiva de pasar un día en otro país en compañía de una joven amiga es suficiente para animarle un poco. Una vez en Uruguay, las cosas no terminan de salir tal como las había planeado, así que a Lucas no le quedará más remedio que afrontar la realidad.
Narrada con una brillante voz en primera persona, La uruguaya es una divertida novela sobre una crisis conyugal que nos habla también de cómo, en algún punto de nuestras vidas, debemos enfrentarnos a las promesas que nos hacemos y que no cumplimos, a las diferencias entre aquello que somos y aquello que nos gustaría ser.
Publicada con gran éxito en Argentina en 2016, La uruguaya ha confirmado a Mairal como uno de los más destacados narradores de la literatura argentina contemporánea.

La uruguaya (fragmento)
"La chispa primera había sido en un instante mientras Guerra bailaba allá arriba y yo bailé también aunque mínimamente, haciendo un giro lento hacia la izquierda. Pensé en eso. Y cómo a ella le gustó cuando lo hice. Me acordé de algo que leí alguna vez: unos antropólogos hicieron un estudio del baile y el movimiento. Midieron específicamente las reacciones y decisiones de las mujeres frente a los hombres, tenían que elegirlos después de verlos bailar. Una de las conclusiones decía que las mujeres, en todas las culturas, preferían a los hombres que giran más sobre su pierna izquierda que sobre su pierna derecha. El giro hacia la izquierda es más seductor que el giro hacia la derecha. ¿Por qué será eso? Como si hubiera un comportamiento celular, de cuando teníamos el tamaño de una bacteria, cuando toda nuestra opción de movimientos era girar para un lado o para el otro. Yo había hecho ese giro, la había hecho reír a Guerra, después me fui al baño y la escalera giraba hacia la izquierda. Me fui por la espiral, mi espiral. Tu espiral, Cata, el diu. Tener o no tener otro hijo. O una hija. Pensé en una hija, creo que por primera vez en mi vida. ¡Una hija! Yo podía tener una hija. Pensé en unas mamushkas, una mujer dentro de una mujer dentro de una mujer, pensé en la cadena de polvos que nos trajo hasta acá, en mi caso una serie de españoles y españolas y portugueses y portuguesas cogiendo, y unos irlandeses y unas irlandesas celtas de mi lado materno diciéndose cosas calientes al oído, como puteadas de amor, inseminándose y devorándose el corazón los unos a los otros. ¿De dónde venía y hacia dónde iba mi espiral? ¿Qué era ese bajo afro ahí, ese pulso que tan bien había desenrollado Guerra en su miniatura de candombe y que me había quedado sonando? El Peñarol de los negros. Ese tambor grave que hace tierra entre los otros tambores más agudos, casi gutural, ese baile como si quemara la arena bajo los pies. ¿El animal que yo era no iba a tener más hijos? ¿Se le había acabado su misión reproductiva? Estaba en la mitad exacta de mi vida, hasta ahí me había dado la cuerda, ése era el borde, el final del arcoíris, lo máximo que se estiraba la soga, ahora todo era volver, subir la escalera en la otra dirección, desenroscarme. Mi destino, por alguna razón, había sido llegar a tocar el botón frío de la descarga del inodoro en ese sótano de Montevideo, un botón secreto que activaba algún mecanismo imperceptible de la máquina, y absorbía el remolino negro del agua, el rugido de león del baño al que tanto le temía de chico… Era, en ese momento, solo un borracho meando, es cierto, y fumado, pero extasiado por mi gran noche personal, mis estrellas como dragones en el cielo, cometas atrapados en un vórtice, la rotación de la Tierra, la posibilidad de ver en la oscuridad total por la ventana de un instante el infinito espectáculo del Cosmos. Sacudí las últimas gotas, me cerré el pantalón y salí a tientas hasta encontrar de nuevo la llave de luz.
Subí despacio y, medio ciego por los tubos de neón, entré en el local de tatuajes. Un pelado de barbita me saludó. Tuvo que abandonar algo que estaba haciendo en la computadora. "