sábado, 16 de abril de 2016

EL OTRO NOMBRE DE LAURA


Segunda entrega de la serie de novelas protagonizadas por el forense dublinés Quirke

Segundo caso de Quirke sumido en una crisis más profunda de lo que hubiera imaginado tras los acontecimientos que se suceden sin control en su vida. En la Irlanda más negra que imaginarse pudiera, nuestro forense ha dejado de beber pero se hunde cada vez más en las turbias aguas de su pasado y su presente.
Me hubiera gustado más que conservasen el titulo original, The Silver Swan sus reminiscencias poéticas encajan a la perfección con la prosa exquisita de Benjamin Black, esta es más que una novela negra, es una gran obra literaria.
Recomendable, muy recomendable.

Sinopsis (Ed. Alfaguara)
John Banville, tras el pseudónimo de Benjamin Black, nos ofrece una nueva novela negra de trama y ambiente apasionantes, protagonizada por su genial y oscuro patólogo Quirke.
Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2014 a John Banville por «su inteligente, honda y original creación novelesca» y a su «otro yo, Benjamin Black, autor de turbadoras y críticas novelas policíacas.»
Ha pasado el tiempo para Quirke, el hastiado forense que conocimos en El secreto de Christine. La muerte de su gran amor y el distanciamiento de su hija han conseguido acentuar su carácter solitario, pero su capacidad para meterse en problemas continúa intacta.
Cuando Billy Hunt, conocido de sus tiempos de estudiante, le aborda para hablarle del aparente suicidio de su esposa, Quirke se da cuenta de que se avecinan complicaciones, pero, como siempre, las complicaciones son algo a lo que no podrá resistirse. De este modo se verá envuelto en un caso sórdido en el que se mezclan las drogas, la pornografía y el chantaje, y que una vez más pondrá en peligro su vida.
Esta novela de ambiente y trama apasionantes confirma a Benjamin Black como uno de los escritores contemporáneos de mejor estilo y mayor capacidad de persuasión en el género de la novela negra.

El otro nombre de Laura (fragmento)

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Quirke no reconoció el nombre. Le pareció conocido, pero no supo ponerle cara. A veces sucedía así. Sin previo aviso alguien ascendía a la superficie desde las profundidades de su pasado alcohólico, y era alguien a quien había olvidado, alguien que se presentaba de improviso para pedirle un préstamo, ofrecerle un soplo infalible sobre tal o cual asunto, o sólo por trabar contacto movido por pura soledad, o por cerciorarse sólo de que seguía con vida, por comprobar que la bebida no había acabado con él. Por lo común se los quitaba de encima murmurando cualquier excusa sobre las presiones que tenía que soportar en el trabajo u otro pretexto parecido. Éste debería haber sido fácil de arrinconar, puesto que sólo era un nombre y un número de teléfono que había dejado en la recepción del hospital, y muy oportunamente podría haber perdido el papelito o haberlo tirado a la papelera. No obstante, algo le llamó la atención. Tuvo una impresión de apremio, de inquietud, que no supo explicarse y que le contrarió.
Billy Hunt.
¿Qué fue lo que ese nombre prendió en él? ¿Un recuerdo perdido, o tal vez, de un modo más preocupante, una premonición?
Dejó el papelito en una esquina de la mesa y trató de olvidarlo. En pleno centro del verano, el día era de un calor pegajoso, y en las calles el aire era apenas respirable, cargado como estaba por una fina cortina de humo de tonalidad malva, así que se alegró del fresco y de la tranquilidad que se palpaba en su despacho sin ventanas, en un sótano, en el departamento de Patología. Colgó la chaqueta en el respaldo de la silla y se quitó la corbata sin deshacerse el nudo antes de abrirse dos botones de la camisa y sentarse ante el desordenado, atestado escritorio de metal. Le gustaba el olor familiar que se respiraba allí dentro, una combinación de humo de tabaco rancio, posos de té, papeles, formaldehído y algo más, algo almizclado, carnoso, que era su aportación particular al conjunto.