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lunes, 28 de agosto de 2017

LOS LIBROS LUCIÉRNAGA


RESEÑADO por Noelia Vallina para LIBROS, el 24 de Septiembre de2013.
Me ha gustado "Los libros luciérnaga" sin ser una obra maestra.
Lo interesante del libro no es el resultado final sino el proceso, es muy poético y diferente.
Lo recomiendo.
Ahora estoy metida en plena revolución griega, ha sido nombrar Tesalónica y he corrido a buscar el libro, "Los hilos de la memoria" se llama, y aunque no creo que me guste porque tiene pinta de abusar del romanticismo, seguro que me refresca los recuerdos...

Sinopsis (Ed. Algaida)
Una biblioteca arde en mitad de la noche. Cincuenta años más tarde el genial Ulises Font comienza una inusual búsqueda. Felipe, que se ha pasado la vida esperando que le sucedieran cosas que nunca le ocurren, regresa a su pueblo para el esperpéntico entierro de su abuela. Lucía, una escritora que no publica, vive encerrada en una casa de ladrillos rojos y escribe cuentos para Pian, que es su mundo y su maestro. Estas historias se van entrelazando en Los libros luciérnaga, a través de una misteriosa trama que en cada capítulo formula nuevas preguntas y extraños juegos. Los libros luciérnaga es una novela ambiciosa y enigmática, en la que los personajes descubren poco a poco que los libros son como las personas: también se les quiere por sus rarezas.

Los libros luciérnaga (fragmento)

"Cuando Mundo le contó su extraña amistad con las putas a Ulises, este pensó que algo había heredado de su padre. Recordó los tiempos en los que las putas abarrotaban la librería para ir a contarle sus penas a Melquíades. Allí se cobijaban, rodeadas de facsímiles, enciclopedias y novelas viejas, acurrucadas en el poco espacio que dejaban los libros. Melquíades encendía el brasero que tenían junto a la máquina registradora y dejaba a aquellas mujeres de piernas desnudas que se acercaran a calentarse. Cuando nevaba, la librería se convertía en el único refugio de las putas del parque.
A decir verdad, la librería solía estar casi siempre llena de vecinos o de comerciantes de la zona. Iban allí como el que va al bar de la esquina: a pasar el rato, a contar penas, a saber qué se cocía en el barrio. Incluso guardaban debajo de una estantería la botella de anís de Amancio el sereno, que solía ir a la librería de vez en cuando a echar un trago y reposar las piernas."