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lunes, 21 de agosto de 2017

EL JURADO NÚMERO 10


Si es que lo tengo merecido.....¡¡¡
En esta novela no hay amigas, ni círculos, ni cenas, pero......reincidir con una autora que "escribe" por decir algo, con un estilo tan rancio, unos argumentos que no se los cree ni ella, a pesar de su vinculación a esa "Obra" y unos personajes tan-tan cutres que no pueden serlo más¡¡¡¡
Como no llegaba con la infumable serie de su alter-ego, la juez Lola MacHor, que si es más tonta se derrite, ahora nos tortura con un abogado obeso mórbido que tiene menos gracia que Rajoy bailando......
Huid queridos amigos si veis alguna novela relacionada con esta "individua", yo por mi parte he escarmentado para siempre¡¡¡

El jurado número 10 (fragmento)

Prólogo

"Son las siete de la tarde. Estoy en la segunda planta del edificio de la Audiencia Provincial, en un pasillo estrecho, sentado en un incómodo banco, próximo a la sala del jurado. Me duelen todos los huesos. Llevo seis horas —seis horas y siete minutos para ser exactos— aquí plantado, las mismas que los jurados llevan encerrados deliberando. Estoy solo. Los de la prensa (esto está lleno de periodistas) se han ido a cenar. Yo no. Mi vida está en juego: no osaría moverme. Además, dudo de que mi estómago admitiera siquiera un vaso de agua.
Tengo el cuaderno abierto sobre las rodillas, pero solo he conseguido escribir un par de párrafos. Ninguno expresa lo que quiero decir… En momentos como este, echo de menos saber escribir; me refiero a escoger las palabras precisas, a ser capaz de traducir en frases los pensamientos. Como pequeño abogado de provincias, nado con soltura en la jerga de los contratos y los testamentos, de las alegaciones y las declaraciones de impuestos. Pero fuera de esas cuestiones, soy lego. Por no hablar de que estoy empleando un bolígrafo de plástico que, de cuando en cuando, se queda mudo y me toca alentarlo. Siempre me había parecido un gasto innecesario, pero hoy desearía contar con una de esas estilográficas aparentosas, de trazo grueso y contundente: estoy seguro de que me facilitaría desaguar mi alma. Pero así están las cosas: carezco de oficio y de pluma. Y estoy muerto de miedo…
Debe saber que no escribo por afición, prurito literario o ínfulas de cualquier tipo. Tampoco porque me aburra. Lo hago porque no me queda otro remedio: en este momento, aunque usted ni siquiera lo sospeche, las nueve personas que están en esa sala cerrada se están jugando mi vida. ¡Dios, qué angustia: es como si me estuvieran desmembrando! ¡Cuánto me gustaría poder describir la zozobra que siento, de modo que usted pudiera palparla! Pero, como le he dicho, carezco de esa habilidad. La ansiedad no ayuda; y el fino y discontinuo trazo de este bolígrafo de propaganda, tampoco."