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jueves, 31 de agosto de 2017

UN ACTO DE MALDAD


Decimoctava entrega de la serie protagonizada por el inspector Thomas Lynley y la policía Bárbara Havers.


Más de 600 páginas de pura intriga, he estado los últimos días sumergida en el mundo del Inspector Lynley y su colega la sargento detective Barbara Havers. Es verdad que soy una adicta a Elizabeth George desde que leí la primera novela protagonizada por este aristócrata de Scotland Yard y su desaliñada colaboradora y que, aunque en alguna ocasión suene repetitivo, siempre repito.
Es verdad que Elizabeth George debió leer todas las novelas de PD James antes de escribir su serie, los paralelismos son más que una mera coincidencia; aunque el detective de James es poeta y el de George aristócrata, aunque Kate Miskin es disciplinada y Barbara Havers caótica (ambas son de clase baja y están enamoradas de su jefe), aunque Francis Benton-Smith es de origen indio y Winston Nkata de origen africano y aunque PD James es más sutil, más intelectual y más profunda tanto en el crimen como en la descripción, Elizabeth George consigue unas novelas entretenidas con un toque british que sólo puede marcar tanto una norteamericana.
Muy entretenida, la recomiendo, aunque la alumna no ha superado a la maestra.

Sinopsis (Ed. Roca)
La detective Barbara Havers tiene un gran problema: Hadyyah, la hija de su amigo Taymullah Azhar, ha sido secuestrada por su madre, Angelina, y Barbara no puede ayudar de ninguna manera. Azhar nunca se casó con Angelina y su nombre no figura como padre en el certificado de nacimiento de su hija. No puede emprender, por tanto, ningún tipo de acción legal. Azhar y Barbara contratan a un detective privado, pero las pocas pistas con las que cuentan no conducen a nada. Azhar está empezando a aceptar esta pérdida tremenda cuando Angelina reaparece con una noticia increíble: Hadyyah ha desaparecido, secuestrada en un mercado italiano. La policía italiana está investigando, pero Scotland Yard no parece interesarse por el caso hasta que Barbara decide hacerse cargo, aunque ello pueda llegar a costarle su carrera. Barbara y el inspector Thomas Lynley pronto se dan cuenta de que el caso es mucho más complejo que un secuestro típico. Barbara tendrá que decidir cuáles son sus prioridades y cuánto está dispuesta a arriesgar para salvar la vida de la niña.

Un acto de maldad (fragmento)

15 de Noviembre
Earls Court, Londres

"Pasar la tarde en el Brompton Hall, sentado en una silla de plástico, rodeado de doscientas personas que no paraban de chillar y aullar - todas ellas vestidas con lo que no se podía llamar de otra forma que "moda alternativa" -, era algo que Thomas Lynley nunca había creído que haría. Una música irritante atronaba desde unos altavoces del tamaño de un bloque de apartamentos de Miami Beach. Había un puesto de comida haciendo su agosto, vendiendo perritos calientes, palomitas, cervezas y refrescos. Cada poco una mujer gritaba a voz en cuello por encima del barrullo para dar las puntuaciones y anunciar las penalizaciones. Y diez mujeres con casco y patines competían en una pista ovalada cuyos límites habían marcado con cinta adhesiva en el suelo de cemento."



domingo, 20 de agosto de 2017

RECUERDA QUE SIEMPRE TE QUERRÉ


Cinco relatos para una tarde lluviosa.
Elizabeth George explora personalidades, plantea conflictos y resuelve crímenes; lejos del inspector Thomas Lynley pero muy cerca de su estilo habitual.
Todos los relatos tienen una "exposición previa" en la que la escritor explica el momento y motivación de cada uno de ellos. Son 5 con los siguientes títulos:

- Exposición
- La sorpresa de su vida
- Unas buenas vallas no siempre serán suficiente
- Recuerda que siempre te querré
- Yo, Ricardo

Se deja leer¡

Les dejo un fragmento del relato que da título al volumen:

Recuerda que siempre te querré (fragmento)

<p> Recuerda que siempre te querré</p> "Charlie Lawton no lloró en el entierro de su marido. Ya había llorado todo lo que tenía que llorar cuando ocurrieron los hechos, y también en el funeral. Tras la horrible muerte de su esposo había llorado a mares hasta quedarse sin lágrimas. Así que lo contempló todo como atontada.
Antes le habían ofrecido las opciones para el entierro. Una de ellas era que el ministro dijese una breve oración e inmediatamente todos se marcharan a celebrar una sombría recepción en la que a los asistentes al duelo se les proporcionaría un poco de comida, de bebida y una última oportunidad de decirle palabras de consuelo a ella, la viuda de Eric Lawton. Otra consistía en quedarse y contemplar cómo bajaban el ataúd elegido a toda prisa; luego podría coger una flor de la corona funeraria que ella misma, llena de angustia, había adquirido sólo dos días antes y arrojarla dentro de la tumba, cosa que animaría al resto de asistentes a hacer lo mismo. Por último podía optar entre dirigirse a la limusina que la esperaba o quedarse todo el entierro hasta que la excavadora, que aguardaba a una discreta distancia, se acercase con estruendo y echara la tierra encima del ataúd de castaño. Cabía la posibilidad de quedarse hasta que la tumba estuviera sellada, el suelo apisonado y los cuadrados de césped colocados en su sitio. Incluso podía mirar cómo sujetaban la etiqueta de plástico al poste que marcaría el lugar de la tumba en tanto llegase la lápida. Podía leer el nombre que había en la etiqueta, Eric Lawton, como si eso le ayudase a digerir el hecho de que su marido se había marchado para siempre. Y también podía añadir lo que faltaba: «Eric Lawton, amado esposo de Charlotte. Muerto a los cuarenta y dos años».
Eligió la primera opción. Era más fácil darse media vuelta y marcharse que quedarse a contemplar cómo el ataúd desaparecía para siempre. En cuanto a lo de proporcionar a los demás asistentes al duelo la oportunidad de demostrar el afecto que sentían por Eric arrojando flores a su tumba… Charlie no quería hacer nada que le recordase que eran muy pocas las personas que habían ido allí para acompañar el duelo.
Más tarde, una vez en casa, el dolor volvió a afligirla como un virus. Se quedó de pie ante la ventana con la garganta seca y caliente, y le dio la impresión de que empezaba a tener fiebre. Miró el jardín de atrás, en cuya creación su esposo y ella habían puesto tanto esmero y que luego habían mantenido con cariño, mientras a su espalda los presentes hablaban en voz baja por respeto al dolor y a la delicadeza de la situación.
«Tragedia», dijo alguien en voz baja."

domingo, 13 de agosto de 2017

LA VERDAD DE LA MENTIRA


Decimoséptima entrega de la serie protagonizada por el Comisario Thomas Lynley de Scotland Yard, aristócrata, refinado, inteligente, torturado...

No existe mejor momento que las vacaciones de Navidad para leer las novelas de Elizabeth George, más de 500 páginas de secretos de familia, crímenes ocultos, pasiones clandestinas y Scotland Yard¡¡¡¡
No se que me gusta más si las complicadas tramas que es capaz de urdir la escritora, o el dibujo preciso de los personajes principales, Tommy Lynley, Barbara Havers, Deborah y Simón Saint-James y esa combinación de aristocracia y sordidez, de personalidades complejas y relaciones cruzadas que siempre dejan una puerta abierta a la próxima novela.
He disfrutado¡¡¡

La verdad de la mentira (fragmento)

10 de Octubre
Fleet Street Londres

"Aquella era la primera vez que el director convocaba a Zed Benjamin a su oficina. Estaba desconcertado y excitado a la vez. El desconcierto le hacía sudar de forma copiosa por las axilas, la excitación le provocaba unas palpitaciones que, curiosamente, notaba en la punta de los pulgares. No obstante como siempre le había parecido importante considerar a Rodney Aronson un compañero más de The Source,  prefirió atribuir tanto el sudor en las axilas como los latidos de los dedos a que se había precipitado al sustituir su único traje de verano por el otro que tenía, el de invierno.
Decidió que debía ponerse de nuevo el de verano,  y rezó para que su madre no lo hubiera llevado a la tintorería en cuanto se hubiera percatado del cambio. Habría sido muy propio de ella, se dijo Zed, con lo servicial y formal que era....demasiado, en realidad."