Mostrando entradas con la etiqueta Laura Restrepo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Laura Restrepo. Mostrar todas las entradas

viernes, 8 de diciembre de 2017

PECADO


Sin haberme percatado de que estamos en el quinto centenario del fallecimiento de El Bosco, sin haberme enterado bien del tema de este libro....., me lo traje a casa desde mi "biblioteca de cabecera" y oh sorpresa¡¡¡
Estamos en el año de conmemoración de El Bosco y el hilo conductor de este libro de relatos es El Jardín de las Delicias, sí, ese tríptico misterioso que desde su sala en El Prado atrae todas las miradas, todas las presencias y todos los "retratos sin flash" que burlan la vigilancia sin tregua de los funcionarios del museo.
Comienza Pecado con un relato "histórico" y termina con la conclusión del mismo; entre ambos Laura Restrepo desgrana vidas y sentimientos, desgrana amores imposibles, sicarios con alma, criminales víctimas, adulterios imaginarios, verdugos clementes, incestos y profetas involuntarios.
Es de una riqueza, lingüística e imaginativa, tal, que se me ha pasado "volando".
Pecado es como El Bosco, transgresor, colorido, abigarrado, a veces incomprensible, pero siempre hermoso.

Sinopsis (Ed. Alfaguara)
Un viaje al corazón del mal, inspirado en El jardín de las delicias del Bosco.

Virtudes y crímenes son intercambiables entre sí y reversibles: la naturaleza desdoblada del pecado, sus varias caras de poliedro.
Como sacados de un cuadro de El Bosco, los protagonistas de este libro son Arcángel, el adolescente asesino; Luis B. Campocé, el ejecutivo adúltero; Emma, la descuartizadora; una pareja incestuosa; un verdugo apodado La Viuda; las Susanas, tres hermanas indiferentes o vanidosas, y el Siríaco, profeta soberbio.
La perturbadora y ambigua idea de pecado se encarna en todos ellos. El jardín de las delicias ha dejado de esta colgado en el museo y se muestra más real que nunca, vivido por estos personajes de carne y hueso que nos confiesan al oído su particular relación con el mal. ¿Hasta qué punto son culpables? Sobre el lector recaerá el reto moral de condenarlos o, tal vez, de indultarlos.
Con la fuerza y la sensibilidad que caracterizan su literatura, Laura Restrepo indaga en la complejidad ética de la transgresión a través de una narración inquietante, original, por momentos aterradora y al mismo tiempo dulcemente humana. Cada pecado trae consigo su correspondiente culpa, pero también su gota de alivio.

Pecado (fragmento)

Pecata mundi
1
Érase un Rey que tenía una cierta pintura que valoraba por encima de todas las demás. A diario la observaba durante largo rato: en ella veía cifrados los secretos de su alma y adivinados los confines de su Imperio. La pintura era ambigua y oscura, como el propio Rey, y era inabarcable, infinita, como su reino. Justamente por eso le servía de brújula, de hoja de ruta, de mapa.
La pintura era El jardín de las delicias, tríptico que Hieronymus Bosch había pintado en un arrebato genial y alucinatorio. Ante los ojos de Irina, este famoso Jardín se extiende como un gran teatro del mundo, prodigiosamente onírico. Si el Bosco lo hubiera escrito o filmado, en vez de pintado, el resultado habría sido una guía completa de lo sagrado y lo profano: una Comedia divina y humana como las de Dante o Balzac; un evangelio apócrifo; un Apocalipsis según Coppola o según San Juan.
El tríptico se encuentra abierto de par en par. Irina lo observa. A la izquierda florece el Paraíso. En el centro está la Tierra. A la derecha arde el Infierno. El protagonista principal del postigo de la izquierda es una suerte de surtidor del color y la textura de la carne, una fuente cabezona y dotada de varias ramas, brazos o tentáculos. Como quien dice un pulpo. Un pulpo rozagante, orondo y bien hidratado, como un riñón perfectamente sano o un corazón a pleno ritmo. A Irina le pasa por la mente una sentencia de Pablo de Tarso que la hace estremecer: Horrenda cosa es caer en manos del Dios Vivo. De repente, ella comprende que el Gran Pulpo, fuente orgánica de la que toda agua brota, no puede ser otro que ese temible Dios Vivo del que habla Pablo.
El Rey que ha adquirido el Jardín del Bosco es Felipe Segundo, Sacra Majestad convencida del origen divino de su trono. Auténtico Dios en la Tierra, Felipe lo es gracias a la inmensidad de sus dominios y a la magnitud de su poder. En sus manos están los destinos del Mundo, así como en los tentáculos del Dios Vivo están pasado, presente y futuro del Orbe. También Felipe debe inspirar fervor y terror; también sobre él recae la doble tarea de señalar el camino y machacar a los desviados.