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sábado, 28 de octubre de 2017

ERA UNA BROMA


RESEÑADO por Ricardo Cortat para LIBROS, el 29 de Agosto de 2014.
Autor desconocido, editorial desconocida, portada 'rara', contraportada con gusano retorciéndose (tranquilos, es una metáfora) y al (h)ojear el libro, morder el anzuelo: 'esto que estás leyendo, es tan bueno y aquí se lee tan poco, que no vamos a publicar nada más de este autor.'
Un editor tan sobrado pide una oportunidad a gritos.
Y una vez tod...o en silencio...
Un libro con diálogos y escenas vertiginosas, un autor que te enseña la mano derecha para que no veas que hace con la izquierda y un juego donde todos engañan a todos.
La contraportada dice 'como si jugáramos a una especie de Cluedo'. La diferencia es que el Cluedo empieza con un asesinato y 'Era una broma' acaba con...
Como me dijo alguien hace poco: 'so chic'.

Sinopsis (Ed. Rayo Verde)
Gabriel Josipovici, uno de los más reputados escritores ingleses, nos propone en esta ocasión que leamos sólo por diversión. Como si jugáramos a una especie de Cluedo.
Encontraremos al barón, un hombre de edad avanzada con una gran fortuna; a su esposa Espelth, una nerviosa mujer que quiere seguir siendo rica; a Alphonse, un antiguo payaso reconvertido en investigador privado que se involucra en una trama de espionajes cruzados; a Isabelle, la estudiante de arte que, gracias a sus encantos, se aprovecha de todos los hombres con los que se cruza. Y una intrincada red de engaños, chantajes, robos y planes de asesinato.
Con esos elementos y la calidad literaria de Josipovici nos espera una gran lectura, y seguro que algo más que simple diversión.

Era una broma (fragmento)

1Cuando el barón, como se hace llamar, tiene ganas de hablar, se sienta siempre delante. Felix, al volante, sabe muy bien que no debe iniciar una conversación. Se limita a conducir la berlina grande y silenciosa por las atestadas calles de Henley. No es hasta cuando se acercan a la autopista que el barón empieza a hablar. —Miss Jenkin estaba en un estado de forma excepcional, como de costumbre —dice. —Me alegra oírlo, señor —dice Felix, como siempre que el barón le transmite este dato tras su visita semanal. —Sus recuerdos de las trastadas que yo hacía cuando niño eran incluso más nítidos de lo habitual —dice el barón—. A veces pienso que se inventa todas esas historias sólo para
 hacerme sufrir. Felix sonríe sin apartar la vista de la calzada. —Cualquiera que la oyera —dice el barón—, creería que me he pasado toda la juventud tratando de hacer la vida imposible a aquellos en cuya compañía estaba obligado a
permanecer.
Después de esto, el barón permanece tanto tiempo en silencio que Felix, la vista puesta en la calzada y en el retrovisor, tendría motivos para creer que se ha dormido.