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domingo, 26 de noviembre de 2017

LOS AMANTES DE HIROSHIMA


Tercera entrega de la serie de novelas protagonizadas por Héctor Salgado,  inspector de los Mossos d'Esquadra en Barcelona.

RESEÑADO por Ricardo Cortat para LIBROS,  el 9 de Enero de 2015.
Empezó un verano... Acaba un invierno.
Os dejo la última de Toni Hill.

Sinopsis (Ed. Debolsillo)
Mayo de 2011. En una casa abandonada, cerca del aeropuerto, la policía descubre dos cadáveres envueltos en un sudario de flores. Abrazados. Sepultados junto a una gran cantidad de dinero. Podría tratarse de una joven pareja de amantes que desapareció hace siete años. Tras un azaroso juicio mediático, el caso se cerró en falso. Héctor Salgado y su equipo se encargan de la investigación, un rompecabezas con demasiadas pistas.
Mientras tanto, en las principales plazas del país los indignados se proponen desvelar al fin el rostro verdadero del poder. Héctor, unido más que nunca a la agente Leire Castro en la búsqueda de su ex esposa, también tendrá que escarbar allá donde nunca imaginó, hasta llegar al oscuro origen de la desaparición de Ruth, hasta llegar a una verdad de consecuencias trágicas e imprevisibles.

Los amantes de Hiroshima (fragmento)

Lo primero que la alertó fue una sombra en el espejo. Una mancha fugaz, pasajera, rápidamente relegada al fondo de la mente por el hormigueo que reptó por el centro de su espalda y la obligó a cerrar los ojos mientras Daniel le deslizaba la lengua por el cuello, a sabiendas de que se trataba de uno de sus puntos débiles. Un preámbulo sencillo, un prólogo que mezclaba la caricia húmeda con el cosquilleo amable de unas mejillas mal afeitadas, y sin embargo eficaz: conseguía vencer cualquier resto de reticencia, desarmarla y sumergirla en un estado casi de trance. Aun así, la señal de alarma debió de persistir en algún lugar de su cerebro porque en cuanto él se detuvo volvió a mirar. Para entonces el cristal, viejo y picado, le devolvió sólo la imagen borrosa de su cara y el cuerpo fuerte y agitado de Daniel encima de ella. La espalda brillante de sudor, las nalgas como una mancha reluciente, casi cómica, sobre aquellos muslos morenos, y sus propias manos tensas, uñas que se clavaban en los hombros de su pareja empujándolo hacia sí misma como si temiera perderlo.