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lunes, 23 de febrero de 2015

LA PIANISTA


En ocasiones uno se encuentra con un libro, por casualidad, y se pregunta el porqué no lo ha descubierto antes, sobre todo cuando su autora es Premio Nobel de Literatura. 
Esta pequeña joya del tiempo detenido, de la esclavitud, de los sentimientos oscuros, es tan altamente recomendable que no puedo contar más de ella, aun a riesgo de parecer pedante, hay que leerla para comprender como se puede escribir un libro que dura un momento para contar toda una vida. Una autora Elfriede Jelinek de la que, sin duda, leeré más libros aunque, tardíamente, este haya sido el primero.

Eso sí, no puedo resistirme a compartir un fragmento de tan, absolutamente magnífica, obra, el inicio de la misma, ni más ni menos:

"Como un ciclón, la profesora de piano Erika Kohut entra atropelladamente en la casa que comparte con su madre. La madre suele llamar a Erika su pequeño torbellino, porque los movimientos de la niña son a veces de una rapidez extremada. Intenta escabullirse de la madre. Erika se acerca al final de sus treinta. Por edad, la madre podría fácilmente ser su abuela. Erika había venido al mundo después de muchos años de duro matrimonio. El padre había cedido de inmediato el bastón de mando a la hija y había desaparecido del escenario. Erika aparece, él desaparece. Hoy, Erika ha llegado a ser hábil por necesidad. Como una multitud de hojas otoñales, entra disparada en la casa e intenta llegar a su habitación sin ser vista. Pero la madre ya está ahí, muy grande delante de Erika, y la enfrenta. Contra la pared y a ver qué ocurre; es inquisidor y pelotón de fusilamiento a la vez, reconocida sin discusión como madre tanto en el Estado como en la familia. La madre inquiere por qué Erika llega a esta hora, tan tarde. Hace ya tres horas que el último estudiante partió a casa, cargando sobre sus espaldas el sarcasmo de Erika. ¿Crees tú, Erika, que no me enteraré de dónde has estado? Una niña ha de responderle a su madre sin que medie insistencia; pero su respuesta no merece crédito porque a la niña le gusta mentir. La madre aún espera, pero sólo hasta contar uno, dos, tres." (Capítulo I)