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sábado, 2 de septiembre de 2017

LA MARCHA RADETZKY


Joseph Roth, nada que ver con Philip excepto su origen judío, este Roth nació en Volinia cuando pertenecía al Imperio Austrohúngaro, y actualmente incluida en Ucrania. Hoy cumpliría 120 años si no hubiese muerto a los 45 tras una vida azarosa, peligrosa y con los vahos del alcohol como compañeros inseparables.

Autor con gran producción su éxito absoluto se produjo en 1932 con la publicación de la Marcha Radetzky (Radetzkymarsh), historia del Imperio Austro-Húngaro a través de tres generaciones de la familia Trotta (luego Von Trotta), guerreros, soldados y nobles encarnación de las familias aristocráticas de centroeuropa. Ascensión y caída de una familia Austriaca relatada con sobriedad y pericia. Un clásico que añadir a nuestras lecturas.

Su prosa elegante está a la altura de otros escritores centroeuropeos como Stefan Zweig y Robert Musil y el siguiente fragmento de esta novela lo acredita:

" Todo lo que crecía, requería de mucho tiempo para crecer. Y todo lo que desaparecía necesitaba largo tiempo para ser olvidado. Todo lo que había existido dejaba huellas tras de sí y entonces se vivía de los recuerdos, como ahora se vive de la capacidad de olvidar rápida y decididamente. "

La Marcha Radetzky (fragmento)

PRIMERA PARTE

CAPÍTULO UNO

"Los Trotta no eran de antiguo linaje. El fundador de la dinastía había obtenido el título de noble después de la batalla de Solferino. Era esloveno. Fue nombrado señor de Sipolje, ya que así se llamaba, el lugar de donde era oriundo. El destino le había escogido para una hazaña especial. Pero él procuró que los tiempos venideros se olvidaran de su persona.
En la batalla de Solferino se hallaba como teniente de infantería al mando de una sección. El combate se prolongaba desde hacía media hora. Trotta veía, a tres pasos frente a él, las blancas espaldas de sus soldados. La primera fila de la sección estaba rodilla en tierra; la segunda, a pie firme detrás. Todos estaban contentos y seguros dela victoria. Habían comido bien y se les había repartido aguardiente, en honor y a cuenta del emperador, quien desde el día anterior se hallaba en el frente. De vez en cuando se producía una baja en las filas. Trotta ocupaba rápidamente el vacío producido y disparaba con los fusiles abandonados de los muertos y los heridos. Daba órdenes para cerrar más las filas y cubrir los huecos u ordenaba que se desplegaran y observaba con ojo avizor el horizonte prestando atención al menor ruido. En medio de las descargas de la fusilería, su oído, muy sensible, distinguía las voces de mando, claras y escuetas, del capitán. Con su mirada penetrante atravesaba la niebla gris azulada de las líneas enemigas. Nunca tiraba sin apuntar, y todos sus disparos daban en el blanco. La tropa advertía las acciones y la mirada del teniente, oían sus órdenes y se sentían seguros.
El enemigo dejó de disparar. A todo lo largo del frente corrió la voz de «¡Alto el fuego!». Todavía se oía algún chasquido de los cerrojos o un disparo tardío y solitario. Había claros ya en la niebla gris azulada entre los frentes. De repente se encontraron sumidos en el calor del mediodía, que les llegaba de un sol plateado, cubierto por nubes de tormenta. En aquel momento apareció el emperador entre el teniente y las espadas de los soldados."