Mostrando entradas con la etiqueta novela erótica. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta novela erótica. Mostrar todas las entradas

viernes, 17 de noviembre de 2017

UNA SEMANA DE VACACIONES


RESEÑADO por Ricardo Cortat para LIBROS,  el 17 de Septiembre de 2014.
La biblioteca de Tarragona está recatalogando el apartado de narrativa. La conocida clasificación decimal Dewey está siendo sustituida o solapada, no lo tengo claro, por el apartado materias (negra, histórica, erótica...) y sin darme cuenta me lleve uno de 'erótica'.
La verdad es que el título, en eso mismo estoy, en una semana de vacaciones... y el grosor superaron a la contraportada. Y no tenía mala pinta...
¿El sexo puede ser sórdido? Sí. ¿Es necesario explicarlo? Quizás ¿Desde la primera palabra? Sin anestesia, no.
Para depravaciones literarias prefiero los clásicos... Tanto, que no hemos llegado ni a la cama. Y mejor no digo desde donde veníamos.

Sinopsis (Ed. Anagrama)
La autora ha escrito esta breve novela como se saca una foto, sin respirar, buscando la precisión, captando el instante. No tardamos en darnos cuenta al leerlo de que el texto posee en sí mismo el poder de suscitar sentimientos a los que la angustia no es ajena. Provoca el sobrecogimiento a través del cual reconocemos uno de los poderes de la literatura: conferir a las palabras todo su poder explicativo y figurativo. Es como si Angot levantara ese velo no para asustarnos, sino a fin de que veamos y comprendamos.

Una semana de vacaciones (fragmento)

Está sentado en el asiento de madera blanca del váter, la puerta se ha quedado entreabierta, tiene una erección. Riendo para sus adentros, saca de su envoltorio una loncha de jamón york que han comprado en el supermercado del pueblo y se la coloca sobre el sexo. Ella está en el pasillo, acaba de salir del cuarto de baño, camina, toma la dirección del dormitorio para ir a vestirse, él la llama, le dice que empuje la puerta.
—¿Has desayunado esta mañana? ¿No tienes hambre? ¿Quieres un poco de jamón?
Se arrodilla ante él, se mete entre sus piernas, que él ha separado para dejarle espacio, y atrapa con la boca un trozo de jamón, que mastica y después traga. Él devuelve el resto de la loncha al papel y le pide que vaya en busca de clementinas a la cocina, que le acaricie el sexo con los labios y luego deposite gajos encima, en equilibrio, que los vaya atrapando mientras le alisa el miembro y desliza la membrana de piel móvil a ser posible hasta el fondo, en todo caso lo más profundamente que pueda. A veces le reprocha que tenga la boca un poco demasiado pequeña. No se lo reprocha, pero le sorprende, lo lamenta. Le dice que es extraño, le pide que haga un esfuerzo, sobre todo que no utilice los dientes, que las mujeres siempre creen que es excitante que te mordisqueen, pero que no lo es.