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miércoles, 22 de agosto de 2018

ASCENSIÓN


Me acerco a Tom Perrotta por primera vez coincidiendo con la publicación de Mrs. Fletcher y lo hago a través de su novela más emblemática, hasta la fecha.
The leftovers es el título original y tras leerla creo que la elección de la editorial española (Ascensión) es totalmente equivocada; el autor juega, creo que deliberadamente, con el título para relatarnos un "cuento distópico" en el que, repentinamente, un día cualquiera el 2% de la población mundial se volatiliza ante los atónitos ojos de sus congéneres y nunca más se sabe.....!
Tom Perrotta se centra en los que quedan, olvida a los desaparecidos, "juega" con los sentimientos de los que no saben si son las "sobras" o los que sobraban eran los que desaparecieron....y nos muestra un mundo fanatizado y/o idiotizado, a partes iguales, nada diferente de lo que vivimos aunque nadie haya desaparecido.
La novela se hace larga porque ya desde el principio puede percibirse que no nos llevará a nada, cuenta y cuenta, describe y describe, pero no profundiza ni llega a "enganchar " en ningún momento. Se hace larga y el final es acorde a lo insulso del libro.
Un argumento interesante para una novela decepcionante.


Sinopsis (Ed. Hidra)

¿Qué pasaría si tu mujer, tu marido o tu hijo desaparecieran delante de ti? 
Bajo el prisma de una sola familia, Perrotta muestra cómo un fenómeno sin precedentes sacude a la ciudad de Mapleton. Una inexplicable desaparición en masa. Ascensión es un libro que te emocionará, acerca de gente corriente que lucha por seguir creyendo en el futuro.

Ascensión (fragmento)

Prólogo
A Laurie Garvey no la educaron para creer en la Ascensión. No la educaron para creer en casi nada, excepto en que el propio hecho de creer era una tontería. 
«Somos agnósticos», les solía decir a sus hijos cuando eran pequeños y buscaban una palabra para definirse a sí mismos frente a sus amigos católicos, judíos y unitarios. «No sabemos si Dios existe y nadie puede saberlo. Hay gente que dice que lo sabe, pero en realidad no es así». 
La primera vez que oyó hablar de la Ascensión fue durante su primer año de universidad, en la asignatura de Introducción a las religiones del mundo. El fenómeno descrito por el profesor le sonaba a chiste: hordas de cristianos que flotaban sin ropa y volaban por encima de los tejados de sus casas para reunirse en el cielo con Jesús, mientras todo el mundo se quedaba boquiabierto, preguntándose a dónde habían ido todas las buenas personas. La teología le resultaba enrevesada, a pesar de haber leído el capítulo sobre premilenialismo del libro de texto: todo ese galimatías sobre el Armagedón, el Anticristo y los cuatro jinetes del Apocalipsis. Daba la impresión de ser una religión kitsch, hortera como un estampado de leopardo, el tipo de fantasía que gusta a esa clase de personas que se alimentan a base de comida frita, zurran a sus hijos y no tienen ningún problema con la teoría de que su Dios lleno de amor creó el SIDA para castigar a los homosexuales. Cuando veía a alguna persona leyendo las novelas de Los que quedaron atrás en algún aeropuerto o en algún tren, sentía una punzada de lástima e incluso una pizca de ternura hacia el pobre necio que no tenía nada mejor que leer y nada mejor que hacer que soñar con el fin del mundo. 
Y entonces, ocurrió.