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lunes, 18 de diciembre de 2017

UN VERANO EN EL CAMPO


He sucumbido a las recomendaciones de mis amigas y he leído Un verano en el campo, yo que paso los veranos enteros al borde del mar.....
Reconozco que es ligero, optimista, no hace pensar, no está tan mal escrito como suelen los libros del género y como me gusta seguir las modas......, el farm-lit era un género pendiente para mi.
Todo lo demás, un poco ñoño, previsible y banal.
¿lo recomiendo?.......ummmm me cuesta trabajo, y no digo más.

Sinopsis (Ed. Maeva)
Una novela inspirada en el género farm lit, la tendencia literaria que causa furor en Europa.
Lisa Marie, Marie Louise y Anne Marie son tres primas que comparten nombre en honor a su abuela, pero allí se acaban sus semejanzas. Louise es una exitosa decoradora, Anne Marie está desbordada por su familia y Lisa Marie ve peligrar su pequeña librería por la apertura de una gran cadena. Aún así, por insistencia de sus madres, las tres mujeres se reúnen mensualmente para compartir unos dulces caseros. Tras recibir la noticia de que su tío Horst ha muerto y les ha dejado su granja en herencia, no les queda más remedio que trasladarse al campo una temporada. Las tres primas tendrán que lidiar con los problemas cotidianos de una granja con animales, como aprender a ordeñar vacas y dar de comer a las gallinas, cometido para el que afortunadamente cuentan con la ayuda de la eficaz monja Buenaventura, una buena amiga de su tío.

Un verano en el campo (fragmento)

PRÓLOGO

Peterstal. Masuria. Hace muchos años

¿Amor a primera vista?
No, Marie Thune no creía en esas cosas.
En primer lugar, era demasiado sensata para albergar semejantes sentimientos. En su opinión, esa clase de amor era un invento de los románticos, que habían dedicado noches interminables a trasladar arduamente al papel ideas tan cursis.
En segundo lugar, era muy miope desde la más tierna infancia. Veía borrosas las caras de los desconocidos hasta que estos se encontraban muy cerca. Así pues, ¿cómo iba a enamorarse de buenas a primeras de un extraño si ni siquiera podía verlo bien?
Habría podido ponerse las gafas, claro, pero era demasiado coqueta. El puñetero armazón de alambre con cristales gruesos no solo le desfiguraba la cara, también le presionaba la nariz y le hacía daño. No, fuera de la escuela, prefería ir sin gafas por el mundo. La gente de Peterstal estaba más que acostumbrada a que la maestra del pueblo no los reconociera por la calle, y por eso siempre la saludaban a gritos.
Casi nunca llegaban forasteros a aquel pueblo minúsculo, aislado en medio de prados de hierba húmeda, entre los lagos de aguas cristalinas y los bosques verdinegros de Masuria, la región de los mil lagos de la antigua Prusia Oriental. Poco más de tres docenas de granjas se agrupaban alrededor de la iglesia del pueblo, cuyo campanario negro de madera destacaba por encima de los tejados que le rodeaban. Justo al lado de la iglesia, la casa parroquial, con su revoque blanco, las ventanas de ladrillo y el jardín plagado de flores exuberantes, irradiaba una paz y una tranquilidad que parecían transmitirse a todo el pueblo y a sus habitantes. Los sucesos bélicos que tenían lugar en el resto de Europa allí se veían  muy lejanos y de escasa importancia.