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sábado, 25 de noviembre de 2017

HIELO Y CENIZAS


Segunda entrega de la serie de novelas protagonizadas por Daniel Trokic  comisario de la policía judicial en Århus (Dinamarca) y Lisa Kornelius experta informática que trabajó 3 años en Copenhague investigando delitos relacionados con la pederastia y la pornografía infantil, actualmente trabaja en homicidios.

Tres días en la fría Dinamarca de la mano de dos policías muy diferentes el croata-danés Daniel Trokic y la puramente danesa Lisa Kornelius.
Creo que la autora debería trabajar más los perfiles de los protagonistas que tienen muchas más posibilidades de las que se muestran en esta novela. La trama, aceptable, con una mezcla equilibrada de asesinato, piromanía, política.....y otras cosas que no desvelaré para no "destrozar la novela" a quien desee leerla.
Es la segunda de la serie protagonizada por Trokic y Kornelius, y la primera que leo que la autora, no se si promete o no, pero para un frío fin de semana está bien¡¡

Sinopsis (Ed. Alba)
Ésta es la segunda novela de la autora en la que el protagonista es de nuevo el detective Trokic un inspector de policía solitario cuya historia personal, que no logra olvidar por completo, está vinculada al conflicto de los Balcanes. En esta ocasión, un niño de ocho años. Lukas, es hallado estrangulado en un barrio de Arhus, la segunda ciudad en importancia de Dinamarca, durante una tormenta de nieve. Todo parece apuntar a un crimen sexual, sin embargo, la autopsia lo desmiente. También resulta del todo inquietante que los padres del niño oculten algo. La única pista fidedigna con la que cuenta la policía al hallar el cadáver es que el niño ha estado en contacto con fuego. El detective Daniel Trokic y su compañera de trabajo Lisa Kornelius, una experta en recuperación de datos informáticos y antigua colaboradora de la policía en casos de pederastia, se encargan de la investigación del caso en medio de una atmosfera inquietante y sombría.

Hielo y Cenizas (fragmento)

Viernes 5 de enero
1
El comisario de la policía judicial Daniel Trokic tenía los elásticos de la cazadora cubiertos de pedacitos de hielo, los negros cabellos empapados de nieve y el frío grabado en las mejillas. A sus pies se arremolinaban las aguas del arroyo, arrastrando al alejarse un auténtico mar de copos densos y gruesos. Estremecido de frío, contempló al pequeño que yacía en el cauce a la luz de los focos. El niño descansaba en un lecho de ramas por encima de la corriente. Casi todo su cuerpo había
quedado enterrado bajo un espeso manto de nieve, pero el viento lo había desprendido en algunas zonas dejando al descubierto parte de un anorak verde y una carita de una blancura tan ártica que se le transparentaban las venas azuladas. Alrededor del cuello, pequeño y fino, llevaba enrollado un sedal que daba varias vueltas, y en el aire gélido se percibía un débil olor a humo, un olor que ascendía del pelo y la ropa medio chamuscados y del sinfín de pequeñas quemaduras que salpicaban las manos del chiquillo.
Trokic se aproximó al cordón policial
para salir al encuentro del comisario jefe Agersund, que ya se había agenciado una humeante taza de café en el coche de la científica. Se encontraban a más o menos medio kilómetro del pueblo de Mårslet siguiendo el arroyo de Giber, un lugar desolado desde el que los campos se extendían en todas direcciones, interrumpidos tan sólo por corrillos de árboles aislados cuyas ramas desnudas despuntaban como enormes escobones. Trató de seguir con la mirada el curso del agua, pero estaba muy oscuro. Permanecieron unos momentos en silencio observando trabajar a los peritos y al forense hasta que Trokic tomó la palabra.