viernes, 7 de diciembre de 2018

PEQUEÑA MÚSICA NOCTURNA


Con el fondo de una pintura de Dorothea Tanning y el sonido de la Pequeña Serenata Nocturna de Mozart, me he perdido en el surrealismo de Liliana Diaz Mindurry y en su relato de la perversión "inocente" del caos del hotel La Adormidera y de la narración coral en la que se confunden personajes pasados y actuales; narradores y "narrados", sordidez y belleza; en un batiburrillo al que sólo da sentido la magnífica prosa de la escritora.
No me atrevería a recomendarlo, aunque su lectura es toda una experiencia.

Sinopsis (Ed. Huso):

Premio Planeta 1998 (Argentina). Pequeña música nocturna cuenta la inquietante relación de dos niñas adolescentes unidas por el amor a un hombre prohibido. Cargada de sensualidad, con escenas eróticas de gran audacia y magnífico vuelo poético, y un clima perturbador que recorre toda la novela, la historia adquiere una intensidad y un riesgo que crece hasta el sorpresivo final. Esta novela se ha inspirado en en la obra homónima de la pintora norteamericana Dorothea Tanning, y en la Pequeña Música Nocturna de Mozart, siendo esta influencia musical lo que la convierte en una novela polifónica. Se perciben varias melodías que se entrecruzan, sus motivos aparecen apoyados en notas equivalentes a las de un bajo.

El otro elemento que se une para conformar la trama, es el Canto V de la Divina Comedia. Se trata de una suerte de trampa envuelta en cajas sucesivas, donde la tensión, la violencia, la ambigüedad, la maldad y el cinismo conviven con el arte sin poder deslindar la ficción de la realidad y sin dar respiro.

Con esta talentosa novela, Liliana Díaz Mindurry se instala definitivamente en la literatura argentina como una arriesgada escritora. Pequeña música nocturna mereció el Premio Planeta de Novela 1998 (Argentina), cuyo jurado integraron María Estherde Miguel, Manuel Vázquez Montalbán y Marcos Aguinis.

Pequeña Música Nocturna (fragmento)

ESCRITO UN DÍA A LA MAÑANA

Cuando entré al cuarto de mi tío, estaba pintando. Suele pintar de noche algunas veces si no está muy cansado.
O si está nervioso.
Eso dice. Que cuando está nervioso, pinta. Entonces no quiere contarte ninguna historia, nada de nada, sólo pintar y pintar. Ni siquiera te ve.
Le dije: ¿Estás enojado conmigo?
Me dijo: No, no estoy enojado.
Nos quedamos sin hablar. Cuando pinta es raro que hable. Él miraba su pintura o miraba algo que yo no veía, algo que estaría en el aire. Yo le miraba la cabeza.
Estaba Minos presente, suele seguirme a todas partes. Si uno lo acaricia se duerme. Yo lo acariciaba y se dormía.
Le pregunté a mi tío algo sobre los huracanes y me dijo que no quería hablar más de eso. Que estaba harto de eso.
Le pregunté por la flor y me dijo que lo dejara en paz.
Le dije que sí estaba enojado. Me dijo que no y basta. Cuando pinta es así. Cuando pinta lo odio.
Le dije : Merce tiene pesadillas todas las noches. Sueña con algo que no sabe qué es. Me dijo: Yo también sueño. Le dije: ¿Qué soñás? No supo decirme qué soñaba. Le dije: Debés soñar con la Cosa, lo que sueña Merce. Hace meses yo también soñaba con la Cosa. Que se metía, que estaba acechando detrás de la puerta, que me tocaba los pies, que me subía por las piernas. Que yo cerraba la puerta y la Cosa empujaba y entraba. Le conté a Merce. Ahora la Cosa se le metió en los sueños a ella.
Entonces me hizo la pregunta de todos los grandes.
Por qué los grandes repiten lo mismo. No se cansan.



CASTIGOS JUSTIFICADOS



Quinta entrega de la serie de novelas protagonizadas por Sebastián Bergman, psicólogo forense, adicto al sexo y colaborador de la Unidad de Homicidios de la Policía de Estocolmo. Unidad llena de personajes problemáticos, porque es verdad que entre estos policías "el que no corre vuela".....violencia, complejos, amores desgraciados, síndromes de Peter Pan, y un largo etcétera de disfunciones que hacen la parte personal tan intensa como la trama policial.
En esta novela se trata un asunto de pura actualidad, la degradación de los medios de comunicación y el enaltecimiento de la banalidad, cuando no, de la ignorancia, el analfabetismo fu final y la brutalidad en gestos, maneras y opiniones; a esto se contrapone la pura y dura locura del que se siente despreciado y malpagado a pesar de su esfuerzo personal e intelectual.
Interesante y trepidante, con fines al de impacto; me ha hecho pasar un rato magnífico.
La recomiendo.

Sinopsis (Ed. Planeta)
Una estrella de televisión es hallada muerta de un tiro a la cabeza en una escuela abandonada. Su cuerpo se encuentra de cara a la pared y, atadas a una silla del aula, unas hojas de examen. A juzgar por el número de respuestas incorrectas, la víctima suspendió el examen más importante de su vida.
Este horrible asesinato es el primero de una serie de muertes que tendrán como víctimas a personajes famosos. La Brigada Criminal de Torkel Hölgrund se encargará del caso y sólo gracias a la pericia de Sebastian Bergman lograrán, siguiendo las pistas halladas en chats de internet y en cartas anónimas publicadas en los periódicos, resolver el misterio.

Castigos Justificados (fragmento)

Estimado redactor jefe Källman: 
Durante muchos años he leído su publicación. Primero en forma de diario físico, pero desde hace unos años en internet. 
No siempre simpatizo con sus opiniones, y de vez en cuando he cuestionado tanto la elección de temáticas sobre las que se escribe como el enfoque que se da al reportaje, pero aun así casi siempre he encontrado cierto placer en leer su periódico. 
Sin embargo, ahora me siento en la obligación de hacerle esta pregunta, al ser usted el responsable de la edición: ¿por qué su publicación rinde homenaje a la más pura idiotez? 
¿En qué momento se decidió que la más absoluta estupidez iba a ser destacada y convertida no sólo en norma, sino, además, en algo deseable y envidiable? 
¿Por qué informan y conceden espacio a personas que ni siquiera saben en qué año estalló la segunda guerra mundial, que no tienen ni los conocimientos más básicos de matemáticas y que sólo de forma excepcional logran componer una frase completa? Personas cuyo único talento es hacer morritos con la boca en los llamados selfies y cuyo único mérito es haber hecho oficialmente el ridículo manteniendo relaciones sexuales en alguno de los muchos realities que inundan nuestros canales de televisión noche tras noche.

REGRESO A BIRCHWOOD


"Una de las primeras novelas del Man Booker Prize y Príncipe de Asturias de las Letras JohnBanville, en la que indaga sobre la memoria, la familia y el fin de la inocencia.
Novela galardonada con el Allied Irish Bank's Prize y el Irish Arts Council Macaulay Fellowship."
Así nos presenta Alfaguara esta primera edición en castellano de una de las primeras novelas (creo que la primera) de mi admirado John Banville y, a pesar, de que la maestría literaria de Banville esta presente en la narración, de que su prosa magnífica reluce y se adivina un gran escritor tras la caótica trama que nos presenta; esta novela no ha logrado conquistar mi corazón en ningún momento, es más y me duele decirlo, me ha aburrido soberanamente.
«Existo, luego pienso. Eso parece innegable. En esta casa desmadrada dedico las noches a devanar mis recuerdos.» Regreso a Birchwood
Seguiré leyendo a Banville y, como no, a su alter ego Benjamin Black, pero esta no puedo recomendarla.

Sinopsis (Ed. Alfaguara)
«Existo, luego pienso. Eso parece innegable. En esta casa desmadrada dedico las noches a devanar mis recuerdos.»
Cuando Gabriel Godkin regresa a Birchwood tras varios años, la gran casa familiar no es más que una propiedad ruinosa con habitantes enajenados. Hurgando en los recuerdos, rememora sus primeras experiencias de amor y de pérdida, pero los desastres se suceden y el joven decide huir con un circo ambulante para buscar a su hermana gemela, desaparecida tiempo atrás. Pronto descubrirá que el hambre y el malestar acechan el campo y que Irlanda también está arruinada.

REGRESO A BIRCHWOOD (fragmento)
Existo, luego pienso. Eso parece innegable. En esta casa desmadrada dedico las noches a devanar mis recuerdos, los toqueteo cual impotente casanova con sus antiguas cartas de amor, olisqueando el polvoriento aroma de las violetas. Algunos de estos recuerdos están en un idioma que no comprendo, aquellos que podrían figurar bajo el encabezamiento de «el comienzo de la vieja vida». Cuentan la historia que pretendo copiar aquí, toda ella, y no solo su sentido: la historia de la caída y ascensión de Birchwood, y del papel que el Sabatier y yo desempeñamos en la última batalla.
Me llamo Godkin, Gabriel. Tengo la impresión de haber vivido ya un siglo o más, lo que solo puede ser una ventaja. ¿Estoy loco al empezar de nuevo, y de esta manera? He visto cosas terribles. Me asombra que me hayan permitido sobrevivir para contarlas. Desde luego, estoy loco.
Y puesto que, en cierto sentido, pensar es siempre recordar, ¿qué hacía yo, por ejemplo, en el seno materno, nadando en medio de esas sombrías aguas rojizas, con todo mi pasado aún por delante? Los indicios sobreviven. A menudo, un sonido que llega palpitando al crepúsculo desde el otro lado de la colina parece un eco del entrechocar de sus vientres mientras copulaban, inconscientes de los pequeños errores que ya se estaban interponiendo entre ellos. Esto no es nada. En mi época me he bañado dos veces en el mismo río. Cuando abrí los postigos de la casita de verano junto al lago, un trémulo disco de sol se posó en el círculo chamuscado del suelo en el que explotó la abuela Godkin. Eso ha de significar algo, esos momentos extraordinarios en los que el cerdo encuentra la trufa incrustada en el barro.