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martes, 3 de octubre de 2017

LOS TECNÓLOGOS


RESEÑADO  por Ricardo Cortat para LIBROS,  el 8 de Junio de 2014.
Diría que hace tiempo empecé un libro de un tal Matthew Pearl, algo sobre Dante o Dickens. Algo que parece que no me dejó mucha huella porque ni recuerdo el título ni recuerdo haberlo acabado.
Resulta que el señor Pearl ha ido escribiendo otras cosas, todas suuuuper recomendadas y best-sellerizadas como corresponde con todo lo que viene del otro lado del charco.
Y claro, tanto viene la montaña al profeta que al final piqué con 'Los tecnólogos'.
El nacimiento del Instituto Tecnológico de Massachusetts en el Boston de mediados - finales del XIX y como la ciencia puede ponerse de lado del bien o del mal.
Si fuera una peli de Hollywood además del montón de finales en falso de esos de 'este es el malo. ¡Ay, no!' y de tener al protagonista, al amigo del protagonista, al negro, a la rubia, a la princesa, a los pandilleros malos y al malo malísimo, tendría un montón de efectos especiales y de escenas 3D para que el dinero que te gastas en palomitas sirva para algo.
¿Lo más interesante de la novela? Saber con quien se queda la rubia.
Ni para palomitas al borde de la piscina el día más caluroso de verano.

Sinopsis (Ed. Punto de Lectura)
Un apasionante thriller histórico del autor de El club Dante
Boston, 1868. El Instituto de Tecnología de Massachusetts se ha adjudicado la misión de utilizar la ciencia en beneficio de todos. Sin embargo, cuando los instrumentos de navegación de los buques se descontrolan inexplicablemente, una implacable sombra se cierne sobre el MIT. Armados de ingenio y de su extraordinaria formación científica, los mejores estudiantes de la primera promoción del Instituto ––Marcus Mansfield, un discreto veterano de guerra de gran talento; el irreprimible Robert Richards; Edwin Hoyt, el genio de la clase, y la recién llegada y brillante Ellen Swallow–– formarán una sociedad secreta para salvar vidas inocentes e investigar la verdad.Una nueva guerra ha comenzado: entre el pasado y el presente, entre la tradición y la tecnología. Los Tecnólogos retrata un mundo peligrosamente cercano al nuestro.
«Matthew Pearl es la nueva estrella deslumbrante de la ficción literaria. Un autor superdotado.» Dan Brown«La compleja trama ideada por Pearl deja a los lectores sorprendidos e intrigados… El club Dante, La sombra de Poe y El último Dickens fueron todas ellas bestsellers. Su última obra, otro thriller histórico-literario, parece destinada a formar parte de este club de élite.» Booklist«Brillante y erudito.» The New York Times

Los Tecnólogos (fragmento)

Libro primero

INGENIERÍA CIVIL Y TOPOGRÁFICA

I
4 de abril de 1868

Con sus líneas orgullosas visibles de manera intermitente a través de la niebla de madrugada, el Light of the East era tal vez el barco más alegre que había llegado jamás a Boston. Varios marineros, con los rostros barbudos bronceados y pelados por el exceso de sol, partían las últimas raciones de nueces con los puños o los tacones de las botas, mientras entonaban alguna vieja canción sobre novias dejadas atrás. Después de los furiosos vientos de marzo, los mares embravecidos, los puertos peligrosos, el trabajo agotador y las experiencias más extremas, al llegar a puerto les darían una buena paga y les dejarían en libertad para gastársela en los innumerables placeres de la ciudad.
El navegante mantenía la proa firme, con la mirada puesta en los instrumentos, mientras esperaban a que la niebla se dispersara lo suficiente para que el barco del práctico viera su señal. Aunque el puerto de Boston se extendía en una superficie de ciento noventa y cuatro kilómetros cuadrados, sus canales eran tan estrechos (los habían estrechado con fines defensivos) que dos barcos grandes no podían cruzarse sin ayuda del práctico del puerto.
El austero capitán del Light, el señor Beal, recorría la cubierta con un aire de satisfacción poco frecuente, intensificado por la alegría de sus hombres. Beal se imaginaba el barco del práctico que atravesaba la niebla hacia ellos, el piloto vestido como un enterrador, saludando con indiferencia y aliviando a Beal —por una vez— de sus responsabilidades. Luego llegaría la vista de los muelles y los embarcaderos, las sólidas naves de granito que nunca eran lo bastante grandes como para albergar todo el cargamento extranjero que traían los barcos mercantes y, más allá, la cúpula dorada del Capitolio del estado en el horizonte, el cráneo reluciente de la ciudad más inteligente del mundo.
En los últimos años, cuando tantos hombres estaban regresando de combatir en la rebelión, hasta los más modestos comerciantes de Boston se habían convertido en auténticos empresarios, acosados como estaban por un exceso de mano de obra. La ciudad había vivido orgullosa de su historia desde la época en la que era poco más que una pintoresca aldea, pero Beal tenía la edad suficiente para saber lo artificial que era su rostro de modernidad. Las colinas que antes ondulaban la ciudad se habían allanado, y sus escombros se habían empleado para rellenar diversos estrechos y bahías, cimientos de calles y barrios nuevos, y muelles como el que pronto iba a darles la bienvenida. Recordaba cuando los Jardines Públicos no eran más que una llanura de barro que señalaba los límites naturales de Boston.
Se oyó el rugido de una chimenea de algún barco invisible que comenzaba su viaje o tal vez, como ellos, se aprestaba a terminarlo, y Beal experimentó un solemne sentimiento de camaradería con todos los viajeros desconocidos. Mientras miraba la luna en cuarto creciente y pensaba en que pronto tendría suficiente luz para trazar el rumbo incluso en esta desagradable niebla, su placentero ensoñamiento se vio roto por una luz brillante que resplandecía sobre el agua. El capitán se inclinó hacia delante y vio cómo surgía de la bruma un bote salvavidas atrapado en la corriente, justo en el recorrido de su proa.