Mostrando entradas con la etiqueta Arturo Pérez-Reverte. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Arturo Pérez-Reverte. Mostrar todas las entradas

sábado, 12 de agosto de 2017

EL TANGO DE LA GUARDIA VIEJA



Tras una inmersión total en el tango, he tenido que meditar si será este el libro de mi reconciliación con Arturo Pérez-Reverte, o tendrá que permanecer en el ostracismo una temporada más....
A priori, puede parecer, que vuelve el autor fresco y original, culto y entretenido, de sus primeras novelas que, sin duda, me fascinaron; sin embargo he notado un tufillo discreto a recurso facilón que me ha "amargado", un tanto, la reconciliación anunciada...
¿Es entretenido el libro???, sin duda. ¿Esta bien escrito?, sin duda, dentro del peculiar estilo "revertiano", sólo eso lo salva de ser un "folletín total", a saber, tres momentos en la vida de un hombre y una mujer con final previsible y estructura clásica "corintelladiana" de "chico conoce chica, chico pierde chica, chico recobra chica" multiplicado por tres.
En fin.....una nueva semi-decepción mitigada, en parte, por las escasas expectativas con las que comencé la novela.
En cualquier caso, nada que ver con los últimos libros del autor, espero que la recuperación se consolide, pero para hablar de amor, para narrar un amor a lo largo de toda una vida, hay que entrenar un poquito más¡¡¡ o leer de nuevo a Tolstoi, Clarín y similares.
Un amigo, dice que "es una pena tanto talento desperdiciado, a causa de esa faceta de aventurero-peliculero...."
Creo que tiene razón mi amigo y que Don Arturo debería dedicarse a lo que sabe, escribir,  olvidando esa pseudofilosofía trasnochada que intenta transmitir en sus libros, aunque si desea hacerlo que escriba ensayos, pero las novelas, por favor, que sean novelas¡¡¡

Y esta es la opinión que mi querida Noelia Vallina, escribió para LIBROS en 2013
RESEÑADO POR NOELIA VALLINA
3 de Febrero de 2013
Terminado "El tango de la Guardia Vieja", y no me convenció, le falta la pasión de otras novelas, esos personajes potentes con los que te identificas y vives los acontecimientos a través de sus ojos. Esta vez me quedé en la barrera, y no es lo mismo. Me aburrí, vamos. 

El tango de la guardia vieja (fragmento)

"En noviembre de 1928, Armando de Troeye viajó a Buenos Aires para componer un tango. Podía permitírselo. A los cuarenta y tres años, el autor de Nocturnos y Pasodoble para don Quijote se encontraba en la cima de su carrera, y todas las revistas ilustradas españolas publicaron su fotografía, acodado junto a su bella esposa en la borda del transatlántico Cap Polonio, de la Hamburg-Südamerikanische. La mejor imagen apareció en las páginas de Gran Mundo de Blanco y Negro: los De Troeye en la cubierta de primera clase, él con trinchera inglesa sobre los hombros, una mano en un bolsillo de la chaqueta y un cigarrillo en la otra, sonriendo a quienes lo despedían desde tierra; y ella, Mecha Inzunza de Troeye, con abrigo de piel y elegante sombrero que enmarcaba sus ojos claros, que el entusiasmo del periodista que redactó el pie de foto calificaba como «deliciosamente profundos y dorados».
Aquella noche, con las luces de la costa visibles todavía en la distancia, Armando de Troeye se vistió para cenar. Lo hizo con retraso, retenido por una ligera jaqueca que tardó un poco en desaparecer. Insistió, mientras tanto, en que su esposa se adelantase al salón de baile y se entretuviera allí oyendo música. Como era hombre minucioso, empleó un buen rato en llenar con cigarrillos la pitillera de oro que guardó en el bolsillo interior de la chaqueta del smoking, y en distribuir por los otros bolsillos algunos objetos necesarios para la velada: un reloj de oro con leontina, un encendedor, dos pañuelos blancos bien doblados, un pastillero con píldoras digestivas, y una billetera de piel de cocodrilo con tarjetas de visita y billetes menudos para propinas. Después apagó la luz eléctrica, cerró a su espalda la puerta de la suite-camarote y caminó intentando ajustar sus movimientos al suave balanceo de la enorme nave, sobre la alfombra que amortiguaba la lejana trepidación de las máquinas que impulsaban el barco en la noche atlántica."