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lunes, 2 de octubre de 2017

LA TÍA MAME


RESEÑADO por Rosi Torres Marino para LIBROS,  el 2 de Junio de 2014.


Me olvidé de comentaros!! Me he dado cuenta hoy!!! Leí "La tía Mame" de Patrick Dennis.
Tiene todo eso que buscamos en la lectura fresca. Es entretenido, divertido, tiene unos personajes redonditos, según vas leyendo lo transformas en imágenes perfectamente detalladas y llenas de color , de vida. Me ha gustado mucho.
Hay peliculita de 1958 que no me pienso perder.

Y esta es mi opinión acerca de esta novela, cuya recomendación agradezco mucho a mi amiga Rosi:

Después de la intensidad emocional y literaria de Patria necesitaba una lectura ligera y la he encontrado en esta "novelita", reeditada por Acantilado y ampliamente recomendada por amig@s de LIBROS.
He disfrutado mucho de las aventuras de Patrick y su tía Mame en los burbujeantes salones neoyorkinos de los años 20, su tránsito por los terribles años 30, la "revolución bélica" de los 40 y la "pretendida estabilidad" de los 50.....
La Tía Mame es una sobredosis de optimismo, locura y humor, pero tiene también un "punto" de amor, ese amor incondicional que hace que un niño huérfano no se sienta solo y abandonado, nunca más.
Muy recomendable!!!

Sinopsis (Ed. Acantilado)
Un niño de diez años queda huérfano en la poco edificante América de mil novecientos veinte y es puesto bajo la potestad de una dama excéntrica, obsesionada por estar à la page, vital, caprichosa, seductora y adorable. Junto a ella, pasará los siguientes treinta años en una espiral incesante de fiestas, amores, aventuras y diversos golpes de fortuna. El lector, atónito, suspendido entre la fascinación de advertir muchos de los risibles tics de su propia época y la carcajada explosiva de quien se ve arrastrado hacia un vertiginoso torbellino, vivirá lo cómico en todos sus registros, «desde el dickensiano hasta el pastel lanzado a la cara» (en ajustadas palabras de Pietro Citati). Y todo ello por obra y gracia de una de las tías más inolvidables que haya concebido nunca un escritor moderno, cuyo perfume sentimos flotar en el aire, con las lágrimas presentes aún en nuestros ojos, mucho después de haber cerrado el libro.

La tía Mame (fragmento)

I. LA TÍA MAME Y EL HUERFANITO

Lleva todo el día lloviendo. No es que me moleste la lluvia, pero hoy había prometido poner las mosquiteras y llevar a mi hijo a la playa. También me había propuesto usar unas plantillas para decorar con diseños mareantes las paredes de la parte del sótano que el agente inmobiliario llamó sala de recreo y empezar a acabar lo que el agente inmobiliario denominó desván inacabado, ideal para habitación de invitados, sala de juegos, estudio o leonera.
De un modo u otro me desvié de mis propósitos justo después del desayuno.
Todo empezó por culpa de un viejo ejemplar del Reader's Digest. Es una revista que apenas leo. No necesito hacerlo, porque oigo comentar sus artículos cada mañana en el tren de las 7:51 y cada tarde en el de las 18:03. Todo el mundo en Verdant Greens —un barrio de doscientas casas de cuatro estilos diferentes— tiene una fe ciega en el Digest. De hecho, nadie habla de otra cosa.
Pero hete aquí que la revista ejerce también sobre mí la misma fascinación que una serpiente sobre un pajarillo. Casi contra mi voluntad, leo sobre los peligros de nuestras escuelas públicas; lo entretenido que es el parto natural; cómo una comunidad en Oregón acabó con una red de traficantes de drogas; y acerca de alguien a quien un escritor famoso —he olvidado cuál— considera el personaje más inolvidable que ha conocido.
Eso hizo que interrumpiera la lectura.
¿Personaje inolvidable? Vamos, hombre, ¡ese escritor no debe de haber conocido a nadie en toda su vida! No sabría lo que significa la palabra «personaje» a menos que hubiese conocido a mi tía Mame. Nadie lo sabría. Sin embargo, había ciertos paralelismos entre su personaje inolvidable y el mío. El suyo era una encantadora solterona de Nueva Inglaterra que vivía en una encantadora casita blanca de madera y una mañana abrió su encantadora puertecita verde pensando que iba a encontrar el Hartford Courant. En lugar de eso encontró una encantadora cestita de mimbre con un encantador bebé en su interior. El resto del artículo contaba cómo el personaje inolvidable acogía al bebé y lo criaba como si fuera suyo.
Entonces dejé el Digest y empecé a pensar en la encantadora señora que me crio a mí.