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lunes, 2 de julio de 2018

AÑOS DE SEQUÍA

"No se puede decir que la muerte fuera una novedad en esa granja, y las moscardas no sabían distinguir. Para ellas, ape­nas había diferencias entre los restos de un animal y un cadá­ver humano. Ese verano, la sequía había tratado a las moscas a cuerpo de rey."

Así comienza está novela, considerada una de las mejores negras del pasado año, y así sigue durante sus más de 300 páginas en las que nos narra un regreso a casa, al pueblo de la infancia, seco, inhóspito, lleno de rencor y de recuerdos....
Dos casos se cruzan y entrelazan, para que el detective Falk, investigador de fraudes económicos en la capital, trate de resolverlos y reconciliarse con el pasado.
Ritmo narrativo trepidante, personajes oscuros, crímenes sin resolver; todos los ingredientes que deben integra una buena novela negra, combinados con maestría por esta debutante que, creo, nos dará muchas alegrías a los aficionad@s.
Me ha gustado mucho!

Sinopsis (Ed. Salamandra)
Volver a Kiewarra, pequeña comunidad al sureste de Australia, es lo último que el investigador de delitos financieros Aaron Falk desea. Y no sólo por el sol abrasador y la sequía pertinaz que han dejado al ganado famélico, a los granjeros desesperados y a la población desquiciada, sino también por el temor a que su presencia reavive las heridas que su precipitada partida dejó abiertas veinte años atrás. Sin embargo, cuando le comunican que Luke Hadler, su amigo de la infancia, y su familia han muerto de forma violenta, presuntamente en un acto de parricidio y posterior suicidio, se siente obligado a regresar.
Recibido con manifiesta hostilidad, Falk se propone no quedarse más de un par de días, pero las súplicas de los padres de Luke para que intente aclarar las circunstancias de la muerte de su hijo harán que reconsidere su decisión. Así, mientras colabora de forma extraoficial con el sargento Greg Raco, el jefe de policía local, Falk se verá obligado a encarar los fantasmas de su oscuro pasado y a enfrentarse al odio visceral que todavía le tienen algunos vecinos del pueblo.
Revelación literaria del año en Australia, Años de sequía ha sido acogida con un entusiasmo unánime en Reino Unido, con más de cien mil ejemplares vendidos, y Estados Unidos, donde ya ha escalado hasta el segundo puesto en la lista de e-books. Finalista del prestigioso CWA Gold Dagger Award de 2017, que se fallará próximamente, ha recibido numerosos galardones, entre los que destacan el ABIA General Fiction y el Indie. El nivel de tensión permanente, una profusión de giros inesperados y una trama ubicada en un escenario excepcional, donde los personajes se encuentran al límite de la supervivencia, hacen de esta ópera prima una lectura muy impactante.

Años de sequía (fragmento)


PRÓLOGO
"No se puede decir que la muerte fuera una novedad en esa granja, y las moscardas no sabían distinguir. Para ellas, apenas había diferencias entre los restos de un animal y un cadáver humano. Ese verano, la sequía había tratado a las moscas a cuerpo de rey. Se lanzaban en busca de los ojos abiertos y las heridas viscosas en cuanto los granjeros de Kiewarra apuntaban con los rifles a sus famélicas reses. Sin lluvia, no había comida. Sin comida, había que tomar decisiones difíciles mientras el pueblo centelleaba un día tras otro bajo el cielo ardiente y despejado. 
—Pronto pasará —decían los granjeros a medida que transcurrían los meses, camino ya del segundo año. 
Se repetían esas palabras en voz alta unos a otros como si fueran un mantra y las pronunciaban a solas entre dientes, como una oración. 
Sin embargo, los hombres del tiempo de Melbourne no estaban de acuerdo. Trajeados y con ademán compasivo, lo decían casi todas las tardes a las seis desde sus platós con aire acondicionado: eran, oficialmente, las peores condiciones en un siglo. El patrón climático tenía un nombre en cuya pronunciación Australia no se había puesto de acuerdo: El Niño. 
Al menos las moscardas estaban contentas. No obstante, ese día les deparaba un hallazgo distinto. Más pequeño y con una carne más tierna. Aunque eso tampoco era relevante. Lo importante no cambiaba: los ojos vidriosos, las heridas húmedas. 
El cadáver del claro era el más fresco. Las moscas tardaron un poco más en descubrir los dos de la casa, a pesar de la puerta abierta de par en par como una invitación. Las que se aventuraron más allá de la ofrenda que había en la entrada obtuvieron otro cuerpo como recompensa en el dormitorio. Era más pequeño, pero había menos competencia. 
Fueron las primeras en llegar al escenario y, con el calor, se agolparon satisfechas mientras la sangre aún formaba un charco negro en las baldosas y en la alfombra. Fuera, la colada colgaba del tendedero giratorio, seca como un hueso y tiesa por el sol. En el camino de losas de piedra había un patinete abandonado. Sólo un corazón humano latía en un radio de un kilómetro a la redonda de la granja. 
Por eso no hubo ninguna reacción cuando, en el interior de la vivienda, el bebé empezó a llorar."