Mostrando entradas con la etiqueta Patrick Modiano. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Patrick Modiano. Mostrar todas las entradas

domingo, 26 de noviembre de 2017

MÁS ALLÁ DEL OLVIDO


RESEÑADO por Ricardo Cortat para LIBROS,  el 30 de Enero de 2015.
Supongo que a este hombre le dieron el Nobel por algo, como a todos les que les dan algún premio. ¿Qué es ese algo? Se me escapa. ¿Qué me gusta? No está mal. ¿Si lo recomendaría? No lo sé. ¿Qué repetiré con el autor? Es posible. ¿Debéis leerlo? Quien no arriesga no gana.
La pelota está en vuestro tejado.
Leed la reseña completa en el siguiente enlace:
https://www.evernote.com/shard/s67/sh/6fb688bf-08d9-4604-bd48-c2e62cae0cb3/0195dac1fd02a46202bb77fc15467d3f

Sinopsis (Ed. Alfaguara)
Una historia de amor desdibujada por el recuerdo —tema recurrente en la literatura— puede ser también la excusa más eficaz para delatar la ambigüedad y el desasosiego en que discurre la vida. Tal es el caso de la obra de Modiano.

Más allá del olvido (fragmento)

Ella era de estatura media, y él, Gérard van Bever, ligeramente más bajo. La tarde de nuestro primer encuentro, aquel invierno de hace treinta años, yo los había acompañado hasta un hotel del Quai de la Tournelle y luego me habían hecho pasar a su habitación. Dos camas, una cerca de la puerta, la otra bajo la ventana. La ventana no daba al muelle, creo que se trataba de una buhardilla. Todo parecía estar en orden. Las camas estaban hechas. No había maletas ni ropa a la vista. Solo un gran reloj despertador, sobre una de las mesitas de noche. Y a pesar de aquel despertador, se hubiera dicho que vivían allí de manera clandestina y evitaban dejar
rastros de su presencia. Por otra parte, aquella vez solo permanecimos un instante en la habitación, el tiempo justo para dejar en el suelo los libros de arte que me había cansado de cargar, y que no había conseguido vender en una librería de la Place Saint-Michel. Y era precisamente en la Place Saint-Michel donde me habían abordado, al final de la tarde, en medio del río de gente que se sumergía en la boca del metro y de los que, en sentido inverso, se alejaban por el bulevar. Me habían preguntado dónde podían encontrar la oficina de correos más cercana. Temí que mis explicaciones fueran demasiado vagas, ya que nunca he
sabido indicar el trayecto más corto de un punto a otro, razón por la que preferí guiarlos personalmente hasta la estafeta del Odéon. Por el camino, ella se detuvo en una tienda y compró tres sellos. Los pegó en el dorso del sobre, de modo que tuve tiempo de leer: Mallorca.


viernes, 24 de noviembre de 2017

BARRIO PERDIDO


No podía terminar el año sin leer al Nobel de Literatura 2014, ya bastante delito tiene no haberlo leído antes....y por fin he puesto remedio a tamaña carencia.
Empiezo mis lecturas de Modiano (y digo empiezo porque esto no acaba aquí, de ninguna manera) con Barrio Perdido, una suerte de ejercicio de memoria y búsqueda en París, y obviando la belleza de la ciudad que Modiano describe de una forma poéticamente perfecta, la novela discurre por caminos introspectivos muy claros, tiene algún tinte de "novela negra" porque hay secretos que nunca se desvelan. Me ha gustado mucho y como no se explicarlo bien os dejo un párrafo que según la revista Factor Crítico resume la novela (yo estoy de acuerdo):
«Inmóvil, con los ojos bien abiertos, me voy despojando del grueso caparazón de escritor inglés bajo el que llevo veinte años escondido. No moverse. Esperar a que finalice el descenso a través del tiempo, como quien salta en paracaídas. Tomar tierra en el París de antaño. Visitar las ruinas y rebuscar entre ellas los vestigios de uno mismo. Intentar responder a todas las preguntas que quedaron pendientes.»

Sinopsis (Ed. Cabaret Voltaire)
Un domingo de julio, Ambrose Guise, escritor de novelas policíacas, regresa a París tras veinte años de ausencia para encontrarse con su editor japonés. Pronto surgen el París de su memoria, los misterios de su pasado y su verdadera identidad: Jean Dekker. Barrio perdido nos adentra en una ciudad crepuscular, llena de lugares y personajes extraños: el apartamento de Carmen Blin frente a la Place de l’Alma, los archivos que dejó Daniel de Rocroy, las codificadas conversaciones con Ghita Wattier… Barrio perdido es el Dekker que desapareció después de un crimen sin resolver.

Barrio perdido (fragmento)
"Pronunció la frase en tono de desprecio irónico. Los Hayward no debían caerle bien. Demasiadas idas y venidas en su casa, supongo.
Se dirigió hacia la puerta. Por un momento creí que iba a plantarse ante ella e impedirnos la salida. Pero no. Sin dejar de mirarnos, accionó el pestillo.
Entreabrió la puerta dejando una estrecha abertura para que saliéramos. Antes de que nos coláramos por el resquicio, uno tras otro, nos volvió a mirar con tal insistencia que pensé si no querría grabarse en la memoria nuestros rasgos con la mayor precisión posible. Sí, no me cabía duda de que había oído los disparos.
Ella se aferraba a mi brazo y de vez en cuando sufría temblores nerviosos. Dimos la vuelta a la place du Trocadéro. Uno de los cafés estaba aún abierto y nos sentamos en un velador de la terraza. A lo lejos, gente saliendo del teatro Chaillot, en grupos que venían hacia nosotros. También ellos se sentaban en los veladores cercanos, entre un barullo de conversaciones. Varios autocares turísticos brillaban en la linde de la explanada.
Pedí dos kirs. Luego, otros dos. Y dos más. La chica estaba ya menos pálida y no temblaba. Intenté tranquilizarla. Aún nos quedaban unos instantes de respiro. Nadie podría encontrarnos, en la terraza de este café, un sábado por la noche, en pleno mes de junio, entre turistas y gentes que salían del teatro. Pero ¿dónde pasar la noche? Al salir del café, me fijé en la placa negra de un hotel, al principio de la avenue Raymond-Poincaré, a mano izquierda. Sobre la placa negra brillaba «Hotel Malakoff» en letras doradas.
En la recepción, el portero de noche no nos pidió la documentación, pero sí me dio una ficha para que la rellenara. Yo no quería que me viera azorado, así que escribí mi verdadero nombre: Jean Dekker, y mi verdadera fecha de nacimiento: 25 de julio de 1945. Incluso el lugar exacto de mi nacimiento: Boulogne-Billancourt. En el apartado dirección, dudé un instante y escribí: 2, avenue Rodin. París (XVI). Pero hoy me pregunto si no lo hice adrede.
No se durmió hasta el alba. Me pidió que dejara encendida la lamparita de noche. Con la mejilla izquierda apoyada en la almohada y el brazo izquierdo replegado, se abrazaba el hombro con la mano, en un gesto de protección. La contemplé durante mucho rato para no olvidar su rostro. Una muchacha de veinte años. De estatura media. Morena. Olor a lavanda. Hasta ahora, no ha sido identificada.
Apagué la lamparita. Con los zapatos en la mano, me deslicé de puntillas fuera de la habitación. Cerré la puerta muy despacio y en el pasillo me até los zapatos.
Cuando llegué a la place du Trocadéro estaba saliendo el sol. Era el inicio del verano. Por un momento, tuve la tentación de cruzar la explanada del Palais Chaillot para contemplar por última vez la Tour Eiffel y, allá abajo, los árboles frondosos, los tejados, el Sena, los puentes. "

sábado, 16 de septiembre de 2017

EN EL CAFÉ DE LA JUVENTUD PERDIDA


RESEÑADO por Ricardo Cortat para LIBROS, el 8 de Mayo de 2014
En el café de la juventud perdida de Patrick Modiano.

Después de haberlo acabado tengo la sensación de timo. De haber perdido el tiempo. O es que yo no he entendido nada.
Distintos narradores cuentan como se relacionan con una mujer misteriosa... Distintos narradores y un mismo tono de voz.
En fin, igual a los demás os haya gustado mucho (o puede que os guste si lo leéis) pero a mi me ha dejado bastante frío.

Sinopsis (Ed. Anagrama)
París, años sesenta. En el café Condé se reúnen poetas malditos, futuros situacionistas, y estudiantes fascinados por la bohemia parisina. Y aunque la nostalgia de aquellos años perdidos parecería ser el tema central de la novela, Modiano le da un giro sorprendente. Porque En el café de la juventud perdida es también una novela de misterio. Todos los personajes, todas las historias, confluyen en la enigmática Louki. Cuatro hombres nos cuentan sus encuentros y desencuentros con la hija de una trabajadora del Moulin-Rouge. Algunos la buscan, otros la aman, y para casi todos ellos la chica encarna el inalcanzable objeto del deseo.
Louki, como todos los que la acompañan en su vagabundeo por un París espectral, es un personaje sin raíces, que vive inventando identidades, renaciendo una y otra vez, luchando por construir un presente perpetuo. Modiano recrea alrededor de la fascinante y conmovedora figura de Louki el París de su juventud, al mismo tiempo que construye con su estilo inconfundible una hermosísima novela sobre el poder de la memoria y la búsqueda de la identidad, dos grandes ejes de la obra del escritor francés.

En el café de la juventud perdida (fragmento)

De las dos entradas del café, siempre prefería la más estrecha, la que llamaban la puerta de la sombra. Escogía la misma mesa, al fondo del local, que era pequeño. Al principio, no hablaba con nadie; luego ya conocía a los parroquianos de Le Condé, la mayoría de los cuales tenía nuestra edad, entre los diecinueve y los veinticinco años, diría yo. En ocasiones se sentaba en las mesas de ellos, pero, las más de las veces, seguía siendo adicta a su sitio, al fondo del todo.
No llegaba a una hora fija. Podía vérsela ahí sentada por la mañana muy temprano. O se presentaba a eso de las doce de la noche y se quedaba hasta la hora de cerrar. Era el café que más tarde cerraba en el barrio, junto con Le Bouquet y La Pergola, y el que tenía una clientela más peculiar. Ahora que ha pasado el tiempo me pregunto si no era sólo su presencia la que hacía peculiares el local y a las personas que en él había, como si lo hubiera impregnado todo con su perfume.
Vamos a suponer que llevan allí a alguien con los ojos vendados, lo sientan a una mesa, le quitan la venda y le preguntan: ¿En qué barrio de París estás? Bastaría con que mirase a los vecinos y escuchase lo que decían y es posible que lo adivinara: Por las inmediaciones de la glorieta de L’Odéon, que siempre me imagino igual de lúgubre bajo la lluvia.