domingo, 26 de noviembre de 2017

MÁS ALLÁ DEL OLVIDO


RESEÑADO por Ricardo Cortat para LIBROS,  el 30 de Enero de 2015.
Supongo que a este hombre le dieron el Nobel por algo, como a todos les que les dan algún premio. ¿Qué es ese algo? Se me escapa. ¿Qué me gusta? No está mal. ¿Si lo recomendaría? No lo sé. ¿Qué repetiré con el autor? Es posible. ¿Debéis leerlo? Quien no arriesga no gana.
La pelota está en vuestro tejado.
Leed la reseña completa en el siguiente enlace:
https://www.evernote.com/shard/s67/sh/6fb688bf-08d9-4604-bd48-c2e62cae0cb3/0195dac1fd02a46202bb77fc15467d3f

Sinopsis (Ed. Alfaguara)
Una historia de amor desdibujada por el recuerdo —tema recurrente en la literatura— puede ser también la excusa más eficaz para delatar la ambigüedad y el desasosiego en que discurre la vida. Tal es el caso de la obra de Modiano.

Más allá del olvido (fragmento)

Ella era de estatura media, y él, Gérard van Bever, ligeramente más bajo. La tarde de nuestro primer encuentro, aquel invierno de hace treinta años, yo los había acompañado hasta un hotel del Quai de la Tournelle y luego me habían hecho pasar a su habitación. Dos camas, una cerca de la puerta, la otra bajo la ventana. La ventana no daba al muelle, creo que se trataba de una buhardilla. Todo parecía estar en orden. Las camas estaban hechas. No había maletas ni ropa a la vista. Solo un gran reloj despertador, sobre una de las mesitas de noche. Y a pesar de aquel despertador, se hubiera dicho que vivían allí de manera clandestina y evitaban dejar
rastros de su presencia. Por otra parte, aquella vez solo permanecimos un instante en la habitación, el tiempo justo para dejar en el suelo los libros de arte que me había cansado de cargar, y que no había conseguido vender en una librería de la Place Saint-Michel. Y era precisamente en la Place Saint-Michel donde me habían abordado, al final de la tarde, en medio del río de gente que se sumergía en la boca del metro y de los que, en sentido inverso, se alejaban por el bulevar. Me habían preguntado dónde podían encontrar la oficina de correos más cercana. Temí que mis explicaciones fueran demasiado vagas, ya que nunca he
sabido indicar el trayecto más corto de un punto a otro, razón por la que preferí guiarlos personalmente hasta la estafeta del Odéon. Por el camino, ella se detuvo en una tienda y compró tres sellos. Los pegó en el dorso del sobre, de modo que tuve tiempo de leer: Mallorca.


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