martes, 28 de noviembre de 2017

TODO TIENE SU PRECIO


Segunda entrega de la serie de novelas protagonizadas por Konrad Simonsen.

Segunda novela protagonizada por ese "trasunto pálido y danés" de Kurt Wallander, llamado Konrad Simonsen; debo decir que ha mejorado mucho la trama, con respecto a la primera novela de la serie (también reseñada en este blog), ha mejorado pero sigue sin tener ese "algo" que te engancha a un personaje y te hace desear que rápidamente se publique una nueva novela con "sus aventuras".
Bebe de las fuentes de Sjöwall & Wahlöö, Mankell, Nesbo e Indridason; pero no logra transmitir la emoción con la que ellos te atrapan desde la primera página; aún así entretiene y es una buena opción de fin de semana o vacaciones.

Sinopsis (Ed. Roca)
Después de que el primer ministro alemán se tropiece con el cadáver de una joven, enterrado en la llanura helada de Groenlandia, Simonsen es enviado al Ártico a iniciar la investigación. La mujer, Maryann Nygård, fue asesinada hace más de veinticinco años, pero el modus operandi del asesino hace que al inspector le venga automáticamente a la cabeza un caso anterior en el que había trabajado. No solo se trata de las innegables similitudes entre las dos víctimas y la forma en que fueron asesinadas, sino que la aparición de este cuerpo hace que Simonsen se dé cuenta de que el sospechoso en el que centró sus pesquisas era, en realidad, inocente. Un inocente que acabó por suicidarse hace diez años, justo antes de ser detenido. Simonsen y su equipo acabarán descubriendo que el caso es mucho más complicado de lo que jamás hubieran podido imaginar.

Todo tiene su precio (fragmento)

1El inspector jefe Konrad Simonsen miró de soslayo hacia el sol polar, bajo en el horizonte. En la lejanía, donde el cielo y el hielo se fundían, el mundo se dibujaba en verdes y azules de nítidos tonos pastel, como si la naturaleza quisiera contar que en remotos lugares había rincones más amables que estos. ¡Qué sitio para poner fin a una vida! Ser asesinado allí era un auténtico despropósito. Trató de apartar aquel pensamiento: era ridículo. Como si para ella supusiera alguna diferencia. Durante un tiempo estuvo observando su larga sombra, que se extendía ante él, y trató de olvidar la tristeza buscando pequeñas grietas en el hielo, hasta que se le cansó el brazo. Luego miró de nuevo hacia el sol brumoso, que más parecía irradiar frío que calor, y sintió una punzada de desazón. El deber del sol era ascender y descender, no pasearse con monotonía por la bóveda del cielo confundiendo el día y la noche. En un vano intento de alejar la fatiga cerró los ojos y se volvió cara al viento. En las últimas veinticuatro horas no habría dormido más de tres horas en total y le parecía
mentira que ya hubiera comenzado un nuevo día. Se frotó la cara con las palmas de las manos, disfrutando por un momento de la oscuridad. ¿En qué habría pensado ella antes de que todo terminara? ¿Quizás en una primavera florida? ¿Tal vez en cálidas playas de arena blanca? ¿En una hoguera de San Juan? Seguramente no. En todo caso, había algo vejatorio en morir en medio de ninguna parte, donde el mundo es demasiado grande, y donde no mora ningún ser vivo. En cierto modo, su asesino la ultrajó doblemente.

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