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viernes, 24 de noviembre de 2017

ALEGRES Y EN COMPAÑÍA


RESEÑADO por Rossana Cabrera para LIBROS,  el 4 de Noviembre de 2014.
Malo, malísimo, atroz.
Tengo que esforzarme mucho para recordar algún libro tan malo como éste. Y eso que una servidora lee cualquier cosa que cae entre manos.

Sinopsis (Ed. Suma)
Hay mucho trabajo en la Primera Agencia de Mujeres Detectives, pero Mma Ramotswe no puede ignorar los ruegos de una mujer en una situación desesperada.
Precious Ramotswe, la alegre investigadora privada de “complexión tradicional”, se ha casado finalmente con el señor J.L.B. Matekoni, propietario del taller de reparaciones Speedy Motors. Viven en Gaborone, la capital de Botswana, y juntos forman una pareja nada convencional.
Hay mucho trabajo en la Primera Agencia de Mujeres Detectives, pero Mma Ramotswe no puede ignorar los ruegos de una mujer en una situación desesperada. Desgraciadamente, sus intentos por ayudarla son interrumpidos por una espectacular pelea entre su asistente, Mma Makutsi, y uno de los jóvenes aprendices del taller de su esposo. ¿Cómo se puede rescatar a este muchacho de la pasión que siente por una novia caprichosa que conduce un Mercedes Benz? Fortalecida por muchas tazas de té roiboos, Mma Ramotswe está decidida a encontrar las respuestas.
La serie africana de
Alexander McCall Smith, autor de impresionante éxito en todo el mundo, invita al lector a sumergirse en lo más profundo de África, a disfrutar de sus gentes, de sus sabores y olores, de las costumbres exóticas que, bien miradas, no son tan diferentes de las nuestras…

Alegres y en compañía (fragmento)

Capítulo
1
Honradez, té y cosas de la cocina
Mma[1] Ramotswe estaba sentada a solas en su cafetería preferida, la que había al final de Tlokweng Road en el exterior del centro comercial de Gaborone. Era sábado, su día favorito, un día donde podías elegir entre hacer muchas cosas o muy pocas; un día para almorzar con alguna amiga en el President Hotel o, como ahora, para estar a solas y cavilar sobre los acontecimientos de la semana y la situación en el mundo. Esta cafetería era, por varias razones, un buen sitio. En primer lugar por la vista, un bosquecillo de eucaliptos con un agradable follaje verde oscuro al que la brisa sacaba un susurro como de olas. O ése era, al menos, el sonido que Mma Ramotswe imaginaba que hacían las olas. Nunca había visto el mar, estaba muy lejos de Botswana; para llegar, era preciso atravesar los desiertos de Namibia, con su arena roja y sus montañas secas. Pero podía imaginarlo cuando cerraba los ojos y escuchaba los eucaliptos mecidos por el viento. Quizá alguna vez lo vería, quizá pisaría la arena de la playa y dejaría que las olas mojaran sus pies al romper. Tal vez.
La otra ventaja de esta cafetería era que las mesas estaban en una glorieta al aire libre y siempre había algo que mirar. Aquella mañana, sin ir más lejos, había presenciado una pequeña discusión entre una adolescente y su novio —un intercambio de frases que no alcanzó a oír pero cuyo significado estaba bastante claro—, y luego había visto cómo una mujer arañaba la carrocería de otro coche al intentar aparcar. La mujer había frenado y, tras apearse apenas un momento para inspeccionar los desperfectos, había arrancado otra vez. Mma Ramotswe no se lo podía creer e incluso había hecho ademán de levantarse para protestar, pero el coche de la mujer se había perdido ya de vista al doblar la esquina, y ni siquiera tuvo tiempo de ver la matrícula.