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domingo, 9 de diciembre de 2018

LOS RELÁMPAGOS DE AGOSTO

Nuestra querida Amelia Ruiz nos trae una recomendación magnífica, leed su reseña y leed a Jorge Ibargüengoitia, no os arrepentiréis.
RESEÑA de AMELIA RUIZ para LIBROS:
Hace tiempo que no comento los libros que he leído, creo que por pereza, pero me pongo al día. En general han sido buenas lecturas aunque muy diferentes. La primera es “Relámpagos de agosto” del gran Jorge Ibargüengoitia. Una novela muy corta pero como todas las suyas, brillante. Relata las vicisitudes de un general durante la Revolución Mexicana, con enorme humor, aunque también es un reto memorizar los nombres de todos los personajes que se entrecruzan en el azaroso viaje del protagonista. No tiene nada que ver con sus otras dos obras maestras que he leído: “Las muertas” y “Dos crímenes”, pero es recomendable si se desea leer con una permanente sonrisa una sátira sobre aquellos acontecimientos que por otra parte, nos recuerdan actitudes no tan lejanas de nuestros políticos.

Sinopsis (Ed. RBA)

Para defenderse de una serie de injustas calumnias, José Guadalupe Arroyo, un antiguo militar retirado, decide echar la mirada atrás y poner por escrito los recuerdos que guarda sobre algunos de los hechos de la historia reciente del país de los que fue testimonio. El siempre espléndido escritor Jorge Ibargüengoitia optó en su primera novela por narrar unos acontecimientos rigurosamente históricos, pero quiso cambiar los nombres principales de sus protagonistas y observarlos a través del prisma desmitificador de la sátira, con lo que consiguió diseccionar con inusual brillantez algunos de los sucesos más significativos de una de las últimas páginas del proceso revolucionario mexicano.

Los relámpagos de agosto (fragmento)

El

mensajero,
recién
llegado
del
frente
de
batalla,
pidió
ver
inmediatamente
 al
coronel
Márquez.
Fumando
su
pipa
pestilente,
bebiendo
aguardiente,
Márquez
 lo
recibió
en
su
despacho,
bajo
la
brisa
calduda
de
un
ventilador
rumoroso. 
Saludo
marcial.
Fórmulas
de
rutina. 
‐ Señor,
han
asaltado
el
cuartel.
 ‐ ¿Quiénes? 
‐ El
enemigo
ha
asaltado
el
cuartel,
Señor. 
‐ ¿Y
nosotros? 
‐ Nuestros
hombres
han
huido
ante
la
superioridad
de
las
fuerzas. 
‐ Han
huido.
¡Cobardes! 
‐ Retuvieron
los
caballos
y
las
armas. 
‐ ¿Quiénes? 
‐ Los
enemigos
de
la
revolución
retuvieron
las
armas
de
nuestros
 hombres. 
- ¿Tienen
las
armas? 
- ¿Quiénes
Señor? 
- Los
enemigos,
imbécil,
¿no
me
has
dicho
que
tienen
nuestras
armas? 
- Sí
Señor. 
- ¿Tomaron
prisioneros? 
- ¿Quiénes
Señor? 
- Pues,
¡me
está
tomando
el
pelo
soldado!
¿El
ejército
que
asaltó
el
cuartel
 tomó
prisioneros? 
- No
era…
exactamente
un…
ejército,
Señor. 
- Ahora
sí
que
no
comprendo.
¿Quién
nos
atacó
entonces? 
- Un
grupo
de
campesinos
nos
atacó,
Señor.
Los
sublevados
que
llegaron
 en
la
noche
eran
siete,
para
ser
exactos. 
- Veamos
si
te
entiendo.
Siete
miserables
campesinos
sin
entrenamiento
 hicieron
huir
a
nuestros
soldados… 
- Sí
Señor,
pero
tenían
palos
y
tridentes. 
- ¿Y
los
revólveres
no
tenían
bala? 
- Los
civiles
no
tenían
armas
de
fuego,
Señor. 
- ¡No
infeliz!
Los
revólveres
que
compramos
al
gobierno
no
dispararon
 una
bala.
De
eso
hablo. 
- Ah.
Nuestros
revólveres
dice
usted.
Los
estaban
limpiando
Señor. 
- Entonces,
nuestros
sagaces
soldados
estaban
limpiando
los
revólveres
 en
medio
de
una
revolución. 
- Sí
Señor,
así
les
enseñaron. 
- Y
esa
bola
de
cretinos
limpiaba
todas
las
armas
al
unísono.
No
 reservaron
una
para
defenderse
del
enemigo. 
- ¿Quiénes,
Señor? 
- Nuestros
soldados,
los
cobardes,
los
cretinos…
no
tuvieron
tiempo
de
 armar
las
armas.
- No.
Correr
fue
lo
único
a
que
tuvieron
tiempo
Señor. 
- ¿Y
qué
reclamaban?
- ¿Quiénes
Señor?