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viernes, 29 de diciembre de 2017

VUELO ESTÁTICO


Últimamente he seleccionado algunos libros por su "hermosura exterior", es indudable que en la Editorial Impedimenta son especialistas en presentar sus obras de una forma especialmente atractiva y, así, a través de la belleza externa he ido descubriendo "almas literarias" que la mayor parte de las veces, se corresponden con la envoltura y, en ocasiones incluso la mejoran.
Mi conocimiento de Estonia es escasísimo fuera de saber que pertenece al "trío báltico" y su capital es Tallin, de su literatura desconozco prácticamente todo.
Pues bien, con este escaso bagaje abordé una de las consideradas "obra cumbre" de la literatura estonia, escrita por uno de los "padres" de la misma, candidato al Nobel en varias ocasiones.
Y ¿Qué me ha parecido Vuelo estático? Pues ha sido una revelación, en muchos sentidos; me ha descubierto un país, a un escritor y a una época.
Vuelo estático (título magníficamente elegido) es la historia de Estonia y sus gentes en el siglo XX, una historia marcada por el ansia de volar libre y la cruda realidad que les condena a "sobrevolar sin moverse" todos los acontecimientos que les arrastran sin piedad. Vuelo estático es la historia de un joven de talento extraordinario que desperdicia su vida en oficios sin orden ni concierto, mientras su país se sumerge en la irrelevancia, la censura, la pobreza, la burocracia y el exilio interior.
Novela para leer con calma, dada su profundidad.
Me ha gustado!!!!

Sinopsis (Ed. Impedimenta)
Crónica viva de Estonia, este imponente drama de emigración interior es, sin duda, uno de los mejores relatos de supervivencia jamás contados.
¿Puede un simple fabricante de maletas convertirse en el símbolo de toda una generación? Precisamente eso es Vuelo estático, una de las mejores obras del prolífico Jaan Kross, referencia de las letras estonias y varias veces candidato al Nobel de Literatura. La novela narra la vida de Ullo Paerand, un joven con una memoria prodigiosa que se ve obligado a sobrevivir ejerciendo profesiones tan dispares como las de periodista deportivo, fabricante de maletas o miembro del gabinete del primer ministro. A través de las aventuras y desventuras de Paerand, Kross dibuja un fresco de un momento clave del pasado reciente de los países bálticos y, a su vez, de todo el continente europeo. Pero Vuelo estático no es solo la historia de Ullo, es Historia con mayúsculas, la de toda una generación que asistió impotente a la lucha por la independencia de su país ante las sucesivas ocupaciones de diversas potencias extranjeras.

Vuelo estático (fragmento)

I
Pues bien, he aquí la historia de mi viejo amigo, Ullo Paerand, objeto de mi simpatía, de mis dudas y de mi admiración.
De pasada, ya he hablado de él en algún sitio. Pero necesita más espacio. Necesita un tratamiento distinto, cobrar mayor protagonismo. En primer lugar, por ser quien es, sin más. Pero también por el papel que tuvo en un proceso anterior, el de la construcción de su propia historiografía. Y, finalmente, por el que desempeñó en el trasfondo histórico en el que figuraba. No fue un papel protagonista, pero sí, al menos, decorativo.
Nos conocimos en la famosa Academia Wikman. Y el hecho de que quedase fuera del círculo de los chicos de Wikman, círculo que inspiró mi novela así titulada, se debe sencillamente a que allí la acción se desarrolla casi en exclusiva entre compañeros de clase, y él era cuatro o incluso cinco años mayor que nosotros. A lo que he de agregar otra razón para dejarle al margen de aquella galería: ya entonces intuía que a Ullo no le bastaría con que le tratara como a uno más de la pandilla, sino que sería necesario que me ocupase de él extensa e individualmente.
Conque la primera vez que me llamó la atención debió de ser en las escaleras de Wikman, o en su amarillo salón de actos, en torno al año 1933 o 1934, cuando yo tenía unos doce o trece años y él entre dieciséis y dieciocho. Yo estaría, me imagino, en el último curso de la escuela primaria y él ya en el décimo curso de la secundaria. O puede que hasta fuese ya a bachillerato. En cualquier caso, era alto, flaco, tenía la cara estrecha y una nariz más bien larga, delicada, y la nuez grande… En definitiva, Ullo era un chico larguirucho que a menudo parecía estar resfriado.