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domingo, 10 de septiembre de 2017

LA VIDA ANTES DE MARZO


RESEÑADA por Gissela Olaondo para LIBROS,  el 1 de Marzo de 2014
Una recomendación original y diferente, una ucronía más próxima de lo que pudiera parecer, una novela recomendable.

Sinopsis (Ed. Anagrama)"Dos extraños se encuentran en un tren que viene de todas las estaciones y se dirige a varios sitios a la vez. Es el año 2024, y dos mil vagones forman la serpiente metálica de este enorme trasto. Y de un país a otro, Martín y Ángel, que al comienzo desviaban las miradas, se convierten en interlocutores, y saborean el vino de cada región que atraviesan. Y los alcoholes desatan las lenguas, y los relatos se enlazan en este viaje con destino inesperado, en este cuento oriental y ásperamente contemporáneo que atraviesa la Europa del futuro próximo, y también la del cercano pasado. Ambos son oriundos de España. Martín tuvo amores con una magrebí, y Ángel se vio mezclado con un grupo extremista.
El temor, el recuerdo dolorido y también la ilusión viajan a bordo. Y cuando en el finito infinito del tren las paralelas de sus vidas acaben por cruzarse, quizá nos desvelen cómo era la vida antes de marzo, de "aquel marzo".

La vida antes de marzo (fragmento)

COMO LE DECÍA, MI PADRE ERA VETERINARIO

"–Como le decía, mi padre era veterinario y me llevaba con él a visitar las vacas enfermas en su vieja furgoneta llena de remedios, instrumentos quirúrgicos y jeringas enormes para la cura de caballos, vacas y gallinas... Todo aquello hacía clin clin al pasar el coche por los senderos de guijarros puntiagudos, entre matas espinosas y ortigas picantes. Clin clin, clin clin.
Un día podíamos visitar un enorme toro, padre de todas las vacas del valle, y otro día una tierna novilla, de ojos melancólicos, que tosía como una muchacha acatarrada, y que mi padre ordenaba sacrificar porque no tenía cura. En esa ocasión comprendí que nuestra vida y nuestra muerte las administra Dios como si fuéramos ganado. Porque yo entonces era un niño creyente y decía al despedirme de Genia por la noche, temerosa y pálida –me refiero a la noche, no a Genia, la criada–: «Hasta mañana, si Dios quiere.» Y esa noche, después de que mi padre condenara a muerte a la novilla de ojos pacíficos, me levanté de la cama y fui hasta el cuarto de Genia, que se estaba desvistiendo, y le pregunté: «¿Y si Dios no quiere?» Y ella contestó: «¿Y si te pego una hostia por entrar sin llamar?»
Yo creí que iba a soñar con la muerte de aquella novilla, que sería acuchillada en el matadero municipal por Servando, el puntillero, y no quería dormirme. Pero uno no suele soñar con las cosas en las que se piensa antes de dormir. Así que dormí en negro, sin sueños. O por lo menos eso creo. Amaneció Asturias y, en esa mañana llena de sol y de vida, mi padre me ofreció acompañarle a ver otra vaca enferma.
–Es en Véspero, cerca de las cuevas del queso. Hale, date prisa, chavalín, o te quedas.
Mi madre aún no se había levantado y me acerqué al dormitorio para darle los buenos días.
La almohada olía a madera joven cuando se la ahuequé para que estuviera más cómoda. Reposó su cabeza en el cabecero como en un trono, y su pelo largo se derramó por toda la almohada: el manto de una reina.
–Descorre la cortina..., no, no tanto.
No le gustaba que la vieran sin arreglar, ni siquiera yo, que era su más rendido admirador. Estaba enojada, como todas las reinas al despertarse.
–¿Acompañas a tu padre? No sé qué interés tiene tu padre ahora con tanto afán en que le acompañes. Hala, ve, ve con tu padre...
Y se quedó en la cama, porque le dolía la cabeza."