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martes, 4 de noviembre de 2014

LA CONDICIÓN HUMANA



«Es muy raro que un hombre pueda soportar su condición de hombre» A. M.

Resulta difícil describir o reseñar en pocas palabras este libro del gran André Malraux. Una obra coral, compleja y lúcida sobre los acontecimientos que sacudieron a China en 1927, personajes al borde del precipicio definidos por sus convicciones e interrelacionados en un escenario brutalmente cambiante que les arrastra en un conflicto que va más allá del propio conflicto que viven.
 Les arrastra y penetra en lo más incierto de la condición humana, la elección, el destino, la libertad, la ideología, la crueldad....todo está presente en esta novela magnífica e indispensable para el buen lector.
Un clásico de la literatura que nunca defrauda, y se relee con pasión y placer.

La condición humana (fragmento)

" ¿Intentaría Chen levantar el mosquitero? ¿Golpearía a través de él? La angustia le retorcía el estómago. Conocía su propia firmeza, pero sólo era capaz, en aquel instante, de pensarlo con el embrutecimiento, fascinado por aquel montón de muselina blanca que caía desde el techo sobre un cuerpo menos visible que una sombra y de donde emergía sólo aquel pie medio inclinado por el sueño, vivo, no obstante, de la carne del hombre. La única luz procedía del building vecino; un gran rectángulo pálido de electricidad, cortado por los barrotes de la ventana, uno de los cuales rayaba el lecho precisamente por debajo del pie, como para acentuarle el volumen y la vida. Cuatro o cinco claxons sonaron a la vez. ¿Descubierto? ¡Combatir, combatir con enemigos que se defienden, con enemigos despiertos, qué liberación!
La ola de estruendo decreció: algún estrépito de carruajes -todavía había estrépito de carruajes allá, en el mundo de los hombres...-. Volvió a verse frente a la gran mancha blanca de la muselina y del rectángulo de luz, inmóviles en aquella noche en que el tiempo había dejado de existir.
Se repetía que aquel hombre debía morir. Tontamente, porque él sabía que lo mataría, capturado o no, ejecutado o no, poco importaba. Sólo existía aquel pie, aquel hombre al que debía herir sin que se defendiese, porque, si llegara a defenderse, llamaría. "