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domingo, 21 de diciembre de 2014

LOS GIRASOLES CIEGOS



Llegué a esta novela a través de la película y eso es tan poco habitual que me inclina a reseñar esta magnífica historia, o historias, sobre la memoria, sobre las personas que sufrieron y las que las hicieron sufrir. 

Cuatro relatos integran esta ópera prima, y única, de Rafael Méndez, cuatro relatos sobre el honor, el amor, la verdad y el miedo, cuatro relatos mil veces contados en la intimidad y pocas veces en voz alta. Los relatos tienen nombres tan hermosos, de tanto calado sentimental y literario, que no puedo resistirme a reproducirlos:
"Si el corazón pensara dejaría de latir", "Manuscrito encontrado en el olvido", "El idioma de los muertos" y "Los girasoles ciegos"

Rafael Méndez saca a la luz estas historias perdidas para confeccionar un fresco de la postguerra triste y de la tragedia común. Hay una frase en la contraportada del libro que lo resume en parte:

"Todo lo que se narra en este libro es verdad, pero nada de lo que se cuenta es cierto, porque la certidumbre necesita de aquiescencia y la aquiescencia necesita de la estadística. Fueron tantos los horrores que, al final, todos los miedos, todos los sufrimientos, todos los dramas, sólo tienen en común una cosa: Los muertos". Rafael Méndez

Premio de la Crítica de Narrativa Castellana 2004, Premio Nacional de Narrativa 2005 y Premio Setenil del Relato 2004. Es un libro que alcanzó su primer éxito gracias al boca-oreja de los lectores, no hay mejor recomendación.

A continuación la opinión de Ángeles Sampedro, amiga de LIBROS:

RESEÑADA por Ángeles Sampedro Pérez para LIBROS, el 23 de Mayo de 2013.
En 2008 José Luis Cuerda dirigió una maravillosa película en la zona vieja de mi ciudad basada en esta obra. Os dejo un fragmento:

"Con el hambre lo primero que se muere es la memoria. No logro escribir un solo verso y, sin embargo, en mi cabeza resuenan mil nanas para mi hijo. Todas tienen la misma letra: ¡Elena!
Hoy le he besado. Por p
rimera vez le he besado. Se me habían olvidado mis labios de no usarlos. ¿Qué habrá sentido él ante el primer contacto con el frío? Es terrible, pero debe de tener ya tres o cuatro meses y nadie le había besado hasta hoy. Él y yo sabemos qué largo es el tiempo sin un beso y ahora, probablemente, no nos quede suficiente para resarcirnos. El miedo, el frío, el hambre, la rabia y la soledad desalojan la ternura. Sólo regresa como un cuervo cuando olisquea el amor y la muerte. Y ahora ha regresado confundida. Olfatea ambas cosas. ¿Hay ternuras blancas y ternuras negras?
Elena, ¿de qué color era tu ternura? Ya no lo recuerdo, ni siquiera sé si lo que siento es pena. Pero le he besado sin tratar de suplantarte."

Para los que dudan, para los que no quieren olvidar, para los que recuerdan, para los que sufrieron, para los que todavía sufren, para los que aman, para los que nunca se rinden y, sobre todo, para los vencidos; un fragmento de Los Girasoles Ciegos:

“La primera vez que el capitán Alegría estuvo cerca del riesgo fue, precisamente, el día que comienza esta historia. Su decisión no fue la de unirse al enemigo sino rendirse, entregarse prisionero. Un desertor es un enemigo que ha dejado de serlo; un rendido es un enemigo derrotado, pero sigue siendo un enemigo. Alegría insistió varias veces sobre ello cuando fue acusado de traición. Pero eso ocurrió más tarde.
En una confidencia inoportuna que días más tarde utilizaría el fiscal militar para pedir su muerte con ignominia, Alegría confesó a un suboficial intachable que los defensores de la República hubieran humillado más al ejército de Franco rindiéndose el primer día de la guerra que resistiendo tenazmente, porque cada muerto de esa guerra, fuera del bando que fuera, había servido sólo para glorificar al que mataba. Sin muertos, dijo, no habría gloria, y sin gloria sólo habría derrotados."