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domingo, 2 de octubre de 2022

PERSONAS DECENTES


Décima entrega de la serie de novelas protagonizadas por Mario Conde,  en 1989, con 34 años y 12 de policía y es teniente investigador en La Habana. Al final de ese año abandonará su trabajo intentado recuperar su vocación inicial de escritor sin abandonar la investigación en el ámbito privado.

Primera novela (y las he leído todas) de Padura que me ha aburrido, dos historias escasamente encadenadas que me ha costado mucho terminar. La historia de Yarini, proxeneta rico, extrañamente "laudatoria" y exenta de crítica no me ha convencido en absoluto. La historia protagonizada por Mario Conde, esclava de un Padura que se hace viejo, traslada sus obsesiones al personaje y lo lastra inevitablemente. 

Manifiestamente mejorable 🌦

FICHA TÉCNICA 

Editorial: Tusquets Editores

Temática: Novela negra | Novelas de detectives Colección: Andanzas

Número de páginas: 448

SINOPSIS 

La Habana, 2016. Un acontecimiento histórico sacude Cuba: la visita de Barack Obama en el «Deshielo cubano» —la primera visita oficial de un presidente estadounidense desde 1928—, acompañada de eventos como un concierto de los Rolling Stones y un desfile de Chanel, ponen patas arriba el ritmo de la isla. Por eso, cuando un exdirigente del Gobierno cubano aparece asesinado en su apartamento, la policía, desbordada por la visita presidencial, recurre a Mario Conde para que eche una mano en la investigación. Conde descubrirá que el muerto tenía muchos enemigos, pues en el pasado había ejercido de censor para que los artistas no se desviaran de las consignas de la Revolución, y que había sido un hombre déspota y cruel que había acabado con la carrera de muchos artistas que no habían querido plegarse a sus extorsiones. Cuando unos días después se encuentra un segundo cadáver asesinado con el mismo método, Conde deberá descubrir si las dos muertes están relacionadas y qué hay detrás de estos asesinatos.

A esa trama, se suma una historia que escribe el protagonista, situada un siglo antes, cuando La Habana era la Niza del Caribe y se vivía pensando en el cambio inminente que produciría el cometa Halley. Un caso de asesinato de dos mujeres en La Habana Vieja destapa la lucha abierta entre un hombre poderoso, Alberto Yarini, refinado y de buena familia capo de los negocios de juego y de prostitución, y su rival Lotot, francés, que le disputa la preeminencia. El desarrollo de esos hechos históricos tendrá conexión con la historia del presente de un modo que ni el propio Mario Conde sospecha.

#LIBROS #reseñas2022


viernes, 17 de agosto de 2018

LA TRANSPARENCIA DEL TIEMPO

"La evidencia de una cantidad tajante, incluso de sonoridad obscena (sesenta, sesenta, algo se desinfla y estalla, sse-sssen-ta), se le había presentado como una ratificación incontestable de lo que su físico (rodillas, cintura y hombros oxidados; hígado envuelto en grasa; pene cada vez más perezoso) y su espíritu (sueños, proyectos, deseos mitigados o para siempre extraviados) iban sintiendo desd
e hacía algún tiempo: la obscena llegada de la vejez... ¿De verdad ya era un viejo?"
Estos últimos días he paseado por La Habana, de la mano de Mario Conde, me he sumergido en la vida de esos cubanos que sobreviven atónitos y perciben un cambio que no afecta más que a los nuevos ricos, a los corruptos y a esa clase de gente que nunca ha carecido de nada....Tráfico de arte, lujos desconocidos, corrupción, crímenes...y Mario Conde a punto de cumplir 60 años, el inicio de esa "cuarta edad" que no sabe que le traerá.
Dos tramas en una, la trama habanera que camina hacia adelante y la trama europea que camina hacia atrás, conectadas por una virgen negra de origen
medieval.
Me ha gustado mucho, aunque la parte "histórica" está sobredimensionada y aburre un poco; afortunadamente el discurrir de las investigaciones de Mario Conde en La Habana compensa lo repetitivo de la trama histórica y mi opinión global sobre la novela es muy positiva.
La recomiendo¡¡¡

Sinopsis (Ed. Tusquets)
A un Mario Conde a punto de cumplir sesenta años, y que se siente más en crisis y más escéptico que de costumbre con su país, le llega de manera inesperada un encargo de un antiguo amigo del instituto, Bobby, que le pide ayuda para recuperar la estatua de una virgen negra que le han robado. Conde descubre que esa pieza es mucho más valiosa de lo que le han dicho, y su amigo tiene que confesarle que proviene de su abuelo español, que, huyendo de la Guerra Civil, la trajo de una ermita del Pirineo catalán. En los bajos fondos de La Habana, Conde da con un sospechoso al que acaban matando. Con el asesinato de otro cómplice, Conde descubre una inesperada trama de galeristas y coleccionistas extranjeros interesados en la talla medieval, y se tropieza inevitablemente con la policía de homicidios de La Habana. Pero, en capítulos intercalados, La transparencia del tiempo también cuenta la epopeya a lo largo de los siglos de la estatua, una virgen negra traída de la última cruzada a una ermita del Pirineo por un tal Antoni Barral, y será otro Antoni Barral quien la salve y se vea obligado a embarcar como polizón rumbo a La Habana.


La transparencia del tiempo (fragmento)

4 de septiembre de 2014

La luz rotunda del amanecer tropical, filtrada por la ventana, caía como el haz teatral proyectado sobre la pared de donde pendía el almanaque con sus doce cuadrículas perfectas, distribuidas en cuatro hileras de tres rectángulos cada una. Los espacios del calendario originalmente habían sido cromados con tonos distintivos entre el verde juvenil de la primavera y un vetusto gris invernal, un juego que solo un diseñador muy imaginativo podría asociar con algo tan inexistente en una isla del Caribe como las cuatro estaciones del año. Con el paso de los meses, algunas cagadas de moscas habían contribuido a decorar la cartulina con erráticos puntos suspensivos; varias tachaduras y los colores cada vez más fatigados testimoniaban la utilización práctica del impreso y la exposición a la luz de esmeril que cada día lo asolaba. Trazos de geometrías diversas y caprichosas, grabados alrededor, en los bordes, incluso sobre la superficie de ciertos números, remitían a recordatorios en su momento invocados, luego quizás olvidados, nunca cumplidos. Marcas del paso del tiempo y advertencias a una memoria en fase esclerótica.
Los guarismos encargados de especificar el año corriente, en el borde superior del calendario, habían recibido una atención muy especial, con varias señales crípticas, y la cifra precisa encargada de indicar el noveno día de octubre aparecía encerrada entre varios signos de perplejidad, más que de admiración, rayados con saña y con un bolígrafo de tinta negra, apenas un poco más tenue que la utilizada por los impresores para fijar las letras y los números en la cartulina. Y junto a las admiraciones, la cifra mágica de resonancias numerológicas, de recurrencia perfecta, en la que nunca antes él había reparado: 9-9-9.

jueves, 30 de noviembre de 2017

LA COLA DE LA SERPIENTE


Quinta entrega de la serie de novelas protagonizadas por Mario Conde,  en 1989, con 34 años y 12 de policía y es teniente investigador en La Habana. Al final de ese año abandonará su trabajo intentado recuperar su vocación inicial de escritor sin abandonar la investigación en el ámbito privado.

Hace mucho tiempo que tenía abandonado al gran Padura y su protagonista estrella, el policía habanero Mario Conde, "el Conde" para los amigos...y la verdad no me explico porqué.
Lo he retomado con una de las novelas que me faltaba por leer, La cola de la serpiente. y he vuelto a La Habana, al decrépito barrio chino de La Habana y a las obsesiones de "el Conde" y a la prosa mágica y fulgurante de Padura, capaz de despertar los más oscuros sentimientos del lector.
Es una novela negra-caribeña con todo lo que eso implica de luz en la oscuridad....
He disfrutado de los "viejos amigos" como nunca¡¡¡
Recomendable, como toda la producción literaria de Padura.

Sinopsis (Ed. Tusquets)
Unas cuantas calles casi en ruinas, asediadas por los escombros y los delincuentes, es lo que queda del viejo Barrio Chino de La Habana. Cuando se adentra en él un Conde ya ex policía, dedicado ahora a la compraventa de libros de segunda mano, no puede evitar recordar que estuvo en ese rincón exótico y agreste de la ciudad muchos años antes, en 1989. Todo surgió de la petición de la teniente Patricia Chion, mujer irresistible, para que le ayudara en un extraño caso: el asesinato de Pedro Cuang, un anciano solitario que apareció ahorcado y al que le habían amputado un dedo y grabado con una navaja en el pecho un círculo y dos flechas. Eran rituales de santería que obligaron a hacer pesquisas por otros ámbitos de la ciudad. Pero el Conde descubrió hilos inesperados, negocios secretos y una historia de abnegación y desgracias que le devolvió la realidad oculta de muchas familias emigrantes asiáticas. Como dice una expresión china, tuvo que encontrar la cola de la serpiente para llegar a la cabeza.

La cola de la serpiente (fragmento)

1Desde que tuvo uso de razón y aprendió algunas pocas cosas de la vida, para Mario Conde un chino siempre había sido lo que debía ser un chino: un prójimo de ojos rasgados, con esa piel resistente a las adversidades y de engañoso color hepático. Un hombre transportado por los avatares de la vida desde un sitio tan mítico como lejano, un lugar impreciso entre la realidad de apacibles ríos y montañas inexpugnables de cumbres nevadas, perdidas en el cielo; una tierra fértil en leyendas de dragones, mandarines sabios y filósofos enrevesados aunque útiles para casi todo. No fue hasta varios años después cuando aprendió que, además, un chino, un verdadero y cabal chino, debía ser, sobre todo, un hombre capaz de concebir los platos más insólitos que un paladar civilizado se atreviera a saborear. Codornices cocidas al jugo de limón y gratinadas con pulpa de albahaca, berza, jengibre y canela, por ejemplo. O masas de puerco revueltas con huevos, manzanilla, zumo de naranja dulce y finalmente doradas a fuego lento en una sartén insondable llamada wok, sobre una capa de aceite de coco, por otro ejemplo.
Sin embargo, un chino también podía ser, según las limitadas nociones que emanaban de los prejuicios históricos, filosóficos y gastronómicos del Conde, un tipo más bien flaco y apacible, con una notable inclinación a enamorarse de mulatas y negras (siempre que las tuviera a su alcance), que fuma con los ojos cerrados en una larga pipa de bambú y, por supuesto, habla poco y dice sólo las palabras que en cada instante le conviene decir, pronunciadas en esa lengua cantarina y palatal que suelen usar aquellos hombres para hablar los idiomas de los otros hombres.

sábado, 26 de agosto de 2017

PASADO PERFECTO


RESEÑADO por Gloria González para LIBROS, el 30 de Octubre de 2013.
¡Esto ya es otra cosa, hombre!
Después de un par de adentramientos en la literatura bestseller, que no pasa nada, casi había olvidado que una historia entretenida puede contarse con una gran calidad literaria. Menos mal que ha venido Leonardo Padura a recordármelo con la primera novela de la serie protagonizada por el detective Mario Conde, "Pasado Perfecto".
Me encanta cómo escribe Padura, cómo transmite en su novela negra todo su amor y todo su dolor por su Cuba, me gustan esas frases que aparecen en los diálogos y que no puedes evitar leer en voz alta, con acento cubano, y me cae genial Mario Conde.

Sinopsis de Pasado perfecto - Invierno 1989 (Ed. Tusquets)
El primer fin de semana de 1989 una insistente llamada de teléfono arranca de su resaca al teniente Mario Conde,un policía escéptico y desengañado. El Viejo, su jefe en la Central, le llama para encargarle un misterioso y urgente caso: Rafael Morín, jefe de la Empresa de Importaciones y Exportaciones del Ministerio de Industrias, falta de su domicilio desde el día de Año Nuevo. Quiere el azar que el desaparecido sea un ex compañero de estudios de Conde, un tipo que ya entonces, aun acatando las normas establecidas, se destacaba por su brillantez y autodisciplina. Por si fuera poco, este caso enfrenta al teniente con el recuerdo de su antiguo amor por la joven Tamara, ahora casada con Morín. «El Conde» -así le conocen sus amigos-, irá descubriendo que el aparente pasado perfecto sobre el que Rafael Morín ha ido labrando su brillante carrera ocultaba ya sus sombras.