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sábado, 30 de julio de 2016

CUMBRES BORRASCOSAS

“Difícil es el camino y triste el corazón que ha de recorrerlo” Emily Brontë

En los páramos de Yorkshire se desarrolla una de las historias de amor más memorables de la literatura universal, trágica y rompedora para la época en que fue escrita, es la única novela de una "solterona" que parece que no conoció el amor y lo describió como lo imaginaba. 
La novela, cuyo título original es Wuthering Heights, rompe con la tradición narrativa de la época y muestra una estructura tan original que fue rechazada en su momento por crítica y público.
Hay que reconocer que no es una novela de fácil lectura, la narración se "enroca" en algunos momento de forma excesiva ya que la narradora ama de llaves de Cumbres Borrascosas describe con gran detalle y reiteración situaciones y sentimientos que hacen la lectura pesada. 

Los personajes, en la tradición decimonónica, están construidos sólidamente, sus virtudes y defectos saltan a la vista inmediatamente; los sentimientos son brutales y, en algunos casos, absolutamente incomprensibles desde un punto de vista contemporáneo.

Vale la pena leer Cumbres Borrascosas, aunque sólo sea para opinar sobre ella con conocimiento de causa, todos hemos leído resúmenes y opiniones basados en películas u otros resúmenes; por lo que resulta conveniente opinar habiendo leído la novela. El 198 aniversario del nacimiento de su autora es un buen momento para leer esta tragedia o releerla si ha lugar.

Como siempre, un fragmento de la novela, para convencer a los indecisos o alejarlos de la obra definitivamente:

CAPÍTULO PRIMERO

He vuelto hace unos instantes de visitar a mi casero y ya se me figura que ese solitario vecino va a inquietarme por más de una causa. En este bello país, que ningún misántropo hubiese podido encontrar más agradable en toda Inglaterra, el señor Heathcliff y yo habríamos hecho una pareja ideal de compañeros.
Porque ese hombre me ha parecido extraordinario. Y eso que no mostró reparar en la espontánea simpatía que me inspiró. Por el contrario, metió los dedos más profundamente en los bolsillos de su chaleco y sus ojos desaparecieron entre sus párpados cuando me oyó pronunciar mi nombre y preguntarle:

-¿El señor Heathcliff?