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martes, 2 de enero de 2018

LA LUNA EN LAS MINAS



«Ris, ras, ris, ras. Mataba descalzo para que la sangre le empapase los pies, mataba de cerca para que los chorros que manaban de las heridas le salpicasen la ropa. Ris, ras, ris, ras»
.
Diferente a lo que nos tiene acostumbrados Rosa Ribas, está novela Premio Letras del Mediterráneo 2017 tiene también un toque social y se transforma en una crónica de la emigración española a Alemania en los años 60, esta parte es la más reconocible y comparable con las otras novelas de la autora.
Luego está la parte mitológica, legendaria o de brujería, no se como llamarla..., que me ha gustado menos, esto de la magia y las maldiciones no es lo mío!
Pero en conjunto es una buena novela que refleja la tristeza del desarraigo, la soledad del diferente y el infierno de los prejuicios y la ignorancia.
Recomendable.

Sinopsis (Ed. Siruela)
Novela premiada con el GALARDÓN LETRAS DEL MEDITERRÁNEO 2017 otorgado por la Diputació de Castelló en la categoría de narrativa.

Se decía que durante la guerra, la otra, la nuestra, le había cogido demasiado gusto a la sangre. Una querencia de sangre. Un apetito de sangre. Como un lobo.

En el Maestrazgo, entre peñas, bosques y barrancos, un hombre camina a las afueras de un pueblo antes del alba. Aprieta un bulto contra su pecho. Cuenta la leyenda que ha nacido un niño, Joaquín, sobre quien pende un terrible destino. Pero sin embargo, su padre desea salvarle la vida y se lo entrega a su abuela para que vele por él. El pequeño vivirá, sí, pero maldito para siempre.

Cuando, siendo ya joven y consciente de la carga que pesa sobre él, pierde a las únicas personas que lo anclan a su tierra, decide abandonar Vistabella: demasiadas vidas corren peligro, la suya propia y las de aquellos a los que quiere. Intenta entonces buscar refugio en un lugar donde jamás podrá llegar la luz que cada plenilunio le convierte en algo que no desea ser. Por eso, como tantos jóvenes que en los años sesenta huyeron del hambre buscando un futuro mejor, se marcha a Alemania a trabajar en las minas de carbón. Pero a pesar del amor y de la amistad que allí encuentra, la bestia no está vencida. Y si para evitar que vuelva a hacer daño tiene que condenarla a yacer para siempre bajo tierra, arrastrará con ella a Joaquín, la parte del binomio a la que las leyendas no suelen prestar atención...

La luna en las minas (fragmento)

Había aullado de hambre toda la noche. A la madre se le había cortado la leche.
El padre se acercó a la cuna y lo miró. Las frazadas revueltas parecían a punto de engullirlo, pero se resistía, apretaba con fuerza los puños diminutos. Lo levantó con morosidad, esperando una voz que lo detuviera. La criatura abrió los ojos. Esos ojos. Las ojeras debajo, un presagio de luto si él no hacía nada.
Lo envolvió para protegerlo del frío. Era febrero y una gruesa capa de nieve cubría las calles del pueblo. Hizo un fardo prieto, el llanto cesó y lo sucedió una queja aguda, como la de los gatitos cuando los metían en un saco para tirarlos al pozo. Percibió tras de sí un roce entre las sábanas, ella se movía, tal vez dejaba de darle la espalda a esa cuna odiada. Cargó el fardo en el brazo derecho y se volvió. Despeinada y amarillenta, su mujer reptaba para sentarse. No le quitaba la vista de encima, pero seguía muda. Él avanzó hasta la puerta. Antes de abandonar el dormitorio, se giró de nuevo para que viera a la criatura.
—Llévatelo. —Tenía la voz rasposa, como si no solo se le hubiese cortado la leche, sino que se hubiera secado toda—. ¡Vete! ¡Llévatelo! —Un grito de papel de lija antes de cerrar los ojos.