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miércoles, 6 de diciembre de 2017

LOS MUERTOS VIAJAN DEPRISA


Cuarta entrega de la serie de novelas protagonizadas por Valentina Negro, policía en la UDEV (unidad de delitos violentos) de la comisaría de Lonzas de la Policía Judicial de La Coruña y Javier San Juan, perfilador y criminólogo valenciano que trabaja como profesor.

Personajes conocidos y personajes nuevos, Semana Negra de A Coruña, un toque de "casquería fina", una trama menos elaborada que en sus anteriores novelas, un final que anuncia nuevas "aventuras" de Valentina Negro y Javier Sanjuan.
Como bien dijo mi querida Noelia Vallina, novela para un fin de semana lluvioso y poco más.

Sinopsis (Ed. Ediciones B)
Los criminólogos Vicente Garrido y Nieves Abarca forman el tándem literario más aplaudido de la actual novela negra, y los libros protagonizados por Valentina Negro, una bellísima y violenta inspectora de policía, cuentan con una auténtica legión de lectores.
Los muertos viajan deprisa es una invitación a asomarse a las debilidades humanas y una reflexión sobre los motivos que pueden llevarnos a la maldad. Un relato extraordinario que va más allá de cualquier etiqueta de género. La historia -que toma su título de una cita de Bram Stoker- arranca con un brutal asesinato a bordo del Tren Negro, en el que varios escritores se dirigen a un famoso encuentro de literatura policíaca. Tras este crimen vienen otros, siempre llenos de simbolismo.
La inspectora Negro y su inseparable compañero, el criminólogo Javier Sanjuán, tienen que averiguar quién es el enigmático asesino de escritores. Mientras tanto, un peligroso violador de adolescentes, capturado en el pasado por Valentina, ha escapado de la cárcel, complicando aún más la situación.

Los muertos viajan deprisa (fragmento)

Prólogo
1
Cecilia
Cecilia Jardiel reposaba sobre la litera, el pecho aún agitado por la intensa sesión de sexo que había tenido con Toni Izaguirre. Sintió un repentino escalofrío y se levantó para recoger la manta del suelo. Estaba desnuda y descalza. Apoyó los pies en la cálida moqueta del vagón. En el espejo se reflejó su pequeño cuerpo, delgado, casi infantil, la media melena castaña desordenada sobre sus ojos color miel, los pechos pequeños, los pezones oscuros aún excitados, el pubis breve y depilado, húmedo por el sudor y los fluidos. Notó cómo caía entre sus piernas un líquido tibio y espeso, y buscó sus bragas, perdidas entre el revoltijo de manta y sábanas que habían caído en el fragor de la batalla erótica.
Escuchó un ruido en el exterior y unos leves golpes en la puerta.
«Será Toni. Se habrá dejado algo.»
Cecilia se puso el camisón con prisa y fue a abrir la puerta de la cabina. Asomó la cabeza, sonriendo, esperaba una cara conocida. Fuera había un hombre vestido de uniforme, barbudo, un revisor.
Cecilia elevó las cejas con curiosidad. Iba a decir algo cuando el hombre la golpeó en la cabeza con una porra, en un gesto muy rápido, mientras se colaba en el compartimento con el movimiento grácil de un bailarín. Cecilia no pudo reaccionar; la sorpresa dejó paso al estupor y finalmente a la inconsciencia en fracciones de segundo. Pero antes de que cayera al suelo su captor tuvo tiempo de recogerla entre sus brazos.
Cecilia despertó. Abrió los ojos de repente, ojos atravesados por punzadas insoportables. Se intentó mover, pero fue un gesto que solo duró unos segundos, un gesto que la espabiló por completo a la vez que la enfrentaba a la terrible realidad, angustiosa, inesperada, en la que se encontraba tras su sueño traumático.
Estaba atada. El dolor terrible laceraba sus muñecas, sus tobillos, su cabeza. Casi no podía respirar. Tenía la boca ocluida por un trapo y silenciada por un trozo de cinta. El hombre de la barba se había sentado en un taburete y la contemplaba sin mover un músculo. De repente, se levantó y comenzó a hablar en voz muy queda.


jueves, 9 de noviembre de 2017

EL HOMBRE DE LA MÁSCARA DE ESPEJOS


Tercera entrega de la serie de novelas protagonizadas por la Inspectora de policía Valentina Negro y el criminólogo Javier Sanjuán.

Anunciada como la última entrega de la trilogía protagonizada por Valentina Negro y Javier Sanjuan, quizás la cosa no termine aquí....¡
Creo que me gustan estos libros porque desde que los leo miro mi ciudad con otros ojos....más oscuros, menos inocentes.
No voy a contar nada sobre la novela porque cualquier dato sería spoiler, sólo decir que, salvo algunos "errores lingüísticos y geográficos" banales, he disfrutado con las investigaciones de la inspectora Negro y el criminólogo Sanjuan y que pronto La Coruña podrá incorporarse a la "ruta negra" de ciudades europeas, lo espero porque significará que las andanzas de los protagonistas no han terminado.
Recomendable para un fin de semana (o un poco más) de tormenta¡

Sinopsis (Ediciones B)
La inspectora Valentina Negro lucha por superar los traumáticos recuerdos de su último caso, cuando estuvo cerca de perder la vida a manos de un asesino en serie. Pero la maldad no da tregua: pronto se ve envuelta en una nueva cadena de muertes. La ayuda del criminólogo Javier Sanjuán será clave para desentrañar una compleja trama relacionada con la desaparición de varias chicas y el rodaje de unas terroríficas películas snuff que recuerdan al cine expresionista de Fritz Lang.
El dolor, la belleza y la locura se dan la mano en las páginas de esta adictiva novela negra, que es al mismo tiempo un excelente retrato de la mente del psicópata firmado por dos expertos criminólogos. Las páginas de El hombre de la máscara de espejos son una invitación a asomarse al abismo a través de una historia trepidante que engancha y estremece desde la primera página.

El hombre de la máscara de espejos (fragmento)

[primera parte]: Las trompetas del ángel

Viernes, 22 de marzo de 2013. A Coruña, colegio de las Madres Franciscanas, en la zona de A Zapateira.

Andrea salió de su escondrijo detrás del enorme hórreo de piedra, caminó hasta la verja y movió con cuidado la puerta. Apenas miró hacia atrás, temerosa de
que alguna profesora o incluso la portera del colegio estuviese mirando en aquel justo momento. Con rapidez, casi con pánico a que su huida fuese descubierta y sin atreverse a cerrar la verja, corrió unos metros camino abajo, apretando los libros contra su abrigo azul marino. Jadeando, se dio la vuelta con excitación y constató que nadie la había visto, así que se subió la falda de tablas hasta dejar a la vista los calcetines largos y reanudó su camino hacia el Campus de Elviña. Había quedado con dos amigas, mayores que ella, que le iban a presentar a un chico que estudiaba primero de Derecho. Era víspera de Semana Santa y prefería tomarse unas cervezas y fumarse unos porros con ellas y otros chicos antes que tener que tragarse todas las misas y celebraciones tediosas que rodeaban siempre las vísperas de la crucifixión de Jesús. Andrea creía en Dios, sí, pero estaba segura de que a Él no le importaría que se saltase un par de obras de teatro insufribles y luego la misa de todos los años, con la asistencia de los padres de las más pequeñas, y la pelea por los canapés y los vinos baratos de después en el pabellón de deportes.
Siguió caminando un buen rato por la calle Castro de Elviña hasta divisar el Campus. El sol le picaba cuando salía entre las nubes y le hacía entrecerrar los ojos. Se revolvió, incómoda, dentro del abrigo de lana con cuello de terciopelo. Al fondo, el cielo perlado de nubes blancas como sábanas recién tendidas enmarcaba una hermosa vista de toda la ciudad de A Coruña, que contrastaba con el azul marino, muy oscuro, del océano en calma. Miró el reloj: llegaba tarde, sus amigas debían de estar ya en la cafetería. ¿Sería mejor esperar el autobús? La parada no estaba lejos, así que sacó el móvil y consultó los horarios de paso. No tardaría más de diez minutos… Sopesó lo que podía tardar andando y se decidió a esperar sentada en la marquesina. Andrea, sofocada por el calor, se quitó el abrigo del uniforme y lo dejó a un lado del asiento, doblado sobre los libros.

jueves, 2 de noviembre de 2017

MARTYRIUM


Segunda entrega de la serie de novelas protagonizadas por la Inspectora Negro y el criminólogo San Juan.

Segundo caso de la inspectora coruñesa Valentina Negro y el criminólogo valenciano Javier Sanjuan y son 470 páginas que se me han "pasado volando", agradezco a Noelia Vallina su recomendación y creo que esta inspectora y su criminólogo han sumado una "fiel a su causa".
Dicho esto, creo que los escritores (porque son dos) no deberían "cargar la mano" tanto en el tema sexual, es excesivo y puede llegar a aburrir que casi todos los personajes, buenos y malos, tengan un punto tan excesivamente sexual y, sobre todo, lo estén demostrando a todas horas.
Esta segunda novela es muy entretenida y da una vuelta de tuerca muy interesante al caso de El Artista, tratado en la primera, dejando una puerta abierta a la tercera.....
Me gusta, me gusta esta inspectora gallega y esta novela negra-gallega que puede competir con la negra-nórdica, a poco que se lo proponga¡¡

Sinopsis (Ed. Versátil)
Cuando la magistrada Rebeca de Palacios recibe un extraño correo enviado por un desconocido, todo su mundo se tambalea: su hija Marta, una joven estudiante de Arte Dramático, ha sido secuestrada en Roma, y Rebeca ha de declarar inocente al hombre al que dentro de poco va a juzgar, o Marta morirá. La inspectora de la Policía Nacional Valentina Negro, amiga de la infancia de la magistrada, se ve obligada a ir a la Ciudad Eterna en una misión personal para liberar a Marta. Pero en Roma no solo hay un secuestrador. También hay un asesino apodado «Il Mostro di Roma», que ha conmocionado la ciudad durante los helados carnavales. Mientras Valentina está en Roma, el criminólogo Javier Sanjuán acude también a la ciudad invitado por Alessandro Marforio, el millonario hermano de una de las supuestas víctimas de «Il Mostro» para que le ayude a capturar al asesino de forma extraoficial. Sanjuán y Valentina se verán envueltos en una intriga endiablada en la que confluyen el Vaticano, el mundo de la política y los hombres y mujeres sin escrúpulos.

Martyrium (fragmento)

[capítulo 1]:
Patrick DoyleLondres, Hotel Dorchester. Noviembre de 2011
.
El japonés delgado y ceremonioso de nombre Takumi Noara le dio la mano al enorme sudafricano después de recibir un pequeño estuche negro. Lo metió en su maletín de Louis Vuitton y a paso rápido y sin mediar palabra se dirigió a la recepción del lujoso hotel, donde dio varias instrucciones a uno de los hombres uniformados. Luego salió con prisa reprimida por una de las puertas giratorias y alcanzó la acera con rapidez. La lluvia caía con fuerza pero a él no pareció importarle demasiado que se empapase el carísimo traje hecho a medida en Saville Row. Avanzó unos metros, miró a su alrededor procurando que no hubiese nadie cerca y sacó su iPhone. Se puso los cascos para hablar. —Ya está. Todo solucionado. Tengo la mercancía a buen recaudo.
No prestó atención a un hombre que, vestido con un perfecto traje oscuro de rayas, culminado en un sombrero negro, el típico del gentleman inglés, se acercaba a él. Sorprendentemente, a pesar de la lluvia, llevaba el paraguas cerrado. Caminaba con paso lento mirando hacia la acera mojada, con aire distraído, como si fuese presa de un tremendo pesar que le encogía el alma. El hombre continuó caminando, sin ver a Takumi Noara, hasta tropezar con él de una forma inesperada.
Al japonés se le cayó el iPhone a la acera gris. Soltó una imprecación. El hombre se abalanzó sobre el móvil con agilidad para cogerlo y se lo entregó, entre una retahíla de disculpas en varios idiomas. Takumi lo miró con ira contenida, pero al ver que el teléfono estaba intacto, aunque algo mojado, se tranquilizó un poco. Cuando levantó la vista tras comprobar que la pantalla seguía en su sitio sin un rasguño, el hombre había desaparecido.
Fue un rato después cuando empezó a notar un extraño ardor en la pierna derecha. Le dolía la cabeza. Volvió al hotel y pidió paracetamol, un té y un taxi al servicio de habitaciones. La pierna le escocía cada vez más, pero no tenía tiempo para ir al médico. Su avión saldría de Heathrow en menos de dos horas.
Ya en el avión, Takumi sintió que el ardor de la pierna subía por sus venas hasta la cintura primero, y luego hasta su pecho. Se le ocurrió por primera vez levantar la pernera del pantalón y ver qué era lo que le estaba pasando.

sábado, 28 de octubre de 2017

CRÍMENES EXQUISITOS



Primera entrega de la serie de novelas protagonizadas por la comisaria de policía Valentina Negro y el criminólogo Javier San Juan.

El aniversario de Doña Agatha es el día perfecto para terminar esta novela y contarlo¡¡¡
He pasado unos días estupendos sumergida en los crímenes exquisitos que suceden en A Coruña, quizás la novela no es la mejor del mundo, pero recorrer las calles, plazas, restaurantes, librerías, colegios, playas....., de mi ciudad y alrededores a la caza y captura de "El Artista", me ha encantado.
Crímenes Exquisitos no es la perfecta novela negra pero entretiene y mantiene la atención sin fisuras, le sobra un poco de pedantería y le falta un poco de rigor en el perfil de los personajes y las situaciones, pero como ópera prima cumple sobradamente¡¡¡
Creo que le daré otra oportunidad a esta pareja que forman Valentina Negro inspectora de la Policía Nacional y Javier San Juan criminólogo.
Sólo un reproche a los autores, ¿por qué el periódico más popular de la ciudad se llama La Gaceta de Galicia? no tiene sentido y no me imagino a Agatha Christie cambiándole el nombre al Times.

Sinopsis (Ed. Versátil)
El cuerpo de Lidia Naveira, una joven de la alta sociedad coruñesa, aparece flotando en el estanque de Eirís recreando la famosa Ofelia de Millais.
¿Qué relación tiene este crimen con el macabro asesinato acontecido meses antes en la Abadía de Whitby?
La inspectora Valentina Negro, con ayuda del famoso criminólogo Javier Sanjuán, liderará una investigación que la llevará a colaborar con Scotland Yard, en una oscura trama a caballo entre A Coruña y Londres.
Lo que nadie puede llegar a sospechar es que en la vertiginosa cuenta atrás para atrapar al asesino, deberán enfrentarse a las obsesiones más inconfesables de la sociedad actual.

Crímenes Exquisitos (fragmento)

Primera parte: Cadáveres exquisitos«Ya se le ha dado bastante a la moralidad, ahora les toca el turno al gusto y las bellas artes». Del asesinato considerado como una de las bellas artes. Thomas de Quincey
Capítulo 1.
LidiaLa Coruña, 4 de junio de 2010
Lidia Naveira se ató muy fuerte sus Nike con un nudo de doble lazo. Odiaba que se le desataran las zapatillas en el medio del camino, rompiendo el ritmo de carrera y obligándola a detenerse, sobre todo porque podía caer al suelo al pisar el cordón. Cogió el iPhone para elegir el listado de música que escucharía durante el entrenamiento: Lady Gaga, Beyoncé, Shakira, Katy Perry… canciones que la animaban y la ponían de buen humor. Y lo más importante: la ayudaban a despertarse y a espabilar con ritmo. Metió el iPhone en el brazalete y lo ajustó a la altura del bíceps. Estaba lista. Solo faltaba ver qué tiempo hacía.
Abrió la ventana: ya estaba amaneciendo. Eran las siete menos cuarto de la mañana. Las nubes empezaban a pintarse de un hermoso color de fuego. Al fin había dejado de llover, tras unos meses de tiempo insoportable. Así que esa mañana no tocaba chubasquero. Con la camiseta ajustada gris resultaría suficiente. No tendría clase hasta las nueve y media. Se le echaban encima las fechas de Selectividad y los profesores del Colegio Salesiano habían dejado tiempo a los que habían aprobado todo para estudiar y prepararse bien. Así que antes de ir al Colegio le daba tiempo de sobra para correr hasta El Portiño por el paseo marítimo y volver, ducharse, desayunar e ir a clase. Su mente voló emocionada. Cada vez que se acordaba de sus notas, una gran sonrisa invadía su hermosa cara pecosa. Notables y sobresalientes. En cuanto se sacase el carnet de conducir, en octubre, su padre le había prometido que iba a comprarle un coche.
Un coche totalmente nuevo. Por su cumpleaños. Lidia quería un Fiat 500. Eran preciosos…
El olor a café recién hecho pronto se expandió por toda la casa. Su madre ya estaba en pie, preparando el desayuno. Lidia fue a la cocina a darle un beso.
—¿No tomas algo antes de ir a correr. Lidia? ¿Un poco de café aunque sea?
—No, mamá. No tomo nada antes de hacer deporte, lo sabes perfectamente. A la vuelta. —Lidia volvió a besarla con cariño—. No llevo llaves, así que no te vayas muy lejos.
—No te preocupes. Hoy tu padre tiene que levantarse temprano también. Creo que tiene una reunión importante en la asociación de hosteleros.
—Me voy, mami. O luego no llegaré a clase a tiempo.
—Hasta luego, hija. Ten mucho cuidado, anda.
Lidia cogió el ascensor y bajó hasta el portal. Abrió la puerta y aspiró la brisa embriagadora con gran placer. El mar estaba totalmente en calma. No había casi coches aún por el paseo y solo se escuchaba algún graznido lejano de las gaviotas, y el romper de las olas, rítmicas y mansas, contra la arena de la playa.
Se apoyó en la barandilla del paseo para hacer los estiramientos. En sus oídos retumbaba Bad romance, la primera canción de la lista, la que hacía que su cuerpo y su mente se pusieran en marcha con el ritmo frenético. Estaba tan concentrada en la música que no se fijó en una furgoneta blanca con rótulos azules, bastante vieja, que estaba parada en doble fila justo delante del portal de su casa.