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jueves, 21 de diciembre de 2017

NUNCA FALTA NADIE


Me resulta difícil opinar sobre esta novela, "aclamada por la crítica neoyorkina", que acabo de leer....!
Las 200 páginas de soliloquio o "monólogo interruptus", no sé bien como definirlo, no están mal escritas y parten de una idea original pero se tornan aburridas en cuanto las ideas empiezan a repetirse sin tregua. Parece un diario producto de una mente desestructurada que, si bien, se inicia de... forma prometedora, termina aburriendo soberanamente.
Sé que muchos escritores "desprecian" la estructura clásica de novela y creen que así son originales e innovadores (ilusión alimentada por críticos literarios, no siempre, bienintencionados), desde mi humilde posición de lectora creo que sólo un genio de la literatura puede lograrlo y ese no es el caso de Lacey.
No me atrevería a recomendar esta novela, aunque no ha sido desagradable leerla, porque a veces me gustan los experimentos....!

Sinopsis (Ed. Alfaguara)
Catherine Lacey es una de las voces más prometedoras de la nueva narrativa, aclamada por la crítica en Estados Unidos. Nunca falta nadie fue finalista del Premio de Ficción New York Public Library Young Lions y elegida como Nueva Voz por Granta
Uno de los mejores libros del año según L'Officiel.
« Soy de esa gente que nunca es capaz de olvidar del todo a quienes han perdido, que no conocen ese truco mágico que parece estar al alcance de otros.»
Sin decir nada a su familia, Elyria toma un vuelo de ida a Nueva Zelanda, abandonando su estable pero insatisfactoria vida en Nueva York. Mientras su marido intenta desesperadamente comprender qué ha sucedido, Elyria pone a prueba el destino viajando en coches de desconocidos, durmiendo en campos, bosques y parques, y teniendo encuentros arriesgados, a menudo surrealistas.
A medida que se adentra en la vida salvaje de Nueva Zelanda, el recuerdo de la muerte de su hermana la atormenta y una violencia soterrada crece en su interior, aunque quienes la conocen no perciban nada raro. Esta paradoja la conduce a otra obsesión: si su verdadero yo es invisible y desconocido para el resto del mundo, ¿puede decir que está realmente viva?

Nunca falta nadie (fragmento)

1.

Es posible que haya en el mundo gente capaz de leer la mente en contra de su voluntad, y si dichas personas existen, estoy casi segura de que mi marido es una de ellas. Y lo creo por lo que ocurrió la semana en que supe que no tardaría en marcharme, cosa que él ignoraba; sabía que tenía que decírselo, pero no se me ocurría cómo conseguir que mi boca pronunciara esas palabras, y puesto que mi marido es capaz de leer la mente sin querer, aquella semana bebió mucho más de lo habitual, sobre todo ginebra, y también jarras de cerveza que compraba en la tienda gourmet. Entraba en casa dando un sorbo a una lata escondida dentro de una bolsa de papel, y sonreía como si fuera una broma.
Yo me reía.
Él se reía.
Por dentro, ninguno de los dos reía.
La mañana en que me marché, él se levantó de la cama, se vistió y salió del dormitorio. Yo permanecí totalmente despierta con los párpados cerrados hasta que oí cerrarse la puerta principal. Me fui del apartamento a mediodía con la mochila a la espalda, y me sentí tan asqueada y absurda que en lugar de entrar en el metro me metí en un bar. Pedí un bourbon doble, a pesar de que es algo que nunca bebo, y cuando el camarero me preguntó de dónde era, le dije que alemana sin motivo alguno, o quizá se lo dije para que no intentara entablar conversación, o a lo mejor porque necesitaba vivir otra historia durante media hora: ser una solitaria mujer alemana que había venido a ver la Estatua de la Libertad y la Square of Time y el Park of Central (en lugar de una mujer que coge un vuelo solo de ida hasta un país donde solo conoce a una persona, la cual solo en una ocasión le había ofrecido su cuarto de invitados, cosa que, al pensarlo detenidamente, parecía ser la clase de invitación que solo se hace a sabiendas de que no se aceptará, solo que ahora era demasiado tarde porque yo la estaba aceptando y… yo qué sé, yo qué sé).
Un hombre sentado en un taburete, a mi lado, a pesar de que ya tenía delante una larga hilera de botellas vacías, pidió un zumo de arándanos a palo seco.