Qué maravillosa historia, qué magnífica forma de narrar los sentimientos humanos, qué gran sensibilidad sin pizca de sensibleríamaine.
domingo, 8 de octubre de 2023
QUÉDATE CONMIGO
Qué maravillosa historia, qué magnífica forma de narrar los sentimientos humanos, qué gran sensibilidad sin pizca de sensibleríamaine.
domingo, 27 de marzo de 2022
AY, WILLIAM
Vuelve Lucy Barton y, en su madurez, reflexiona sobre su vida y la de William, su primer marido, mientras todo parece derrumbarse a su alrededor.
Ay, William! es una novela plena de sentimientos y de verdad, casi un ensayo sobre el matrimonio y sus circunstancias, con la narrativa inconfundible de Strout y ese "humor malva" que conquista desde la primera página. Ay, Lucy!
Ay, Elizabeth, qué buena eres!
Muy recomendable 🌞🌞🌞
Nº de páginas: 216 Editorial: ALFAGUARA
ISBN: 9788420460970 Año de edición: 2022
Traductor: CATALINA MARTÍNEZ MUÑOZ
Fecha de edición original: 2021
SINOPSIS:
Inesperadamente, Lucy Barton se convierte en confidente y apoyo de William, su exmarido, el hombre con el que ha tenido dos hijas ya adultas, pero que ahora es casi un desconocido presa de terrores nocturnos y empecinado en desvelar el secreto de su madre.
Mientras su nuevo matrimonio tambalea, William quiere que Lucy lo acompañe en un viaje del que no volverá a ser el mismo. ¿Cuántos sentimientos –celos, piedad, temor, ternura, decepción, extrañeza– caben en un matrimonio, incluso cuando ha terminado –si tal cosa es posible–? Y en el centro de esta historia, la voz indomable de Lucy Barton, su reflexión profunda y perenne sobre nuestra propia existencia: «Así es como funciona la vida. Todo lo que no sabemos hasta que ya es demasiado tarde».
La crítica ha dicho:
«Una novela de nuestro tiempo. Magnífica, cruda, poética, narra la descomposición de los afectos en un tiempo marcado por el desapego y el escepticismo.» Rafael Narbona, El Cultural
«La profundidad de su voz emerge con más resonancia que nunca en la tercera entrega de esta trilogía. [...] Maestra de la psicología más íntima, Strout resuelve con agilidad una novela compleja, repleta de matices que van de la intimidad familiar a los asuntos más universales.» Jaime Cedillo, El Cultural
«Una escritora que tiene un hermoso don a la hora de construir personajes femeninos y armar historias en torno a ellos. Estoy convencida de que no fuimos pocas las que caímos rendidas ante la voz de Lucy Barton.» Carmen G. de la Cueva, CTXT
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viernes, 19 de enero de 2018
ME LLAMO LUCY BARTON
Lucy..., una aspirante a escritora convalece de una operación de apendicitis y ajusta cuentas con el pasado, con la vida en un pequeño pueblo de la Norteamérica profunda que la arrastra a una espiral de inseguridad e infelicidad permanente.
Habla la sinopsis de un dialogo permanente con su madre, pero yo he percibido, más bien un dialogo interior con una espectadora materna que "quiere sin querer" y no aclara las oscuras escenas del pasado.
Si "la patria de un hombre es su infancia" Lucy es, claramente, apátrida.
Me ha gustado y me ha dejado el regusto amargo de esas novelas en las que no pasa nada pero todo ocurre.
Sinopsis (Ed. Duomo)
MUCHAS MANERAS, QUE QUEDA EN EL ALMA.
"En el Museo Metropolitano de Arte, que se yergue enorme y con muchos escalones en la Quinta Avenida de Nueva York, hay una sección en la primera planta que llaman el jardín de las esculturas, y yo debo de haber pasado muchas veces al lado de esa escultura concreta con mi marido, y con las niñas cuando se hicieron mayores, pensando sólo en comprar comida para mis hijas y sin saber realmente qué hacía una persona en un museo de esas características en el que hay tantas cosas que ver. En medio de esas preocupaciones y necesidades hay una estatua. Y hace poco –en los últimos años–, cuando la alcanzaba la luz cubriéndola de un tinte magnífico, me detuve a mirarla y dije: ¡Ah!
Es una estatua de mármol de un hombre con sus hijos al lado, y el hombre tiene una terrible expresión de desesperación, y los niños parecen aferrarse a sus pies, implorantes, mientras que él mira el mundo con ojos atormentados, tirándose de la boca con las manos, pero sus hijos sólo lo miran a él, y cuando al fin me di cuenta, dije para mis adentros: Ah.
Leí el letrero, que explicaba que los niños se ofrecen como comida a su padre, al que están matando de hambre en la cárcel, y que los niños solamente quieren una cosa: que desaparezca el sufrimiento de su padre. Dejarán que se los coma, contentos, muy contentos.
Y pensé: Ese hombre sí que sabía. Me refiero a la escultura. Sí que sabía.
Y también el poeta que escribió lo que muestra la escultura. Él también sabía.
Me acerqué al museo unas cuantas veces expresamente para ver a mi hombre-padre hambriento con sus hijos, uno de ellos aferrado a sus piernas, y cuando llegaba allí no sabía qué hacer. Era tal y como lo recordaba, y me sentía confundida. Más adelante caí en la cuenta de que conseguía lo que quería cuando lo veía como a escondidas, cuando tenía prisa por ir a ver a alguien en otro sitio, o si estaba en el museo con alguien y decía que tenía que ir al servicio, para escaparme y verlo a solas. Pero no a solas de la misma manera que cuando iba completamente sola a ver al hombre-padre asustado y muerto de hambre. Y siempre está allí, salvo una vez que no estaba. El guarda me dijo que estaba arriba, en una exposición especial, ¡y me sentí insultada por que otros tuvieran tantos deseos de verlo!
Ten piedad de nosotros.
Se me ocurrieron estas palabras más tarde, al pensar en mi reacción cuando el guarda me dijo que la estatua estaba arriba. Pensé: Ten piedad de nosotros. No quisiéramos ser tan insignificantes. Ten piedad de nosotros: se me pasa por la cabeza muchas veces. Ten piedad de todos nosotros. "