Realmente no hay peor consejero que uno mismo a la hora de decidir lo que es original y lo que no lo es, creo que la escritora de este libro debería meditar al respecto¡¡¡
Seguramente a esta mujer le pareció "superoriginalísimo" el género epistolar, pero el resultado deja mucho que desear, desgraciadamente es lo que ocurre cuando escribes aguijoneada por tu "club de lectura".
La sinopsis de la editorial es, absolutamente, engañosa ya que nos presenta una novela entrañable, entretenida y literaria, nada más lejos de la realidad, no voy a reproducirla porque está al alcance de cualquiera en la contraportada de la novela y en numerosas páginas web pero les advierto que "todo parecido con la realidad es anecdótico".
La longitud y pertinencia del título, daría para una tesis doctoral....
Una historia con grandes posibilidades, transformada en un libro totalmente prescindible¡Y esta es la opinión de una amiga de LIBROS:
Un fragmento de la novela para lector@s arriesgados:
La sociedad literaria y el pastel de piel de patata de Guernsey (fragmento)
"Una tarde mi vecina, la señora Maugery, me envió una nota.
”Ven rápido-decía- y trae un cuchillo de carnicero”.
Intenté no hacerme muchas ilusiones, pero salí hacia la casa solariega a grandes pasos. y ¡era cierto! tenía un cerdo, un cerdo escondido, y ¡ me había invitado a unirme al festín con ella y sus amigos!.
Fue el primer encuentro de la “Sociedad Literaria y Pastel de Piel de Patata de Guernsey”, a pesar de que todavía no lo sabíamos. La cena fue singular, pero la compañía fue mejor. Hablando y comiendo no nos dimos cuenta de la hora y del toque de queda. Saltárselo era un delito grave y quedarse con un cerdo era aún más grave.
Los alemanes nos echaron el alto y nos quedamos paralizados.
Fue el primer encuentro de la “Sociedad Literaria y Pastel de Piel de Patata de Guernsey”, a pesar de que todavía no lo sabíamos. La cena fue singular, pero la compañía fue mejor. Hablando y comiendo no nos dimos cuenta de la hora y del toque de queda. Saltárselo era un delito grave y quedarse con un cerdo era aún más grave.
Los alemanes nos echaron el alto y nos quedamos paralizados.
Pero Elizabeth cogió aire y dio un paso adelante. Nunca oí tantas mentiras. Que sentía mucho haberse saltado el toque de queda. Que veníamos de una reunión de la Sociedad Literaria y que el debate de esa noche sobre “Elizabeth y su jardín alemán” había sido tan agradable que habíamos pedido la noción del tiempo."