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lunes, 20 de agosto de 2018

UN AÑO EN ROMA

"Durante un año voy a disfrutar de una beca en la Academia Americana en Roma. Aquí no hay alumnos, ni facultad, solo un puñado de artistas e investigadores, a los que se concede un año en Roma para dedicarse a proyectos independientes.
Mi beca es de literatura. Lo único que tengo que hacer es escribir. Ni siquiera tengo que enseñarle a nadie lo que escriba. A cambio, me ofrecen un estudio, las lla
ves de este apartamento, dos esteras de baño, un montón de toallas descoloridas todos los jueves y 1.300 dólares al mes."

A veces en un quiosco de aeropuerto, antes de partir, encuentras una pequeña joya que, tal vez, decida tu próximo viaje y oriente tus siguientes lecturas....!
Esta narración autobiográfica de Doerr, corta y delicada, hermosa y breve, me ha procurado un placer inesperado durante un corto viaje, plena de amor y humor, de experiencias y lecturas, la recomiendo encarecidamente!

Sinopsis (Ed. Debolsillo)
Un año en Roma es el hermoso y delicado relato autobiográfico del Premio Pulitzer Anthony Doerr sobre su experiencia viviendo en la Ciudad Eterna.
Una ciudad inagotable.
Una experiencia memorable.
Un paseo inolvidable.
El día en que nacieron sus dos hijos, Anthony Doerr supo también que había sido galardonado con el Premio Roma, una de las más prestigiosas distinciones otorgadas por la Academia Americana de las Artes y las Letras.
Gracias a su dotación, Doerr pudo vivir en la capital italiana con su recién acrecida familia durante un año. A lo largo de este tiempo, Doerr leyó a Plinio, a Dante, a Keats; visitó las calles y plazas más bellas del mundo, y asistió al mayor funeral de la historia, el del papa Juan Pablo II. Y todo ello mientras aprendía, entre biberones, pañales y noches en vela, los secretos de la paternidad.
Libro de memorias, por supuesto, pero también de viajes, de arte, y casi una novela, Un año en Roma es el fruto de las experiencias de su autor en la Ciudad Eterna, en las que lo íntimo y lo deslumbrante se funden por medio de la palabra.
Un año en Roma (fragmento)

Italia se vislumbra. Hacemos listas: pañales, ropa de cuna, una lamparita para leer. Leche en polvo para biberón. Dos docenas de barritas de cereales Nutri-Grain. No hemos comido barritas Nutri-Grain en la vida, pero ahora, de pronto, parece importante tenerlas a mano.
Me quedo mirando el nuevo diccionario de bolsillo Italiano-Inglés y me preocupo. ¿Pone cómo se dice: «Aquí está mi pasaporte»? O: «¿Dónde puedo comprar pañales, por el amor de Dios?»
Hacemos como que estamos tranquilos. Ninguno de los dos está dispuesto a plantearse que mañana subiremos a bordo de un Airbus con unos gemelos de seis meses, ascenderemos a treinta y siete mil pies de altitud y permaneceremos allí catorce horas. En cambio, abrimos y cerramos la cremallera de las bolsas de viaje, le quitamos las ruedas al carrito y miramos con atención fotitos muy pixeladas de San Pedro en ricksteves.com.
Lluvia en Boise; viento en Denver. El avión surca la troposfera a novecientos kilómetros por hora. Owen duerme en un rebujo de sábanas a nuestros pies. Henry duerme en mis brazos. Hay turbulencias durante toda la travesía del Atlántico; tiemblan los mamparos, los vasos tintinean, los ganchos de las bandejas se abren y se cierran.
Nos trasladamos de Boise (Idaho), a Roma (Italia), un lugar donde nunca he estado. Cuando pienso en Italia imagino decadencia, pinturas al óleo de color pardo oscuro, emperadores con sandalias. Veo una sección transversal de una maqueta del Coliseo hecha como proyecto escolar a base de pegamento y azucarillos; veo una jabonera blanca y azul marino comprada en Florencia con un ángulo desportillado que mi madre tuvo en el lavabo de su cuarto de baño durante treinta años.
Con más claridad que cualquier otra cosa, veo un libro con dibujos para colorear que me regalaron una vez por Navidad titulado La antigua Roma. Dos criaturas mamaban de las ubres de una loba. Un césar sonreía con su corona de hojas. Una sensual doncella de grandes pupilas posaba con un cántaro junto a una fuente. Al margen de la idea que tuviera de Roma en aquel entonces —con siete años, la noche de Navidad, los copos cayendo contra las ventanas, un abeto con luces parpadeando en la planta baja, lápices de colores desperdigados por la moqueta—, ahora no es mucho más clara: bosquejos de elefantes y gladiadores, palacios dibujados al fondo, la sensación de que los colores que había escogido estaban todos equivocados, verde mar para los carros, dorado para los cielos.


viernes, 22 de diciembre de 2017

SOBRE GRACE


Es indudable que la prosa de Doerr es notable, sencilla y culta, sensible y hermosa; leer a Doerr es un auténtico placer.
Pero para que una novela sea buena hace falta algo más que una redacción exquisita, hace falta un argumento consistente y coherente, un ritmo narrativo adecuado y una historia que, por increíble que pudiera parecer, se haga realidad a los ojos del lector.
De todo esto carece S...obre Grace, primera novela del autor, que acabo de terminar.
Sobre Grace (que para ser coherente debería titularse Sobre David) es la historia de una huida permanente, la huida sin fin de un hombre cuyos problemas van mucho más allá de sus sueños premonitorios aunque estos sean el leit-motiv de toda la narración. Se trata de una historia que comienza bien y se va perdiendo a medida que avanza, se pierde en un mar de detalles sin importancia y obvia, sin embargo, la construcción de los personajes con los que no se llega a conectar en ningún momento.
Me ha resultado bastante tediosa, a pesar de lo bien que escribe el autor y, sobre todo, me ha resultado imposible "engancharme" a una historia cuyo protagonista no despierta en mí la más mínima empatía (ni él, ni el resto de personajes).
Parece remontar hacia el final, pero es un espejismo y las más de 400 páginas de la novela rematan en decepción.
Si alguien espera algo parecido a La luz que no puedes ver, no debería ni intentarlo.

Sinopsis (Ed. SUMA)
Desde su niñez en Alaska, David Winkler se ha sentido atraído por los cambios del tiempo y ha vivido obsesionado por la nieve. Además, David tiene un don: a veces puede ver cosas antes de que ocurran. Sus premoniciones le permiten saber que un vecino será atropellado por el autobús o que se enamorará de una mujer en un supermercado. Pero cuando David sueña que su hija se va a ahogar en una inundación sin que él pueda salvarla, toda su vida se desmorona. Huir de su familia, de su casa y de su propio futuro parece el único modo de negar el sueño que lo atormenta.
Solo, sin medios y sin saber si su hija ha sobrevivido o si su mujer ha conseguido perdonarlo, David tendrá que comenzar una nueva vida. Hasta el día en que deba enfrentarse a la decisión de buscar a las personas que dejó atrás.
Haciendo uso de una prosa luminosa, Doerr ha creado una inolvidable novela sobre el poder del amor y la belleza de la naturaleza, y sobre los pequeños milagros que transforman nuestras vidas.

Sobre Grace (fragmento)

1

Cruzó el vestíbulo y se detuvo junto a una ventana a observar cómo un hombre con dos bastones luminosos color naranja dirigía un avión a su puerta de embarque. Sobre el asfalto el cielo era impoluto, de ese azul tropical implacable al que no había llegado a acostumbrarse. En el horizonte se habían amontonado nubes: cumulus congestus, señal de alguna clase de perturbación sobre el mar.
El delgado marco de un detector de metal aguardaba su cola de turistas. En la sala de embarque, ron del duty free, aves del paraíso envueltas en celofán, collares hechos de conchas. Del bolsillo de la camisa se sacó una libreta y un bolígrafo.
«El cerebro humano», escribió, «es en un setenta y cinco por ciento agua. Nuestras células son poco más que odres para transportar agua. Cuando morimos se derrama de nuestro interior por el suelo y el aire y en los estómagos de animales y se convierte en el contenido de otra cosa. Las propiedades del agua líquida son las siguientes: conserva la temperatura durante más tiempo que el aire; es adherente y elástica; está en perpetuo movimiento. Estos son los principios de la hidrología; estas son las cosas que uno debería saber si quiere conocerse a sí mismo».




miércoles, 20 de diciembre de 2017

LA LUZ QUE NO PUEDES VER


Quiero agradecer a las amigas de LIBROS esta recomendación con la que he disfrutado de unos días de lectura interesante.
Me ha gustado de esta novela la fluidez del lenguaje, la ausencia de sentimentalismo barato, la visión de la guerra desde puntos de vista tan opuestos, la construcción sin concesiones de una historia diferente.
Quizás no sea el mejor Pulitzer que he leído pero vale la pena.
Gracias amigas!!!

Sinopsis (Ed. SUMA)
Premio Pulitzer de Ficción 2015
Un corazón puro puede brillar aun en la noche más oscura. Y en el más terrible de los tiempos.
Marie-Laure vive con su padre en París, cerca del Museo de Historia Natural, donde él trabaja como responsable de sus mil cerraduras. Cuando, siendo muy niña, Marie-Laure se queda ciega, su padre le construye una perfecta miniatura de su barrio para que pueda memorizarla gracias al tacto y encontrar el camino a casa. A sus doce años, los nazis ocupan París y padre e hija tienen que huir a la ciudad amurallada de Saint-Malo. Con ellos se llevan la que podría ser la más preciada y peligrosa joya del museo.
En una ciudad minera de Alemania, el joven huérfano Werner crece junto a su hermana pequeña, cautivado por una rudimentaria radio que ambos encuentran. Werner se convierte en un experto en construir y reparar estos aparatos cruciales para los nuevos tiempos, un talento que no pasa desapercibido a las Juventudes Hitlerianas.
Siguiendo al ejército alemán, Werner deberá atravesar el corazón en guerra de Europa. Hasta que en la última noche antes de la liberación de Saint-Malo los caminos de Werner y Marie-Laure por fin se crucen. Y sus vidas cambien para siempre.

** N.º 1 en las listas de best sellers en Estados Unidos
** Finalista del National Book Award
** Entre los mejores diez libros del año para The New York Times

La luz que no puedes ver (fragmento)

CERO

7 DE AGOSTO DE 1944

OCTAVILLAS

Caen del cielo como una lluvia al anochecer, sobrevuelan la muralla, hacen piruetas sobre los tejados, revolotean sobre los barrancos y entre las casas. Calles enteras se mecen al ritmo de los destellos blancos sobre los adoquines. «Mensaje urgente para los habitantes de la ciudad —dicen las octavillas—. Salgan de inmediato a campo abierto».
Sube la marea. En lo alto cuelga una luna pequeña, amarilla, creciente. Hacia el este, sobre los tejados de los hoteles que hay frente al mar y en sus jardines traseros, seis unidades de la artillería pesada norteamericana cargan proyectiles incendiarios en la boca de los morteros.

BOMBARDEROS

Cruzan el Canal a medianoche. Son doce y tienen nombres de canciones: Stardust, Stormy Weather, In the Mood o Pistol-Packin’Mama. El mar se extiende muy por debajo, salpicado por los innumerables galones plateados de las olas. Los pilotos divisan en el horizonte los peñones de las islas iluminadas por la luna.
Francia.
Los intercomunicadores hacen interferencias. Deliberada y casi perezosamente los bombarderos pierden altura. Desde las bases de control antiaéreo se alzan las tenues columnas de luz roja a lo largo de toda la costa. Se vislumbran oscuros barcos en ruinas, acribillados o destruidos, uno con la proa arrancada, otro oscilando mientras arde. En una isla lejana, ovejas aterrorizadas corren zigzagueando entre las rocas.
En el interior de cada uno de los aviones, un soldado apunta a través de la mira y cuenta hasta veinte. Cuatro. Cinco. Seis. Siete. Para los soldados, esa ciudad amurallada situada sobre un promontorio de piedra que se acerca cada vez más parece un grano descomunal, algo oscuro y peligroso, un último absceso que tiene que ser arrancado de raíz.