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viernes, 29 de diciembre de 2017

LOS CRÍMENES DEL ACORDEÓN


Localicé a la autora en una de las múltiples listas de aspirantes al Nobel de Literatura 2016 (vana ilusión), me la traje de la biblioteca con la emoción del autor nuevo y el libro pendiente pero creo que he elegido mal la novela con la que inicio el conocimiento de Annie Proulx.
Los crímenes del acordeón es una novela cuya sinopsis anuncia grandes cosas:
"Todo comienza en Sicilia en 1890, cuando, al terminar su mejor obra —un acordeón de diecinueve botones de marfil y tapa laqueada—, un artesano sueña con América..."
Pero, fundamentalmente, se trata de una serie de capítulos que pueden ser leídos de forma independiente ya que su hilo conductor es el acordeón, con personajes planos basados en el estereotipo de cada nacionalidad, con situaciones que pretenden ser originales y no lo son y con un discurrir que podría calificar, suavemente, de aburrido.
La prosa de Proulx es excelente, pero hace falta algo más para que una novela pueda ser calificada de buena, a esta le falta ritmo, conexión, realidad y "punch".
En resumen he estado a punto de dejarlo a medias, pero he hecho un gran esfuerzo para "tragarme" las más de 400 páginas de una novela que no me ha conquistado en ningún momento-
Sinopsis (Ed. Tusquets)
Todo comienza en Sicilia en 1890, cuando, al terminar su mejor obra —un acordeón de diecinueve botones de marfil y tapa laqueada—, un artesano sueña con América. Junto con su hijo de once años, y sin más pertenencias que el instrumento, se embarca rumbo al abigarrado puerto de Nueva Orleans. Allí le espera un insospechado mundo hostil e implacable al que sólo sobrevivirá el acordeón. Con él asistiremos a la fundación de una ciudad en el estado de Iowa, en el seno de otra comunidad de emigrantes, esta vez alemanes. Luego pasará por las manos sucesivas de varias familias, que conocen la riqueza y la ruina en el nuevo mundo, y así, de Iowa a Texas, de Maine a Louisiana, entre africanos, polacos, noruegos, irlandeses, vascos y franco-canadienses, seguiremos sus pasos por una América ásperamente racista que se construye a sí misma, una América cuyo último vínculo con el pasado será la voz humilde y destartalada de un acordeón.