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jueves, 13 de diciembre de 2018

LOS DIECISÉIS ÁRBOLES DEL SOMME

Hace tiempo ya que mi querida Clara Glez. me recomendó esta novela, me había olvidado de ella, hasta que llamó mi atención desde una estantería de mi Biblioteca de cabecera y...., sin dudar, me lo traje casa.

«Toda mi vida había oído un silbido procedente del bosque de abedules flameados. Y una noche de 1991, ese silbido creció hasta formar un viento que hizo que me tambaleara.» Los dieciséis árboles del Sol me
Lo he leído a una velocidad constante y en un tiempo bastante corto, dadas sus casi 500 páginas, y me ha gustado, en general, pero se queda lejos de convertirse en uno de mis favoritos, será que me resulta difícil empatizar con los protagonistas, será que las muchas casualidades de la trama me desconciertan, será que la historia me parece tan obvia que me molestan las "vueltas y revueltas" del autor, será que hay estereotipos muy manidos, será....!
No ha sido una mala lectura, pero se queda lejos de las expectativas que despertó en mí la sinopsis.

Sinopsis (Ed. Alfaguara)
La novela ganadora del Premio de los Libreros de Noruega.
Tras éxito de El libro de la madera (Libro del Año según Cinco días), llega la gran obra de Lars Mytting, estrella de la literatura noruega junto a Knausgård.
«Toda mi vida había oído un silbido procedente del bosque de abedules flameados. Y una noche de 1991, ese silbido creció hasta formar un viento que hizo que me tambaleara.»
En 1971 una pareja muere al pisar una vieja granada en el antiguo campo de batalla del Somme, escenario de uno los episodios más cruentos de la Primera Guerra Mundial. Su hijo de tres años es encontrado cuatro días más tarde a muchos kilómetros de distancia. Edvard crecerá con su abuelo Sverre en una granja noruega ignorando el enigmático suceso hasta que, un día, alguien entrega un ataúd destinado a su abuelo: una espléndida pieza de carpintería tallada en madera de abedul. El muchacho intuye que es obra del hermano de Sverre, de quien se perdió el rastro tiempo atrás, y emprende una búsqueda desesperada del posible vínculo entre este nuevo misterio y la trágica muerte de sus padres.
Una historia épica sobre el amor y la pérdida que recorre las vidas de tres generaciones de una familia. Un apasionante viaje por el pasado de Europa pero también por los árboles y la naturaleza.

Los dieciséis árboles del Somme (fragmento)

MI MADRE ERA PARA MÍ UN OLOR. Era un calor, una pierna a la que me aferraba, un soplo de algo azulado, un vestido que creía recordar que usaba. Me decía a mí mismo que mi madre me había lanzado a la vida con un arco y, cuando moldeaba mis recuerdos sobre ella, no estaba seguro de si eran correctos ni verdaderos, sencillamente la recreaba tal como creía que un hijo debe recordar a su madre.
Era en ella en quien pensaba cuando ponía a prueba mi añoranza, rara vez en mi padre. En ocasiones me preguntaba si él habría sido como los demás padres del pueblo, esos hombres a los que veía con uniforme de la reserva o con zapatillas de deporte en los entrenamientos de fútbol para adultos, tipos que madrugaban los fines de semana para participar en las jornadas de trabajo colectivo de la Asociación de Caza y Pesca de Saksum. Sin embargo, permití que mi padre se desvaneciera sin sentir remordimientos, cosa que durante muchos años me tomé como prueba de que mi abuelo había tratado de hacer todo lo que podría haber hecho mi padre y de que realmente lo había conseguido.
La navaja del abuelo era una bayoneta rusa partida. Su mango de abedul flameado era el único trabajo de carpintería fina que había hecho en la vida. Por la parte de arriba, la hoja estaba roma y la usaba para raspar óxido y doblar alambres. El otro lado lo mantenía tan afilado que podía usarlo para cortar tiritas o desgarrar grandes sacos de cal, una maniobra que llevaba a cabo con rapidez para que los granos blancos no se salieran demasiado pronto y a mí me diera tiempo a maniobrar el tractor por el prado.


lunes, 15 de enero de 2018

LOS DIECISÉIS ÁRBOLES DEL SOMME


RESEÑA DE CLARA GLEZ. para LIBROS, 6 de Diciembre de 2017.

Los dieciséis árboles del Somme - Lars Mytting
Después de haber leído su árbol de la madera, qué me gustó, pero me cansó en cierta medida, por la cantidad de detalles digamos técnicos, empecé este un poco con el ceño fruncido.....
Pero mientras más avanzaba , más me gustaba. Es cierto que hay descripciones “ maderistas”, pero la trama hace que sigas y sigas.
Parece que ya tienes resuelta la trama, y aparece otro giro, otro detalle que vuelve a replantearte la historia, a preguntarte ¿qué pasó?, ¿qué pasará?.
Unos personajes, muy bien trazados, unos lugares perfectamente descritos, determinantes para la historia, y para comprender a esos personajes. A su modo de vida.
La forma de contar es muy buena, fácil de entender, pero rica en matices. Donde los olores, los colores, van sacando recuerdos al protagonista, como si de la madalena de Proust, se tratara.
«Mi madre era para mí un olor. Era un calor, una pierna a la que me aferraba, un soplo de algo azulado, un vestido que creía recordar que usaba.»
Podríamos clasificar a este libro como narrativa, como histórico e incluso como un thriller, una novela de intriga, de suspense por saber de un pasado que poco a poco se va desvelando, como si se tratase de una de esas piezas de roble, en las que el ebanista saca sus mejores vetas.
Y dejándose llevar por estas vetas , Edvard, irá sacando a la luz su pasado, su historia y la de esa familia que perdió.
«Llegué a la conclusión de que la muerte no siempre es una asesina ciega y atroz. A veces, antes de marcharse, deja unas llaves. »
Sinopsis
En 1971 una pareja muere al pisar una vieja granada en el antiguo campo de batalla de Somme, escenario de uno los episodios más cruentos de la Primera Guerra Mundial, y su hijo de tres años es encontrado cuatro días más tarde en un pueblo a muchos kilómetros de distancia.

Edvard crecerá con su abuelo Sverre en una solitaria granja escandinava ignorándolo todo acerca de aquel enigmático suceso, hasta que un día un hombre hace entrega de un ataúd destinado a su abuelo, una espléndida pieza de carpintería tallada en madera de abedul. El muchacho intuye que es obra del hermano de Sverre, Einar, de quien se perdió el rastro hace tiempo tras abandonar a su familia rumbo a Francia.

Sinopsis (Ed. Alfaguara)
La novela ganadora del Premio de los Libreros de Noruega.
Tras éxito de El libro de la madera (Libro del Año según Cinco días), llega la gran obra de Lars Mytting, estrella de la literatura noruega junto a Knausgård.
«Toda mi vida había oído un silbido procedente del bosque de abedules flameados. Y una noche de 1991, ese silbido creció hasta formar un viento que hizo que me tambaleara.»
En 1971 una pareja muere al pisar una vieja granada en el antiguo campo de batalla del Somme, escenario de uno los episodios más cruentos de la Primera Guerra Mundial. Su hijo de tres años es encontrado cuatro días más tarde a muchos kilómetros de distancia. Edvard crecerá con su abuelo Sverre en una granja noruega ignorando el enigmático suceso hasta que, un día, alguien entrega un ataúd destinado a su abuelo: una espléndida pieza de carpintería tallada en madera de abedul. El muchacho intuye que es obra del hermano de Sverre, de quien se perdió el rastro tiempo atrás, y emprende una búsqueda desesperada del posible vínculo entre este nuevo misterio y la trágica muerte de sus padres.
Una historia épica sobre el amor y la pérdida que recorre las vidas de tres generaciones de una familia. Un apasionante viaje por el pasado de Europa pero también por los árboles y la naturaleza.
Los dieciséis árboles del Somme (fragmento)

MI MADRE ERA PARA MÍ UN OLOR. Era un calor, una pierna a la que me aferraba, un soplo de algo azulado, un vestido que creía recordar que usaba. Me decía a mí mismo que mi madre me había lanzado a la vida con un arco y, cuando moldeaba mis recuerdos sobre ella, no estaba seguro de si eran correctos ni verdaderos, sencillamente la recreaba tal como creía que un hijo debe recordar a su madre.
Era en ella en quien pensaba cuando ponía a prueba mi añoranza, rara vez en mi padre. En ocasiones me preguntaba si él habría sido como los demás padres del pueblo, esos hombres a los que veía con uniforme de la reserva o con zapatillas de deporte en los entrenamientos de fútbol para adultos, tipos que madrugaban los fines de semana para participar en las jornadas de trabajo colectivo de la Asociación de Caza y Pesca de Saksum. Sin embargo, permití que mi padre se desvaneciera sin sentir remordimientos, cosa que durante muchos años me tomé como prueba de que mi abuelo había tratado de hacer todo lo que podría haber hecho mi padre y de que realmente lo había conseguido.
La navaja del abuelo era una bayoneta rusa partida. Su mango de abedul flameado era el único trabajo de carpintería fina que había hecho en la vida. Por la parte de arriba, la hoja estaba roma y la usaba para raspar óxido y doblar alambres. El otro lado lo mantenía tan afilado que podía usarlo para cortar tiritas o desgarrar grandes sacos de cal, una maniobra que llevaba a cabo con rapidez para que los granos blancos no se salieran demasiado pronto y a mí me diera tiempo a maniobrar el tractor por el prado.
El lado afilado y el romo se unían en una punta de daga, con la que remataba a los grandes peces que cogíamos en el lago de Saksum. Primero iba desprendiendo las fuertes truchas de los anzuelos de la línea, mientras ellas se agitaban furiosas al sentir que se ahogaban en el aire. Luego las apoyaba contra la regala, les clavaba en la cabeza la punta de la navaja y presumía de la anchura de sus lomos. En ese momento, yo siempre levantaba los remos y me quedaba mirando cómo corría la sangre por el filo, un fluido denso que caía lentamente, a diferencia del agua que se deslizaba veloz por los remos.
Sin embargo, ambos líquidos acababan mezclándose en la misma agua de montaña, mientras las truchas se desangraban y pasaban a ser nuestro pescado cogido en nuestro lago.