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domingo, 24 de septiembre de 2017

UN JUEGO DE NIÑOS


Leí hace tiempo El secreto y, recientemente, El jilguero; sólo me faltaba Un juego de niños para tener la obra completa de Donna Tartt en mi "mochila lectora" y ahora la tengo.
Es inevitable enamorarse de un personaje cuyos referentes son Sherlock Holmes y Houdini, y que tras una "catástrofe aniquiladora" se refugiaría encantada en una biblioteca. Dicho esto, a veces, a Donna Tartt le sobran páginas, al igual que le sobra talento y sentimiento.
Me gustó mucho Un juego de niños, no tanto como El jilguero y un poco menos que El secreto, pero he disfrutado de esa prosa depurada que crea paisajes humanos inolvidables en un pueblo, en el que no debería pasar nada digno de ser narrado.
Recomendable para leer sin prisa.

Sinopsis (Ed. LUMEN)
Desde siempre los Cleve han tenido la sana costumbre de rememorar juntos la historia familiar. Todos hablan de todo, pero nadie se atreve a recordar aquella tarde de verano en que el pequeño Robin apareció ahorcado de un árbol del patio trasero de la casa.
La sorpresa y el dolor trastornan a la señora Cleve, que desde entonces deambula como un fantasma por las habitaciones sucias, mientras el padre cura sus males en brazos de otras mujeres y la abuela saca fuerzas de flaqueza para dominar tanta locura.
Harriet, la hermana menor de Robin, era un bebé cuando tuvo lugar la desgracia, y ahora es una niña de doce años con las rodillas llenas de rasguños y el ánimo peleón de quien acaba de estrenarse en la vida. Es ella la única que parece preocuparse por saber el nombre del asesino, pero ¿será capaz de resolver un caso que la policía ya tenía archivado?
Muy lejos de la sensiblería y muy cerca de la gran literatura, Donna Tartt nos devuelve al tiempo de nuestra infancia con Un juego de niños, una novela tan hermosa como esas largas tardes de verano en que da lástima crecer.

Un juego de niños (fragmento)

"¿Y si hubiera una epidemia en Alexandria -pensó-, y sólo sobreviviera yo?.
Me iría a vivir a la biblioteca", se dijo. La idea la animó. Harriet sola leyendo a la luz de las velas, las sombras temblando en el techo, sobre el laberinto de estantes. Podría llevarse una maleta de casa (con crema de cacahuete y galletas saladas, una manta, una muda y juntar dos de aquellas grandes butacas de la sala
... de lectura para dormir........"

jueves, 31 de agosto de 2017

EL JILGUERO


Totalmente absorta he permanecido en la lectura de las más de 700 páginas del nuevo libro de Donna Tartt, por el que ha recibido el Premio Pulitzer de novela 2014.
Es verdad que mis vibraciones eran buenas ya que el primer libro de la autora, El Secreto, que leí hace ya la friolera de 20 años, me pareció notable; bien, pues, las vibraciones se han confirmado.
He acompañado a Theo Decker desde la adolescencia a la juventud entre un marasmo de tragedia, amor, arte, drogas, crimen, amistad...... He vivido encadenada al joven protagonista de la novela tan lejano, tan próximo como puede estar cualquier ser humano. He vivido pendiente de sus sentimientos sin importar que sea chico, norteamericano y pijo. He vivido intensamente la pérdida, la soledad, la incomprensión, el desamor y esa incertidumbre adolescente que te hace preguntarte cada mañana ¿dónde estoy?, ¿de qué sirve todo esto?, ¿para qué quiero vivir?.........
Sentimientos universales que Tartt relata con maestría en una novela intensa y, sorprendentemente, corta a pesar de su extensión.
La recomiendo¡¡¡

Sinopsis (Ed. Lumen)
Al empezar El jilguero vamos enfocando una habitación de hotel en Amsterdam. Theo Decker lleva más de una semana encerrado entre esas cuatro paredes, fumando sin parar, bebiendo vodka y masticando miedo. Es un hombre joven, pero su historia es larga y ni él sabe muy bien por qué ha llegado hasta aquí.
¿Cómo empezó todo? Con una explosión en el Metropolitan Museum hace unos diez años y la imagen de un jilguero de plumas doradas, un cuadro espléndido del siglo XVII que desapareció entre el polvo y los cascotes. Quien se lo llevó fue el mismo Theo, un chiquillo entonces, que de pronto se quedó huérfano de madre y se dedicó a desgastar su vida: las drogas lo arañaron, la indiferencia del padre lo cegó y sus amistades le condujeron a la delincuencia. Su historia tuvo la ocasión de llegar a su final, en el desierto de Nevada, pero no. Al cabo de un tiempo, otra vez las calles de Manhattan, una pequeña tienda de anticuario y un bulto sospechoso que va pasando de mano en mano hasta llegar a Holanda.

El jilguero (fragmento)
"«Los muertos se nos aparecen en sueños —dijo Julian—, porque ésa es la única manera de que nosotros los veamos; lo que vemos sólo es una proyección lanzada desde la distancia, luz procedente de una estrella muerta.»
Y eso me recuerda un sueño que tuve hace un par de semanas. Estaba en una ciudad desierta y extraña —una ciudad antigua, como Londres—, diezmada por la guerra o por una epidemia. Era de noche; las calles estaban a oscuras, abandonadas, maltrechas. Andaba sin rumbo fijo y pasaba por parques destrozados, estatuas en ruinas, jardines cubiertos de malas hierbas y edificios de apartamentos derruidos con vigas oxidadas sobresaliendo de las fachadas, como huesos. Pero aquí y allá, esparcidos entre los desolados armazones de los edificios antiguos, empecé a ver también edificios nuevos, conectados por puentes futuristas iluminados desde abajo.
Fríos y alargados elementos de arquitectura moderna que surgían, fosforescentes y fantasmales, de los escombros.
Entraba en uno de esos edificios modernos. Parecía un laboratorio, o quizás un museo. Oía el eco de mis pasos sobre el suelo de baldosas. Había unos cuantos hombres, todos ellos fumando en pipa y reunidos alrededor de un objeto expuesto en una caja de cristal que relucía en la penumbra e iluminaba las caras de forma macabra, desde abajo.
Me acerqué un poco. Dentro de la caja había una máquina que daba vueltas lentamente sobre un plato giratorio, una máquina con partes de metal que se doblaban hacia dentro y hacia fuera y que se transformaba para dar lugar a nuevas imágenes. Un templo inca... las pirámides... el partenón. La Historia ante mis ojos, cambiando sin pausa. "