viernes, 17 de agosto de 2018

NO ERES LO QUE BUSCO

Hace muchos años que Ann Cleeves pública una serie de novelas protagonizadas por una inspectora de mediana edad, con sobrepeso, que vive sola tras la muerte de su padre en un pequeño pueblo con mar, viste mal y su distintivo es una gabardina que ha conocido tiempos mejores; cabezota, poco ortodoxa en sus investigaciones, está que os he descrito es Vera Stanhope.
Ahora poned que es guardia civil y vive en un pueblo español, tendréis a Miranda Vega, eso sí con un poco menos de calidad que la original, con fallos en las descripciones y en la trama, en fin.....una pena
Y es que podría ser entretenido pero odio que me tomen el pelo y, desde luego, entre el original y la copia, me quedo, siempre, con el original.

Sinopsis (Ed. Plaza y Janés)
¿Qué pasaría si en lugar de encontrar en internet tu cita perfecta encuentras al asesino perfecto?
En una pequeña ciudad costera de Castellón, donde nunca pasa nada, una escritora de mediana edad ha quedado con un joven a través de la aplicación de móvil para ligar más popular del mercado. Cuando llega a la cita, en casa del chico, encuentra su cadáver desnudo y grotescamente manipulado.
La teniente Miranda Vega, una guardia civil madura, experimentada y con un ácido sentido del humor, y su nuevo compañero, el sargento Christian Ballesteros, un novato ingenuo y de buen corazón, liderarán la investigación del asesinato del chico, lo que destapará un sórdido mundo de intereses mafiosos, fundamentalismos religiosos y fetichismos sexuales en lo que hasta entonces había sido una pacífica localidad turística.
No eres lo que busco (fragmento)
Santarés, provincia de Castellón,
viernes, 24 de abril
Telma salió de su ensimismamiento cuando Eduardo II le sacudió un rodillazo en los huevos a lord Gaveston.
El conde de Cornualles, un chaval con la cara plagada de acné, se llevó la mano a la entrepierna con un quejido agónico. Tenía el rostro tan congestionado por el dolor que cada uno de sus granos parecía a punto de reventar.
—¡Te dije que nada de meter la lengua, puto asqueroso! —ladró el rey Eduardo.
Telma suspiró. Candela era una buena chica. Su aspecto andrógino y su habilidad para memorizar frases la hacían la elección perfecta para descargar sobre sus hombros el rol protagonista de la obra, el del rey Eduardo. Por desgracia, la chica tenía muy mal pronto. Un par de meses atrás, había tenido que cumplir tres semanas de trabajos sociales por clavarle un compás en el brazo a una compañera de instituto. Para Telma, como directora de escena, eso no era del todo un inconveniente: todo buen actor debe saber mostrar su garra.
—Está bien, chicos —dijo Telma, con tono sosegado—. ¿Qué es lo que ha ido mal?
Candela señaló a lord Gaveston, aún angustiado por su estado genital. El resto de los actores, despatarrados por las butacas del salón de actos a la espera de su intervención, se reían a carcajadas.
—¡Este imbécil, que ha querido comerme los morros!
El actor que interpretaba a Gaveston se llamaba Ali, y era de padres argelinos. En su momento a Telma le pareció buena idea darle el papel de conde de Cornualles, amante del rey, a un chico con marcados rasgos norteafricanos. Le resultó muy rompedor. Cada vez se arrepentía más de su decisión. Ali era un pésimo actor, y también bastante obtuso.
—¡Se supone que nos tenemos que besar en esta escena! —protestó el chico.
—Tienes razón, Ali —repuso Telma, siempre serena. El secreto para tratar con aquellos chicos era aparentar en todo momento tener el caballo bien sujeto por las riendas—. Y la clave de toda buena actuación es vivir el personaje con intensidad. Pero supongo que en este caso habría sido más adecuado un poco menos de Marlon Brando y un poco más de John Gielgud.
Ali la miró con expresión bobalicona.


EL DOMINGO DE LAS MADRES

Nada mejor que una hermosa mañana de domingo para leer con calma está novela de, apenas, 200 páginas en la que Jane Fairchild, joven huérfana, criada en casa acomodada, amante y libre, nos relata su Domingo de las Madres, ese en que las criadas podían visitar a sus familias (una vez al año no hace daño), ese en el que su vida cambiará para siempre.
Con una prosa elegante y contundente, Swift da voz a una joven que a lo largo de un domingo nos relata su pasado, nos hace vivir su presente y deja que nos asomemos a su futuro.
Amor, sueños y realidad.
Me ha gustado mucho!

Sinopsis (Ed. Anagrama)

Inglaterra, 30 de marzo de 1924. El Domingo de las Madres. Una jornada en la que las criadas vuelven a sus casas para visitar a sus familias. Pero Jane Fairchild, de veintidós años y que trabaja para los Niven, es huérfana, y pasa ese día de un modo muy distinto. Se cita con su amante, Paul Sheringham, el único hijo vivo de los vecinos de los Niven, que han perdido a los otros en la guerra. Jane y Paul llevan años de relación clandestina, pero ha llegado el momento de dejarlo, porque él va a casarse con una chica de su clase social dentro de dos semanas. La pareja hará el amor por última vez, pero después de despedirse sucederá algo inesperado que cambiará para siempre la vida de ella...
En los años que le quedan por delante, Jane acrecentará su interés por la lectura –a través de los libros de Conrad–, trabajará en una librería de Oxford y con el tiempo se convertirá en una novelista de éxito, en una forjadora de ficciones. Pero nunca olvidará lo sucedido aquel 30 de marzo de 1924.

Graham Swift, en la plenitud de su madurez literaria, ha escrito una novela tan concisa como deslumbrante, impregnada de erotismo, pasión y melancolía. Una bellísima indagación en los meandros del amor, en la importancia de los recuerdos que evocamos y de las historias que nos contamos, en la búsqueda de la propia identidad y en el poder transformador de la literatura.

El domingo de las madres (fragmento)

¡Vas a ir al baile!

Érase una vez..., antes de que mataran a los chicos y cuando había más caballos que coches, antes de que desaparecieran los sirvientes varones y en Upleigh y en Beechwood tuvieran que arreglárselas con una cocinera y una sirvienta, los Sheringham eran propietarios no sólo de los cuatro caballos de su cuadra, sino también de un ejemplar que podía considerarse un «señor caballo», un caballo de carreras, un purasangre. Se llamaba Fandango, y su caballeriza estaba cerca de Newbury. Nunca había ganado nada de nada. Pero era el pequeño lujo de la familia, su esperanza de fama y gloria en las carreras del sur de Inglaterra. El trato era que Mamá y Papá –conocidos también, en el extraño lenguaje de él, como «los ineptos»– eran dueños de la cabeza y el cuerpo, y Dick y Freddy y él de una pata cada uno.
–¿Y la cuarta pata?
–Ah, la cuarta pata... Ésa ha sido siempre la pregunta.
Durante la mayor parte del tiempo no fue más que un nombre, un nombre que no podía verse, aunque un nombre muy caro dividido en cuatro y perfectamente adiestrado. Se había vendido en 1915, cuando él tenía quince años. «Antes de que tú aparecieras, Jay.» Pero una vez, hace mucho tiempo, una mañana de junio temprano, emprendieron todos una expedición extraña y disparatada sólo para verle, para ver cómo montaban al galope a Fandango, su caballo, por las colinas. Para contemplar desde la valla cómo se acercaba, atronador, con otros caballos y pasaba ante ellos como un rayo. Estaban él y Mamá y Papá y Dick y Freddy. Y –quién sabe– alguna parte interesada y fantasmal, propietaria real de la cuarta pata.
Él tenía la mano en la pierna de ella.

YERULDELGGER, TIEMPOS SALVAJES

«Cuando el viento del norte golpea las estepas nevadas de Asia Central, nadie te oye morir.»

Segunda entrega de las "aventuras" de Yeruldelgger, policía mongol que desarrolla su labor en la comisaria central de Ulan Bator. Una trama compleja de corrupción generalizada, espías, tráfico de personas, violencia y ese toque parapsicológico que le otorga a nuestro protagonista su educación en un monasterio de monjes shaolin....
Me gusta conocer costumbres tan diferentes, "gastronomía" exótica y tradiciones mongolas pero la complejidad de la trama hace que, en algunos momentos, uno se pierda en la estepa nevada y no vea la forma de regresar.
Seguramente le daré una tercera oportunidad porque es más lo que me gusta que, lo que me disgusta pero....algo le falta.


Sinopsis (Ed. Salamandra)

En medio de las gélidas estepas mongolas, la inspectora Oyun, ayudante del comisario Yeruldelgger, se topa con una escena difícil de interpretar: un jinete y su caballo yacen aplastados bajo el lomo de una hembra de yak que parece haber caído del cielo. La misma sorpresa experimenta su jefe cuando, en un desfiladero del macizo del Otgontenger, se descubre el cadáver de un hombre que sólo puede haber acabado ahí... precipitándose desde las alturas. Y para cerrar el círculo de hechos insólitos, el mismo comisario es detenido como sospechoso del asesinato de Colette, una amiga prostituta a la que había ayudado a rehacer su vida. Sumido en la perplejidad y temiendo ser víctima de una trampa, Yeruldelgger acomete una investigación clandestina que generará tensiones con su equipo, reabrirá viejas heridas con su hija Saraa y provocará la intervención de los maestros shaolin del séptimo monasterio en el que fue criado. Pero la situación da un vuelco completo con el hallazgo de los cuerpos sin vida de un grupo de niños dentro de un contenedor en el puerto de El Havre. Pese a los miles de kilómetros que separan Mongolia de Francia, las pistas acabarán por cruzarse para destapar un caso de corrupción y abusos a todos los niveles que afecta a las más altas esferas de diversos países, desde Europa hasta Asia. Tras la carta de presentación que supuso Yeruldelgger. Muertos en la estepa, Ian Manook regresa a Mongolia y a su carismático comisario. País de fuertes contrastes, donde las tradiciones ancestrales y la espiritualidad conviven con la mafia y el crimen organizado, Mongolia vuelve a ser protagonista de esta vibrante novela que, con personajes de marcado carácter y escenarios sobrecogedores, consolida a su autor como una de las voces más originales y sugerentes del noir en los últimos años.

Yeruldelgger, tiempos salvajes (fragmento)

1
... y puso un dedo en el gatillo

Embutida en su parka con forro polar, la inspectora Oyun intentaba comprender aquel amontonamiento de cosas. Estaba agachada en la nieve, que crujía bajo su peso, y se había inclinado para verlo mejor. El frío le cortaba los ojos y el aire helado le arañaba las fosas nasales con cada respiración. Era como aspirar fragmentos de cristal. A su alrededor, un nuevo dzud, el invierno mongol más terrible y extremo, había vitrificado la estepa inmaculada. Por tercer año consecutivo, el «mal blanco» golpeaba el país. Eran inviernos polares muy largos, seguidos de veranos caniculares cortos. Tormentas de nieve que duraban días, en las que uno no veía ni su propia yurta y podía perderse y morir congelado, de pie, a un metro de ella. Luego, sobre el paisaje paralizado por el hielo, se alzaban cielos tan azules que parecían lacados, agujereados por un sol blanco y diminuto. Oyun no recordaba dzuds como ésos en su infancia. El primero del que tenía recuerdo era el de 2001. Un invierno tan crudo y largo que siete millones de animales murieron en todo el país. Guardaba en su memoria la imagen de aquellos miles de nómadas, todavía orgullosos y fuertes unos meses antes, que acudían derrotados a Ulán Bator para mendigar y morir en silencio, ateridos, en las cloacas. Los hombres habían perdido sus caballos, las mujeres, sus yaks y sus cabras, y los niños, sus corderos e incluso sus perritos. Aquel invierno mató más personas en Mongolia que los aviones de las Torres Gemelas en Manhattan.

LA CIUDAD BLANCA

La ciudad blanca es el retrato de una mujer aislada, de una mujer que ha sido madre recientemente y se ha quedado viuda y sola; todos sus sentidos embotados, toda su vida destrozada, toda su capacidad de raciocinio nublada...
Novela corta e intensa que relata un cambio físico y un cambio moral. Un thriller angustioso y muy bien escrito.
Diferente y recomendable.

Sinopsis (Ed. Anagrama)
Final del invierno, el paisaje está cubierto de nieve. En el interior de una casa que parece deshabitada, una mujer joven se contempla desnuda en el espejo: la barriga le cuelga y está llena de estrías, tiene los pechos hinchados y bajo la piel asoma una red de finísimas venillas. Son los estragos que ha sembrado en su cuerpo la reciente maternidad. Pero su aspecto físico no es lo único que ha cambiado en los últimos tiempos.
El mundo de Karin se ha transformado por completo. John, el hombre al que amaba, ya no está con ella. Y con John ha desaparecido el tren de vida que llevaba: las fiestas amenizadas con coca, los lujos... Ahora está sola con su hija Dream, el poco dinero que le queda se le está agotando y el entorno en el que se movía –las otras mujeres de los miembros de la organización criminal de la que formaba parte John– le ha dado la espalda. La justicia ha desmontado el entramado económico que sustentaba su plácida vida, y en breve se verá obligada a abandonar la casa inhóspita y gélida en la que ahora se atrinchera. Acorralada, no le queda otro remedio que asumir riesgos y buscar un modo de salir del atolladero utilizando sus propias armas...
En parte thriller cargado de tensión y en parte novela psicológica sobre una mujer que debe enfrentarse a la transformación de su cuerpo, de su entorno y de su modo de vida, La ciudad blanca es obra de una de las jóvenes escritoras suecas más aclamadas en su país. Su carrera ha despegado internacionalmente con este libro galardonado con el prestigioso premio Per Olov Enquist y convertido en Escandinavia en un arrollador best-seller.

La ciudad blanca (fragmento)

Fue al final del invierno. Bajo un cielo que siempre estuvo allí y que ahora se veía oscuro, la casa aún parecía casi nueva. Como si tuviera cierto lustre. Alrededor no había nada más que silencio y nieve. Se había acumulado enmarcando los grandes ventanales cubiertos de escarcha y surgía de las sombras, en altos montones apilados contra la fachada. En ningún sitio se apreciaba que la hubieran retirado.
El viento había azotado la nieve, que se había posado en un montículo en la escalera que conducía hasta la puerta de entrada. Una onda congelada que indicaba que nadie había entrado ni salido de allí en varios días.
Por dentro, la puerta tenía echado el cerrojo y estaba cerrada a conciencia con varias llaves, y justo al lado había una bolsa de papel rota por la que asomaban sobres blancos y marrones. Facturas y cartas que nadie había abierto. El suelo estaba frío y manchado de nieve derretida y de salpicaduras de barro, como la bolsa.
El recibidor estaba a oscuras, como si no fuera de día. El espejo colgaba torcido y sucio. Delante del espejo se encontraba Karin, descalza y desnuda, con la puerta del cuarto de baño abierta de modo que la luz del interior le bañaba todo el cuerpo. Tenía la piel erizada de frío, se la veía pálida y violácea. Le colgaba la barriga y tenía los pechos pesados e informes. El izquierdo se le había hinchado durante la noche y se le había tensado tanto la piel que debajo se apreciaba una red de finísimas venillas.


LA TRANSPARENCIA DEL TIEMPO

"La evidencia de una cantidad tajante, incluso de sonoridad obscena (sesenta, sesenta, algo se desinfla y estalla, sse-sssen-ta), se le había presentado como una ratificación incontestable de lo que su físico (rodillas, cintura y hombros oxidados; hígado envuelto en grasa; pene cada vez más perezoso) y su espíritu (sueños, proyectos, deseos mitigados o para siempre extraviados) iban sintiendo desd
e hacía algún tiempo: la obscena llegada de la vejez... ¿De verdad ya era un viejo?"
Estos últimos días he paseado por La Habana, de la mano de Mario Conde, me he sumergido en la vida de esos cubanos que sobreviven atónitos y perciben un cambio que no afecta más que a los nuevos ricos, a los corruptos y a esa clase de gente que nunca ha carecido de nada....Tráfico de arte, lujos desconocidos, corrupción, crímenes...y Mario Conde a punto de cumplir 60 años, el inicio de esa "cuarta edad" que no sabe que le traerá.
Dos tramas en una, la trama habanera que camina hacia adelante y la trama europea que camina hacia atrás, conectadas por una virgen negra de origen
medieval.
Me ha gustado mucho, aunque la parte "histórica" está sobredimensionada y aburre un poco; afortunadamente el discurrir de las investigaciones de Mario Conde en La Habana compensa lo repetitivo de la trama histórica y mi opinión global sobre la novela es muy positiva.
La recomiendo¡¡¡

Sinopsis (Ed. Tusquets)
A un Mario Conde a punto de cumplir sesenta años, y que se siente más en crisis y más escéptico que de costumbre con su país, le llega de manera inesperada un encargo de un antiguo amigo del instituto, Bobby, que le pide ayuda para recuperar la estatua de una virgen negra que le han robado. Conde descubre que esa pieza es mucho más valiosa de lo que le han dicho, y su amigo tiene que confesarle que proviene de su abuelo español, que, huyendo de la Guerra Civil, la trajo de una ermita del Pirineo catalán. En los bajos fondos de La Habana, Conde da con un sospechoso al que acaban matando. Con el asesinato de otro cómplice, Conde descubre una inesperada trama de galeristas y coleccionistas extranjeros interesados en la talla medieval, y se tropieza inevitablemente con la policía de homicidios de La Habana. Pero, en capítulos intercalados, La transparencia del tiempo también cuenta la epopeya a lo largo de los siglos de la estatua, una virgen negra traída de la última cruzada a una ermita del Pirineo por un tal Antoni Barral, y será otro Antoni Barral quien la salve y se vea obligado a embarcar como polizón rumbo a La Habana.


La transparencia del tiempo (fragmento)

4 de septiembre de 2014

La luz rotunda del amanecer tropical, filtrada por la ventana, caía como el haz teatral proyectado sobre la pared de donde pendía el almanaque con sus doce cuadrículas perfectas, distribuidas en cuatro hileras de tres rectángulos cada una. Los espacios del calendario originalmente habían sido cromados con tonos distintivos entre el verde juvenil de la primavera y un vetusto gris invernal, un juego que solo un diseñador muy imaginativo podría asociar con algo tan inexistente en una isla del Caribe como las cuatro estaciones del año. Con el paso de los meses, algunas cagadas de moscas habían contribuido a decorar la cartulina con erráticos puntos suspensivos; varias tachaduras y los colores cada vez más fatigados testimoniaban la utilización práctica del impreso y la exposición a la luz de esmeril que cada día lo asolaba. Trazos de geometrías diversas y caprichosas, grabados alrededor, en los bordes, incluso sobre la superficie de ciertos números, remitían a recordatorios en su momento invocados, luego quizás olvidados, nunca cumplidos. Marcas del paso del tiempo y advertencias a una memoria en fase esclerótica.
Los guarismos encargados de especificar el año corriente, en el borde superior del calendario, habían recibido una atención muy especial, con varias señales crípticas, y la cifra precisa encargada de indicar el noveno día de octubre aparecía encerrada entre varios signos de perplejidad, más que de admiración, rayados con saña y con un bolígrafo de tinta negra, apenas un poco más tenue que la utilizada por los impresores para fijar las letras y los números en la cartulina. Y junto a las admiraciones, la cifra mágica de resonancias numerológicas, de recurrencia perfecta, en la que nunca antes él había reparado: 9-9-9.

jueves, 16 de agosto de 2018

TANTOS DÍAS FELICES

Ohhhhh el amor!!
Lo que en Sylvia (Leonard Michaels) era destrucción y sufrimiento, en esta novela se transforma en fina ironía, elegancia y savoir faire...¡
Años 70 en New York, clase media culta y elegante y amor, mucho amor que, en ningun momento resulta cargante o facilón, y si, chispeante, divertido e ingenioso.
Me encanta la forma de escribir de Colwin y ese "costumbrismo moderno" que cada día perfecciona más.
Muy recomendable para pasar un rato delicioso pleno de optimismo y belleza. Y recuerden :
"No soy maravillosa, soy el azote de Dios" pag.83

Sinopsis (Ed. Libros del Asteroide)
Guido y Vincent son amigos desde niños, estudian en Cambridge (Massachusetts) y comparten sueños: Guido quiere escribir poesía y a Vincent le gustaría ganar el Premio Nobel de Física. Cuando Guido se encuentra con la extravagante Holly a la salida de un museo se enamora perdidamente de ella, pero presiente que no tendrán una relación fácil. Vincent, más abierto y alegre, conoce a Misty en el trabajo y, aunque ella es una misántropa terrible, estaría dispuesto a darlo todo por salir con ella.
A través de las relaciones de estos personajes, de sus cortejos, celos, rupturas y reconciliaciones en el Nueva York de finales de los setenta, Tantos días felices retrata a cuatro personas inteligentes y bienintencionadas que no pueden dejar de creer en el amor. Una maestra en la narración de sentimientos y relaciones afectivas, Laurie Colwin es uno de los secretos mejor guardados de la literatura norteamericana. Su prematura muerte en 1992 le privó del éxito que sin duda merecía; aun así, el número de devotos de sus peculiares comedias de costumbres no ha dejado de crecer desde entonces.

Tantos días felices (fragmento)

PRIMERA PARTE
1
Guido morris y Vincent Cardworthy eran primos terceros. Nadie recordaba ya qué morris se había casado con qué Cardworthy y a nadie le importaba salvo en las grandes reuniones familiares, cuando de vez en cuando alguien sacaba el tema y lo sometía a benévola consideración. Vincent y Guido eran amigos desde su más tierna infancia. Los habían llevado de paseo juntos en el mismo cochecito y, ya de niños, solían reunirse en la casa que los Cardworthy tenían en Petrie, Connecticut, o en casa de los morris, en Boston, para jugar a las canicas, trepar a los árboles y poner petardos en buzones y en cubos de la basura. De adolescentes habían bebido cerveza a escondidas y habían probado a fumar los puros del padre de Guido, que en vez de marearlos solían dejarlos muy contentos. Ya de mayores, ambos disfrutaban muchísimo con un buen puro.
En la universidad los dos habían hecho el tonto, habían gastado dinero y se habían preguntado qué sería de ellos cuando fueran mayores. Guido quería escribir poesía en dísticos heroicos y Vincent pensaba que acabaría ganando el Nobel de Física.

MARIPOSAS HELADAS


Esto huele a serie protagonizada por policía de pueblo y psicóloga de ciudad....creo que hasta tiene nombre "Los crímenes de Lipowo".
Este inicio de serie en clave negra-polaca es predecible, muy predecible, tiene todos los ingredientes de la novela policiaca con afán de superventas y, casi seguro, que lo será. Crímenes cuyo origen está en el pasado, pequeño pueblo donde todos se conocen, un toque de fractura social, violencia de genero, infidelidad, sobreprotección maternal, abusos a menores, corrupción policial.....¿No serán demasiados temas para tratar en la primera entrega?
Me ha entretenido y, sin duda aunque no será una obra maestra, leeré nuevas entregas.

Sinopsis (Ed. Maeva)

El hallazgo del cuerpo sin vida de una mujer en un paraje helado destapa una cadena de secretos que se inició en la década de 1950.

Una gélida mañana de invierno, el cuerpo sin vida de una monja, que aparentemente ha sido atropellada por un coche, aparece en las afueras de Lipowo, una localidad situada al norte de Varsovia. Pero pronto queda fuera de duda que primero fue asesinada y luego simularon un accidente. Unos días después, cuando aparece el cadáver de otra mujer, sin que entre ellas hubiera un vínculo aparente, la Policía debe darse prisa antes de que el asesino actúe de nuevo.
Las sospechas recaerán sobre algunos de los habitantes del pueblo: la propietaria de una tienda, el heredero de una familia adinerada o el hijo de uno de los oficiales de la Policía. La comisaria Klementyna Kopp y el comisario Daniel Podgórski tendrán que ponerse manos a la obra, investigar la verdadera identidad de la monja, su pasado y los motivos que la llevaron a Lipowo. Esta vez, además de con su equipo, Daniel contará con la ayuda de una recién llegada Veronika —psicóloga que viene de Varsovia, acaba de divorciarse y busca un nuevo comienzo lejos de la ciudad—, por la que se siente irresistiblemente atraído.

Mariposas Heladas (fragmento)

Prólogo
Varsovia. Domingo, 30 de diciembre de 2012 
La misa había terminado poco antes y la iglesia estaba ya vacía y a oscuras. El silencio solo se veía quebrado por algunos ecos lejanos. Un hombre se sentó en el primer banco, en uno de sus extremos. No quería que nadie se fijara en él, si por casualidad entraba alguien allí. Necesitaba unos momentos de intimidad. 
Pensar en lo que había hecho no le dejaba vivir tranquilo. Y con la perspectiva del tiempo resultaba aún peor. Había creído que los remordimientos se le pasarían, pero no había sido así. Se podría decir que, según se sucedían los días, se sentía cada vez peor. Iba recordando más y más detalles. Recordaba con precisión cómo iba vestida ella, cómo llevaba arreglado el pelo. Recordaba su voz. Sin embargo, lo peor de todo eran sus ojos. Primero había aparecido en ellos el terror, en cuanto se dio cuenta de lo que iba a ocurrir. Después, cuando todo hubo finalizado, su mirada quedó vacía. Ya no expresaba nada. En aquellos ojos solo vio su reflejo. El reflejo de un monstruo. 
El hombre se estremeció entre la oscuridad de la iglesia desierta. No sabía si era debido al frío que penetraba en el templo o a sus recuerdos. Ahora ya es demasiado tarde, pensó. Los santos de los cuadros parecían mirarlo de manera acusadora. Ahora ya es demasiado tarde, repitió mentalmente, como si quisiera convencerse a sí mismo y también a ellos. No podía cambiar lo que había hecho. No había forma de rectificarlo. Demasiado tarde. Tendría que vivir soportando el peso del peor de los pecados. 
Quizá con el tiempo lograra olvidarlo. Dirigió su mirada suplicante hacia el altar, siempre iluminado por la lucecita del sagrario dorado, pero no se atrevía a pedirle abiertamente a Dios que le ayudara con aquel asunto. Eso habría sido una blasfemia. 
El hombre cerró los ojos y quedó en completo silencio. Sus pensamientos erraban intranquilos. Ahora lo más importante es que nadie se entere, se dijo al final. En apariencia había tomado todas las medidas oportunas para que así fuera. Se encontraba a salvo. Al menos de momento.

BLANCO DE PLOMO

«Una de las escritoras estadounidenses más inteligentes y minuciosas de la actualidad».
DAVID FOSTER WALLACE

Esta es una de las calificaciones que la editorial emplea para promocionar la novela, tras leerla me animé y....., indudablemente no puedo opinar sobre la inteligencia de la autora, eso sí, sobre su minuciosidad no me ha quedado la menor duda....
La protagonista, Stela da Silva, es conservadora de arte y una mujer ciertamente peculiar, tanto como esta "intriga" repetitiva, deslavazada y absurda que parte de un supuesto tan falso (Las Meninas viaja desde El Prado a New York para ser restaurada en una galería de tercera clase por una restauradora de cuarta división) que todo lo demás se queda en una mera anécdota y en una resolución más falsa que "Un duro de madera".
No me ha "enganchado" en absoluto, ni los personajes, ni la trama, ni su final me han convencido en ningún momento.


Sinopsis (Ed. Siruela)
La conservadora de arte Stella da Silva es un ave nocturna, por eso agradece que la casa de subastas Claiborne’s le permita trabajar en un horario poco convencional. La luz natural puede dañar algunas obras pictóricas de valor incalculable, y, además, su concentración mejora cuando la ciudad descansa. Una noche, mientras se ocupa del más famoso óleo de Diego Velázquez —despachado en secreto a Nueva York para su restauración—, se ve obligada a interrumpir un momento su tarea y, al volver al estudio, encuentra allí un cadáver vestido como una de las figuras del cuadro. Pero al llegar la policía, tanto el cuerpo como Las meninas se han volatilizado sin dejar rastro. Stella, la última en tener acceso a él, pasa así a convertirse en la principal sospechosa. Para recuperar su reputación y su empleo, ya que Claiborne’s la despide inmediatamente, no tendrá más alternativa que tomar las riendas del caso. Pero no será la única en perseguir algo, ya que también alguien empezará a correr tras ella...

¿Es el arte una razón para vivir? ¿O un oscuro negocio por el que matar? Un thriller diferente, sofisticado, atento al detalle y, claro está, muy negro, ese color que en palabras de Kandinski «es el del silencio del cuerpo tras la muerte, el de la vida que se cierra».

Blanco de plomo (fragmento)

Capítulo 1
—Buenas noches, Calvin.
—Buenas noches, Stella. No te quedes trabajando hasta muy tarde… —El hombre lanzó un beso al aire y con un ademán de la cabeza señaló a su izquierda—… Estoy reventado. En cuanto acabe este piso me marcho a casa. 
En la grabación de la cámara de seguridad se veía a una mujer con tacones rojos, servidora, y al limpiador nocturno, con su uniforme azul, riéndose por lo bajini, con gesto de complicidad. Los dos habíamos oído un ruido, como de respiración entrecortada, en una de las salas al fondo del pasillo. —¿Vas a ir a ver qué es? —le pregunté. 
—Nah, estoy cansado del numerito. 
Calvin siguió a lo suyo, fregando el suelo de mármol decorado con un diseño geométrico blanco y negro, que parecía cortar si caminaras descalzo sobre él. Con el limpiacristales azul en el bolsillo de atrás, fue pasando de un despacho a otro, encendiendo luces, apagándolas cuando acababa. Me recliné hacia atrás y lo vi alejarse a través de la puerta doble de cristal. A esas horas, en plena noche, solía estar sola en esa planta, aunque no siempre. 
Me gustaba trabajar de madrugada, cuando, a medida que pasaban las horas, había cada vez menos gente en el edificio, hasta que me quedaba completamente sola —o eso me gustaba pensar—. En mi trabajo, la luz natural es un tesoro y a la vez una condena. Ilumina, atenúa y degrada el color, todo en uno, así que a veces conviene evitarla. Fue la luz del sol la que dañó los Rothkos del Museo Fogg, que no se pudieron restaurar hasta décadas después, con proyecciones generadas por ordenador: cuando se apagan esas luces artificiales neutras, lo único que queda son seis lienzos estropeados. Mi jefe no controlaba mi horario, siempre y cuando cumpliese con mi trabajo. La casa de subastas Claiborne’s era la más antigua del país, pero en materia de privacidad y discreción tenía la reputación de un banco suizo.

SYLVIA


Dice la crítica que " Sylvia es una novela autobiográfica sobre el poder destructivo del amor que retrata de manera fascinante la intimidad de una pareja."
Yo he leído esta magnífica novela en un suspiro, un poco más de 100 páginas para relatar, de forma precisa y elegante, ese amor que te asalta y te arrebata en la primera juventud, que te hace obsesivo y posesivo, celoso, irracional, errático, fanático, injusto, feliz e ínfeliz, alegre y triste, perdidamente perdido sin capacidad de pensar en nada que no sea esa persona que lo es todo....
Hasta aquí, cualquiera que se haya enamorado, se reconocerá inmediatamente pero solo unos pocos podrán hacerlo en la violencia, las drogas, la enfermedad mental y la destrucción sistemática del uno y de otro.
Encierra tanta verdad está novela que su lectura es maravillosa, a pesar de su trasfondo trágico.
La recomiendo encarecidamente, eso sí, prescindiria del prólogo (8 páginas de spoiler que no me han aportado nada).

Sinopsis (Libros del Asteroide)
Leonard es un joven aspirante a escritor en el Nueva York de los años sesenta. Un día conoce a Sylvia en el apartamento de una amiga en el Village y queda totalmente subyugado por su belleza. «La cuestión de qué hacer con mi vida en los cuatro años siguientes quedó resuelta», recordará casi tres décadas después.
Sin embargo, la convivencia no resultará fácil. Su relación saldrá pronto de la alegría y la bohemia de los locales de jazz de la época y caerá en el desánimo y las peleas. Un amor tempestuoso y trágico que causa en la vida del joven Leonard una conmoción similar a la que las nuevas costumbres estaban provocando en la sociedad norteamericana del momento.
Escrita con extraordinaria claridad y precisión, Sylvia es una novela autobiográfica sobre el poder destructivo del amor que retrata de manera fascinante la intimidad de una pareja. Leonard Michaels fue uno de los autores norteamericanos más admirados de la segunda mitad del siglo XX; Sylvia, en la que trabajó incansablemente durante años y que fue publicada en su forma definitiva en 1992, seguramente sea su mejor obra.

Sylvia (fragmento)
En 1960, después de seguir dos cursos de doctorado en Berkeley, volví a Nueva York sin un título, sin la menor idea de lo que haría y con el único deseo de escribir relatos. También había asistido, de 1953 a 1956, a cursos de doctorado en la Universidad de Michigan. En total, cinco años de clases de literatura. No sé de qué otro modo podría haber pasado aquellos cinco años, pero no quería asistir a más clases magistrales ni estudiar para más exámenes ni verme envejeciendo en una biblioteca. En el periódico de la universidad había un anuncio en  el que se solicitaba a alguien para conducir un automóvil de Berkeley a Nueva York, con los gastos pagados. Llamé y, unos días después, iba, de vuelta a casa, conduciendo un Cadillac descapotable por montañas y praderas, como un hombre superespecializado de veintisiete años, que fumaba cigarrillos y no podía dar mejor explicación de sí mismo que la de decir: «Me gusta leer». Aunque estos otros hechos no modifiquen gran cosa el relato, tenía muchos amigos, me llevaba bien con mis padres y gustaba a las mujeres. Al dirigirme a gran velocidad hacia la gran ciudad en un gran automóvil ajeno, tenía la sensación de que la vida me sonreía. 
El piso de mis padres en el Lower East Side de Manhattan, con cuatro habitaciones y un balcón, era demasiado pequeño para acoger a otro adulto, pero yo no iba a permanecer demasiado tiempo en él. En cualquier caso, mi madre me hacía sentirme como un niño. Parecía natural. «¿Qué estás haciendo?», decía. «¿Lavando los platos? Vamos, vamos, déjalo. Siéntate y tómate una taza de café.»