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viernes, 8 de diciembre de 2017

EL HOMBRE QUE OLVIDÓ A SU MUJER


He pasado un rato entretenido con esta novela de O'Farrell que comienza muy bien, pero se le va de las manos.....
Una novela humorística que pretende tener un poso trascendental y ahí "se le va la olla" al autor que prolonga la novela hasta un final casi ridículo.
Le sobran páginas y filosofía barata, si se hubiese centrado en el fino humor que muestra al principio, todos hubiésemos salido ganando.
Playera¡¡¡

Sinopsis (Ed. Alevosía)
Muchos maridos olvidan cosas: se olvidan de que su mujer tenía una reunión importante; de recoger la ropa en la tintorería; hasta olvidan su propio aniversario de boda. Pero Vaughan se ha olvidado incluso de que tiene mujer. Ha olvidado su nombre, su rostro, toda la historia que comparten. Todo eso ha desaparecido, se borró en el catastrófico instante en el que perdió la memoria. Y ahora que ha redescubierto a su esposa se entera también de que están a punto de divorciarse. El hombre que perdió a su mujer es la historia divertida, aguda y conmovedora de un hombre al que le pasó exactamente eso. Y que hará cualquier cosa por atrasar el reloj y conseguir una última oportunidad para retomar su vida.
“Dar con una novela cómica que al mismo tiempo reflexiona con brillantez sobre el amor, sobre la vida, es un regalo excepcional… Es una comedia inolvidable, desternillante, que va directamente al corazón.” The Guardian

El hombre que olvidó a su mujer (fragmento)

Capítulo 1Recuerdo que cuando era pequeño solía ver Su media naranja. Todos lo veíamos, como si no hubiera más alternativa que tragárselo y aguantarse. Ahora que lo pienso, lo mismo pasaba con aquellos matrimonios que salían en el programa: se aguantaban y punto. Evidentemente, para nosotros, Su media naranja no era el momentazo cultural de la semana; no corríamos al colegio a la mañana siguiente a compartir nuestra indignación porque Geoff de Coventry no supiera que la comida extranjera favorita de Julie fueran los espaguetis. Sin embargo, no cuestionábamos por qué veíamos aquella procesión de parejas sin glamur pasar por la vergüenza menor de revelar esos pequeños detalles que desconocían el uno del otro. O, peor aún, de revelar que no había en la vida de su otra mitad nada que ignorasen.
Si la cadena ITV hubiera querido aumentar un poco sus índices de audiencia, tal vez deberían haber investigado con disimulo un poco más los detalles importantes que los cónyuges ignoraban. «Entonces, Geoff, por el premio estrella de la noche, crees que para Julie la mejor manera de pasar la noche del sábado es A) ¿Ver la tele? B) ¿Ir al cine? O tal vez C) Quedar en secreto con su amante, Gerald, que por lo menos le pregunta de vez en cuando qué tal le ha ido el día.»
Pero el subtexto de Su Media Naranja era que un matrimonio consistía precisamente en esto: en conocerse realmente bien el uno al otro, y nada más. Que el otro te resultara muy familiar. Los tarjetones de San Valentín llenos de corazones deberían decir: «Estoy superacostumbrado a ti» o: «El amor es… saber cada maldita cosa que vas a decir antes incluso de que la digas». Como dos condenados a cadena perpetua que comparten celda, que pasan tanto tiempo en compañía de la otra persona que, en realidad, no debería quedar nada que pudiera sorprender a ninguno de los dos.
Mi matrimonio no era así.