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miércoles, 15 de septiembre de 2021

DE VIDAS AJENAS


 

Con la disculpa del Premio Princesa de Asturias de las Letras, releo a Carrère y, como es habitual no me dfrauda. 

Las vidas ajenas narradas desde el miedo a que sean la nuestra y desde el alivio de que no lo sean; vidas que no son tan ajenas ya que nos tocan de cerca, vidas devastadas por la tragedia y, cómo en el título original (mejor que su traducción al castellano) D'autres vies que la mienne pero que algún día podrían ser la mía.

Impresionante!🌞🌞🌞


Sinopsis (ed. Anagrama)

En cuestión de pocos meses, fui testigo de dos de los acontecimientos que más temo en la vida: la muerte de un hijo para sus padres y la muerte de una mujer joven para sus hijos y su marido. Alguien me dijo entonces: eres escritor, ¿por qué no escribes nuestra historia?

Era un encargo, y lo acepté. Empecé, pues, a contar la amistad entre un hombre y una mujer, los dos supervivientes de un cáncer, los dos cojos y los dos jueces, que se ocupaban de asuntos de sobreendeudamiento en el tribunal de primera instancia de Vienne (lsère).

En este libro se habla de la vida y la muerte, de la enfermedad, de la pobreza extrema, de la justicia y, sobre todo, del amor. Todo lo que se dice en él es cierto.

De esta manera presentaba Emmanuel Carrère la edición francesa de este libro verdaderamente extraordinario: inolvidable, desgarrador, de una potencia narrativa inaudita. De vidas ajenas recibió el Premio Globe y otros galardones, y la prensa cultural francesa lo eligió mejor novela del año. Así puede inferirse de esta escueta selección de las numerosísimas reseñas elogiosas que suscitó:

«Un gran libro que señala una nueva literatura, que afronta la realidad... Para contar una catástrofe natural, el tsunami, y esta catástrofe íntima, el cáncer, Emmanuel Carrère carga con un papel que nunca había sido el suyo, una misión, en suma, que raramente se atribuye un escritor de hoy y menos aún de su estatura: la de escriba... Y lo más importante: esta forma, literariamente magistral, está puesta al servicio de cuestiones cruciales» (Claire Devarrieux, Libération).

#LIBROS #reseñas2021 #literaturafrancesa🇫🇷





martes, 14 de septiembre de 2021

YOGA


 

Una semana sumergida en este ejercicio de introspección en el que Carrère se "abre en canal" acerca de estos años en los que ha vivido una montaña rusa de relaciones, enfermedades, vivencias, autoflagelación y autoafirmación-negación. 

No es un libro sobre yoga, pero tiene mucho yoga y no es fácil de leer pero una quiere leerlo hasta el final. 

Todavía no he reflexionado profundamente sobre lo leído pero, al margen de polémicas, me ha gustado. Resumiendo: 

"En todo caso, un récord de velocidad es fácil de medir. Pero ¿y un récord de lentitud?" Yoga

Recomendable🌞

Sinopsis (ed. Anagrama) 

La narración en primera persona de una crisis depresiva. Un libro deslumbrante que rompe moldes y corsés de género. Un nuevo hito de Carrère.

Quede claro para posibles lectores despistados que este no es un manual práctico sobre yoga, ni tampoco un bienintencionado libro de autoayuda. Es la narración en primera persona y sin ningún tipo de tapujo de la profunda depresión con tendencias suicidas que llevó al autor a ser hospitalizado, diagnosticado de trastorno bipolar y tratado durante cuatro meses. Es asimismo un libro sobre una crisis de pareja, sobre la ruptura afectiva y sus consecuencias. Y sobre el terrorismo islamista y el drama de los refugiados. Y sí, en cierto modo también sobre el yoga, que el escritor practica desde hace veinte años.

El lector tiene en sus manos un texto de Emmanuel Carrère sobre Emmanuel Carrère escrito a la manera de Emmanuel Carrère. Es decir, sin reglas, lanzándose al vacío sin red. Hace tiempo que el autor decidió dejar atrás la ficción y el corsé de los géneros. Y en esta obra, deslumbrante y a la vez desgarradora, se entrecruzan la autobiografía, el ensayo y la crónica periodística. Carrère habla sobre sí mismo y da un paso más en su exploración de los límites de lo literario.

El resultado es una descarnada expresión de las flaquezas y los tormentos humanos, una inmersión en los abismos personales a través de la escritura. El libro, que ha generado polémica ya antes de su publicación, no deja a nadie indiferente.

#LIBROS #reseñas2021 #novedades2021 #literaturafrancesa🇫🇷


martes, 3 de julio de 2018

UNA SEMANA EN LA NIEVE

"...y era tan dulce y tan triste esa sensación, que le hubiera gustado que durase siempre y echarse a llorar."
No hay duda de que Carrère es un maestro y esa maestría la demuestra en cada novela, cada ensayo, cada escrito...
Esta es una novela corta, pero su extensión no va pareja con su profundidad, relata tanto en tan pocas páginas que es imposible expresarlo en una reseña por muy larga que esta fuese y, además, no querría contarlo, porque está novela, hay que leerla.
Los sentimientos de un niño son difíciles de tratar y expresar, lo fácil es caer en la sensibleria, los lugares comunes y la simplificación, pero no es el caso; con su prosa que alguien ha definido como glacial, Carrère disecciona una familia, un colegio, unas vacaciones, un crimen y nos deja a las puertas del futuro....
Me ha encantado!!

Sinopsis (Ed. Anagrama)
Nicolas, de ocho años, va a pasar una semana en la nieve. Va a disfrutar, junto con sus compañeros del colegio, de una semana de diversión en una estación de esquí. Es lo que en las escuelas francesas se conoce como semana blanca, que permite que los niños se oxigenen con unas breves vacaciones y rompan por unos días la rutina de las clases. En ese paisaje nevado y gélido, Nicolas conoce a su monitor de esquí y hace un nuevo amigo, el temible Hodkann, el terror de los dormitorios. Pero esos días de diversión tendrán para él mucho de viaje iniciático: el lector no tarda en ir percibiendo que sobre esa semana en la nieve planea una amenaza, un desasosiego difuso, una incertidumbre perturbadora, que se materializará de un modo terrible cuando llega la noticia de que en un pueblo vecino ha sido asesinado un niño... Mezclando la crónica de sucesos, el relato fantástico y el inquietante universo de los cuentos de Perrault o los Grimm, Emmanuel Carrère aborda con sutileza y auténtica maestría literaria los temores infantiles, las inseguridades de una etapa en la vida de una persona en la que los miedos pueden convertirse en pesadillas.

Una semana en la nieve (fragmento)

"Nicolás no supo qué contestar. Jamás se lo había planteado. En su casa nunca se escuchaba música, no había ni tocadiscos, y todos en el colegio consideraban un latazo la clase de música. El señor Ribotton, que era el profesor, les hacía dictados musicales, o sea, tocaba al piano notas que había que escribir en los pentagramas de un cuaderno especial. Nicolás no acertaba nunca. Prefería los resúmenes que dictaba el señor Ribotton sobre la vida de los grandes músicos: por lo menos eran palabras, letras que él sabía escribir. El señor Ribotton era muy bajito y cabezón, y aunque todos temían sus violentos ataques de ira que, según las crónicas del colegio, lo habían movido a tirarle un taburete en la cara a un alumno, se les antojaba un poco ridículo. Era notorio que los demás profesores no le tenían gran consideración, que nadie se la tenía. Su hijo, Maxime Ribotton, pequeño y mal proporcionado como él, estaba en la misma clase que Nicolás. Éste no sentía simpatía por Maxime, un mal alumno, hipócrita, sudoroso, que soñaba con ser de mayor inspector de policía, pero no podía pensar en él sin sentir una compasión casi dolorosa. Un día, un chico sentado en primera fila estiró las piernas en la tarima y, sin darse cuenta, ensució con las suelas de los zapatos los bajos del pantalón del señor Ribotton, que reaccionó con un furibundo ataque de ira. Aquella ira no inspiraba ni miedo ni respeto, más bien una compasión desdeñosa. Con rabia amarga, quejumbrosa, el señor Ribotton dijo que estaba harto de ir al colegio para que le pringaran los pantalones —unos pantalones que se había comprado con muchos apuros—, que todo estaba caro y que ganaba un sueldo de miseria, que si los padres del alumno que acababa de mancharle los pantalones tenían medios para pagar la tintorería, mejor para ellos, pero que él no los tenía. Le vibraba la voz al decir eso, parecía a punto de echarse a llorar, y a Nicolás le entraron ganas de llorar también, por Maxime Ribotton, hacia quien no se atrevía a mirar y que tenía que soportar el espectáculo de su padre humillándose ante sus compañeros, ese padre que exhalaba con tan espantoso impudor su rencor por haber sido hasta ese punto escarnecido por la vida. Luego, en el patio, se había quedado atónito oyendo a Maxime Ribotton evocar el incidente con tono displicentemente irónico, asegurando que no había que preocuparse cuando su padre montaba en cólera, pues se calmaba rápido. Nicolás imaginó entonces que, tras aquella escena, Maxime Ribotton abandonaría la clase sin decir palabra y no volvería por la escuela. Más adelante, se enterarían de que había caído enfermo. Algunos niños de buen corazón irían a visitarle. Nicolás se veía formando parte de ese grupo, eligiendo entre sus propios juguetes un regalo que pudiera hacerle a Maxime sin lastimar sus sentimientos. Imaginaba su mirada agradecida, su rostro y su cuerpo enflaquecidos, devorados por la fiebre; pero los regalos y las palabras amistosas de nada servirían, un día se enterarían de la muerte de Maxime Ribotton, el grupo de niños de buen corazón acudiría al entierro, y en lo sucesivo se prometerían ser amables y mostrarse compasivos con el profesor Ribotton, transido de dolor. No armarían barullo en sus clases, no saludarían con necias rimas los nombres de los grandes músicos que él pronunciaba con respeto, por ejemplo Chopin-calcetín, o Mendelssohn-cabezón.
[...]
Patrick hizo una mueca que expresaba a un tiempo respeto e ironía, y dijo que no tenía ese tipo de música, sino más bien canciones. Pidió a Nicolás que eligiera una casete: sólo tenía que coger el maletín que estaba en el asiento trasero y leerle los títulos de las carátulas. Nicolás obedeció. Leía con esfuerzo las palabras en inglés, pero Patrick completaba las primeras sílabas que Nicolás balbuceaba y, a la tercera casete, dijo que ésa estaba bien. Introdujo la cinta y estalló la música, a mitad de una canción. La voz era ronca, burlona, las guitarras percutían como latigazos. Producía una impresión de brutalidad, pero también de agilidad, como los saltos de una fiera. Sus padres, en cuanto oían ese tipo de música en la televisión, bajaban el volumen disgustados. De haberle preguntado alguien su opinión, Nicolás, en circunstancias normales, habría dicho que no le gustaba, pero aquel día se sintió transportado. Patrick, a su lado, tamborileaba sobre el volante para marcar el ritmo, se movía siguiendo el compás, de vez en cuando tarareaba una frase con el cantante. Lanzó al mismo tiempo que éste un pequeño gemido estridente. El coche circulaba en perfecta sincronía con la música, aceleraba cuando ésta aceleraba, cuando aminoraba tomaba amplias curvas, todo vibraba al unísono: los neumáticos que mordían la calzada, las curvas de la carretera, los cambios de marcha y sobre todo el cuerpo de Patrick que, a la par que conducía, ondulaba ágilmente, dibujando una sonrisa, con los ojos entornados por los rayos de sol que iluminaban el parabrisas. Nunca había oído Nicolás nada tan bonito como esa canción, todo su cuerpo participaba en ella; le hubiera gustado que su vida entera fuese así, viajar siempre en el asiento delantero de los coches escuchando ese tipo de música, y más adelante parecerse a Patrick: ser tan buen conductor como él, tan desenvuelto, tan soberanamente libre en sus movimientos. "

miércoles, 29 de noviembre de 2017

UNA NOVELA RUSA


Llevo un par de semanas sumergida en esta novela rusa que me ha fascinado y aburrido, a partes iguales. En, escasamente, 300 páginas Emmanuel Carrère "revuelve" su vida de principio a fin, su vida y la de sus ancestros, su vida y la de su amada del momento, su vida y la algunos rusos, su vida y la de un húngaro....
Es una novela rusa porque Rusia es un referente durante toda la narración, es una n...ovela rusa porque su alma es triste y con un punto de locura, es una novela rusa porque a veces se hace "más larga que un día sin pan", es una novela rusa porque hay que leerla "sin prisa pero sin pausa", es una novela rusa.....sin más.
Es mi primera experiencia con Carrère y no será la última; creo que Una novela rusa no es su mejor obra, pero no me arrepiento de haber empezado por ella, en ella el autor "se desnuda" y cuando un@ conoce al autor antes de leer su obra, tiene mucho ganado.
¿La recomiendo?....., ummmm para lector@s especiales a los que no asuste algún pasaje (largo) aburrido y perseveren hasta encontrar el alma de la novela que es el alma del autor.

Sinopsis (Ed. Anagrama)
La locura y el horror han obsesionado mi vida, escribe el autor. Los libros que he escrito no hablan de otra cosa. Después de El adversario, quise escapar. Creí que escapa­ba amando a una mujer y realizando una investigación. La investigación fue sobre mi abuelo paterno, que desa­pareció en 1944 y, probablemente, fue ejecutado por colaborar con los alemanes. Es el fantasma que ator­menta a nuestra familia. Para exorcizarlo seguí caminos que me llevaron hasta una pequeña ciudad perdida de la provincia rusa, donde permanecí largo tiempo a la es­pera de que ocurriese algo. Y ocurrió: un crimen atroz. La locura y el horror volvían a darme alcance. También en mi vida amorosa: escribí para la mujer que amaba un relato erótico que debía irrumpir en la realidad, y la rea­lidad desbarató mis planes. Nos precipitó a una pesadi­lla. De todo esto hablamos aquí: de situaciones que ela­boramos para dominar la realidad y de la forma terrible en que ella las asume para respondernos.

Una novela rusa (fragmento)

1El tren rueda, es de noche, hago el amor con Sophie en la litera y ella es ella. Los compañeros de mis sueños eróticos suelen ser difíciles de identificar, son varias personas a la vez sin tener la cara de ninguna, pero aquella vez no, reconocí la voz de Sophie, sus palabras, sus piernas abiertas. En el compartimento del coche cama donde hasta entonces estábamos solos entra otra pareja: el señor y la señora Fujimori. Ésta se nos une, sin remilgos. El entendimiento es inmediato y muy risueño. Sostenido por Sophie en una postura acrobática, penetro a la Fujimori, que pronto experimenta un rapto de placer. En ese momento, el señor Fujimori nos comenta que el tren ya no avanza. Está detenido en una estación, quizá desde hace un rato. Inmóvil en el andén iluminado con lámparas de sodio, un miliciano nos observa. Corremos las cortinas a toda prisa y, convencidos de que el miliciano va a subir al vagón para pedirnos cuentas de nuestra conducta, nos apresuramos a ponerlo todo en orden y a vestirnos para estar dispuestos, cuando él abra la puerta del compartimento, a asegurarle con el mayor aplomo que no ha visto nada, que lo ha soñado. Todo sucede en una mezcla excitante de aturdimiento y de risa tonta. Sin embargo, explico que no hay motivo de risa: corremos el riesgo de que nos detengan, nos lleven al puesto mientras el tren parte y Dios sabe lo que sucederá después, se perderá nuestro rastro, palmaremos sin que nadie nos oiga gritar en un calabozo subterráneo en el fondo de este pueblecito fangoso de la Rusia profunda. Sophie y la Fujimori se desternillan aún más al oír mis inquietudes, y al fin yo también río con ellas.

miércoles, 4 de octubre de 2017

DE VIDAS AJENAS


RESEÑADO por Rosi Torres Marino para LIBROS,  el 5 de Julio de 2014.


Lo devoré y él a mí. Es un libro de esos que llamamos duros, de esos en los que solemos avisarnos "Léelo cuando estés preparado, con un ánimo fuerte, cuando todo a tu alrededor sea calma"
Pero es también un relato que hurga en el alma, que te sacude por dentro. Nos descubre y nos desnuda como seres humanos. La muerte, el amor, el miedo, la justicia, la fuerza invisible que nos hace seguir adelante....A pesar de su crudeza te deja un poso de bienestar.
A la cabeza de las mejores lecturas de este año.

RESEÑADO por Emilio Camarasa para LIBROS,  el 4 de Enero de 2015.
Carrère escribe; “pasé horas escribiendo sobre lo que más me asusta en esta tierra: la muerte de un niño por sus padres y la muerte de una mujer joven para su esposo e hijos. La vida me hizo testigo de estas dos desgracias, una después de la otra, y me asignó, al menos así es como yo lo entendí a contar esa historia”.
Dos grandes temores que son... en definitiva, los de muchos de nosotros. Me considero un tipo de lector vulnerable ante historias así, por eso, al leer este libro, el pagar un peaje emocional, entraba dentro de lo admisible.
La historia está bien escrita, con un estilo sencillo y directo, aparentemente sin artificios sin duda debido a la habilidad de Carrère como escritor. No se puede decir que sea fácil de leer ya que hay pasajes que debemos afrontarlos con el estómago contraído por los temas que explora, pero es magnífico debido a la humanidad que desprende, se mete dentro de ti, te lleva a donde no es lo importante llegar, te acompaña y te hace compartir algunas de las reflexiones universales sobre el ser humano, el cómo vivir y cómo afrontar la muerte.

Sinopsis (Ed. Anagrama)
Fui testigo de dos de los acontecimientos que más temo en la vida: la muerte de un hijo para sus padres y la muerte de una mujer joven para sus hijos y su marido. Alguien me dijo entonces: eres escritor, ¿por qué no escribes nuestra historia? Empecé, pues, a contar la amistad entre un hombre y una mujer, los dos supervivientes de un cáncer, los dos cojos y los dos jueces. En este libro se habla de la vida y la muerte, de la enfermedad, de la pobreza extrema, de la justicia y, sobre todo, del amor. Todo lo que se dice en él es cierto. De esta manera presentaba Carrère la edición francesa de este libro ver­daderamente extraordinario. De vidas ajenas recibió el Premio Globe y otros galardones, y la prensa cultural francesa lo eligió la mejor obra narrativa del año.
«En un libro sobrecogedor, Carrère se acerca lo máximo posible a la condición humana. Valor, potencia y una formidable vitalidad narrativa, un libro que no se puede dejar hasta el final» (Raphaëlle Rérolle, Le Monde)
«La non fiction novel a la francesa ha encontrado a su maestro» (François Dufay, L’Express)

De vidas ajenas (fragmento)"Al llegar a la edad del servicio militar, no pensó ni en el servicio social sustitutorio, como los jóvenes burgueses espabilados, ni en intentar que le declarasen inútil, como los jóvenes burgueses rebeldes: estaba contra la guerra y el ejército, y por lo tanto le parecía normal ser objetor de conciencia. De este modo terminó haciendo una animación vagamente medieval en un castillo cerca de Clermont-Ferrand, lo que habría podido gustarle si sus compañeros no hubiesen resultado ser tan soeces y obscenos como los reclutas, y más tarde en un centro de documentación pedagógica donde utilizaban sus aptitudes para dibujar sainetes destinados a la enseñanza de idiomas. Licenciado del ejército al cabo de dos años, fue a inscribirse en la oficina de empleo, que le encontró un trabajo de repartidor. Se mudó a un pequeño estudio en Cachan. Objetivamente, tenía motivos para preocuparse por su futuro, pero él no se inquietaba. Preocuparse no es su fuerte, como tampoco los planes de carrera o el miedo al mañana.
Se inscribió en un curso de teatro aficionado, en el centro para la juventud y la cultura del distrito V. Allí hacía sobre todo improvisación y ejercicios de expresión corporal, lo que le gustaba mucho más que montar obras propiamente dichas. Se tumbaban en el suelo, sobre alfombras de gomaespuma, ponían una música más o menos relajante, la única consigna era abandonarse. Al principio se quedaban replegados sobre sí mismos, hechos un ovillo, y después empezaban a moverse, se enderezaban, se abrían como una flor que se vuelve hacia el sol, tendían las manos hacia los demás, entraban en contacto con ellos. Era algo mágico. Otros ejercicios, realizados entre dos, consistían en ponerse cara a cara y mirarse a los ojos, tratando de transmitir una emoción: desconfianza, confianza, temor, deseo... La experiencia del teatro reveló a Patrice lo mal que se sentía en sus relaciones con los demás. En las fotos que me enseñó se le veía buen mozo incluso en aquella época, pero él mismo describe al joven que fue como una espingarda con granos, una mata de pelo a lo afro, gafas redondas y bufandas tricotadas por su madre. El teatro le abrió. Era un camino hacia los demás y sobre todo hacia las chicas. Se había criado en una hermandad masculina y no sólo no se había acostado con una chica, sino que, muy literalmente, no conocía a ninguna. Gracias a los cursos de teatro había encontrado algunas y las había invitado a un café o al cine, pero su romanticismo rayaba en pudibundez y le asustaban las jóvenes que le parecían demasiado libres. Entonces apareció Juliette. "