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domingo, 3 de diciembre de 2017

LOS PISSIMBONI


Cuando ni una editorial prestigiosa, ni una portada atractiva o una buena sinopsis son garantías de nada....., un@ casi se asoma al abismo....¡¡¡
En la biblioteca me parecieron las tres atractivas (portada, editorial y sinopsis) por tanto, me llevé este libro a casa, convencida de que se trataba de una "pequeña joya" que, a veces, surge entre los miles de novelas cortas que se publican cada día. Nada más lejos de lo imaginado, una novela simplona e ininteligible que "roba" ideas de aquí y de allá, para "construir" un escenario ficticio de nombre imposible, para una familia poco creíble de nombre rebuscado. Nada emociona en esta novela, nada interesa más allá de las tres primeras páginas y lo mejor que puedo decir de ella es que me aburrió soberanamente¡¡
Una última reflexión dirigida a la escritora (que por suerte no la leerá...jeje) a tod@s nos gustaría ser Rulfo o García Márquez y construir escenarios tan asombrosos como Comala o Macondo, personajes tan perdurables como los Páramo o los Buendía y practicar el "realismo mágico" o, como quiera que se llame, esa genialidad literaria; peeero......para eso hay que tener algo llamado talento¡¡

Sinopsis (Ed. Acantilado)
«Nadie quería a los Pissimboni. Vivían en una casa cubierta de hiedra en lo alto de una colina, lo suficientemente distanciada de las demás casas como para que todo el mundo considerase que vivían fuera del pueblo. Formaban una familia de muchos hermanos y nadie sabía si el patriarca y su mujer, Ignacio y Martina Pissimboni, todavía estaban vivos. Nunca se les veía por el Pueblo, y sus habitantes ya se habían acostumbrado a no pensar en ellos. Nadie les quería ni se preocupaba ya por aquella familia. Tampoco ellos pensaban en nadie ni querían a nadie».
Sònia Hernández narra una sorprendente historia de tintes kafkianos que desafía con destreza los límites de la ficción y constituye una hermosa metáfora sobre la libertad.

Los Pissimboni (fragmento)

Nadie quería a los Pissimboni. Vivían en una casa cubierta de hiedra en lo alto de una colina, lo suficientemente distanciada de las demás casas como para que todo el mundo considerase que vivían fuera del pueblo. Formaban una familia de muchos hermanos y nadie sabía si el patriarca y su mujer, Ignacio y Martina Pissimboni, todavía estaban vivos. nunca se les veía por el pueblo, y sus habitantes ya se habían acostumbrado a no pensar en ellos. nadie les quería ni se preocupaba ya por aquella familia.
Tampoco ellos pensaban en nadie ni querían a nadie. desde los balcones de su casa, en lo alto de la colina, se esforzaban por no mirar hacia el pueblo, sino en la dirección opuesta. no pertenecían a aquel lugar, que, por otra parte, nunca los había acogido como merecían. adversas circunstancias que ya apenas si recordaban habían obligado a Ignacio y Martina Pissimboni a marcharse de la ciudad en la que habían nacido y donde, si la fortuna no hubiese sido tan traicionera, deberían haber vivido para siempre, porque aquel y no otro era el lugar de los Pissimboni.
Lucía, la más pequeña del clan, creía tener las pruebas necesarias para demostrar que no podían proceder de ningún otro lugar que no fuera del sur del país con forma de bota, en el que siempre hacía buen tiempo y la gente era feliz. en una ocasión, había encontrado entre los libros de su padre uno de un poeta de aquel país que llevaba un apellido similar al suyo. Un poeta y filósofo. los chicos del clan, en cambio, pensaban que si ostentaban un apellido tan fuera de lo común en la zona era debido a su fuerza y su temperamento, que podía llegar a ser fiero. los Pissimboni subsisten en cualquier lugar donde puedan esconderse y protegerse y donde tengan la caza asegurada. por eso se creían temidos por todo el mundo. los habitantes del pueblo, personas anodinas y acobardadas, sabían que los moradores de la casa cubierta de hiedra eran muy peligrosos porque en su linaje se reproducía una fuerza y un instinto que los situaba muy por encima de los demás. También por ese motivo vivían en lo alto de la colina. la naturaleza muy pocas veces dispone gratuitamente un orden determinado. Todo tiene sus razones. ellos estaban predestinados a realizar un cometido muy especial y para que lo llevaran a cabo se les había dotado de una condición privilegiada.