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jueves, 7 de diciembre de 2017

EL VERDADERO FINAL DE LA BELLA DURMIENTE


Leer a Ana María Matute es, siempre, un placer¡¡¡
No había leído esta "novelita" o relato corto, reinterpretación fantástica del cuento de La Bella Durmiente. Lo he leído en un suspiro y he disfrutado de la imaginación y la prosa perfecta de esta gran escritora.
Muy recomendable.

Sinopsis (Ed. Destino)
La edición ilustrada definitiva de los cuentos con los que han crecido generaciones de lectores durante más de cincuenta años. Un regalo inmenso de una voz imprescindible en nuestras letras.
Como todo el mundo sabe, cuando el Príncipe Azul despertó a la Bella Durmiente, se casó con ella y se la llevó a su reino. Pero las historias no siempre acaban en el momento feliz, sino que la vida sigue y comienzan los problemas. Esta es la verdadera historia de cómo la Bella Durmiente se encuentra con la vida real, una vida en la que su príncipe no es tan azul ni su reino tan maravilloso, y en la que además entra en juego un oscuro personaje: Selva, la temible Reina Madre.

El verdadero final de la Bella Durmiente (fragmento)

Todo el mundo sabe que, cuando el Príncipe Azul despertó a la Bella Durmiente, tras un sueño de cien años, se casó con ella en la capilla del castillo y, llevando consigo a la mayor parte de sus sirvientes, la condujo, montada a la grupa de su caballo, hacia su reino. Pero, ignoro por qué razón, casi nadie sabe lo que sucedió después. Pues bien, éste es el verdadero final de aquella historia.
El reino donde había nacido el Príncipe, y  del que era heredero, estaba muy alejado del de su esposa. Tuvieron que atravesar bosques, praderas, valles y aldeas. Allí por donde ellos pasaban, las gentes, que conocían su historia, salían a su paso y les obsequiaban con manjares, vinos y frutas. Así, iban tan abastecidos de cuanto necesitaban que no tenían ninguna prisa por llegar a su destino. No es de extrañar, pues aquél era su verdadero viaje de novios y estaban tan enamorados el uno del otro que no sentían el paso del tiempo. Cuando acampaban, los sirvientes levantaban tiendas, disponían la mesa bajo los árboles y extendían cojines de pluma de cisne para que reposaran sobre ellos.
Así, poco a poco, y sin que apenas se dieran cuenta, fueron pasando los días, los meses, y la Princesa comunicó al Príncipe que estaba embarazada y que su embarazo ya era bastante avanzado. Entonces comprendieron cuánto estaba durando aquel viaje, viaje que luego recordarían como una de las cosas más hermosas y felices que les habían ocurrido. Algunas veces, cuando el paraje que atravesaban era propicio, el Príncipe Azul, que era muy aficionado a la caza —como casi todos los hombres de aquella época—, organizaba cacerías, ya que llevaban con ellos a todos los monteros y ojeadores que también habían acompañado en su largo sueño a la Princesa, gracias a lo previsores que habían sido sus padres. Aunque todos parecían un poco amodorrados, porque uno no está durmiendo durante cien años para luego despertarse ágil y animoso.

miércoles, 8 de noviembre de 2017

DEMONIOS FAMILIARES



Desde la imagen de portada, el hermoso cuadro de Michael Thompson (Girl with a Hole in Her Stocking), hasta la última frase de la novela "....Como si hubiese aparecido un buen día debajo de una de las coles del huerto, que con tanto mimo trataba Mada”; todo en los Demonios Familiares es puramente literatura de calidad, literatura puramente Matute.
La he encontrado menos autobiográfica de lo que algunos críticos anunciaban, pero tan intima y real como siempre.
La voz de una adolescente nos guía por los prolegómenos de la Guerra Civil en un pequeño pueblo, y al "arrullo" de las balas, las explosiones y los estruendos se teje y desteje la vida de una familia y de todo un pueblo, es verdad que el final es ciertamente abrupto, se nota que no lo interrumpió una salida a tomar café, pero también es verdad que la frase final abre las puertas de la imaginación y me hace pensar en un guiño de la autora para hacer posible la invención de una historia nueva, cada un@ su propia historia¡¡¡
Me ha encantado¡¡

RESEÑADO por Rosi Torres Marino para LIBROS,  el 11 de Noviembre de 2014.
Me gusta tanto Ana María Matute tanto que esta vez esperaba mucho mas. He de ser justa, tenía que haberme echo a la idea de que leía una historia inacabada, interrumpida de forma abrupta, pero me sumergí en los personajes y el punto final me pilló desprevenida y me dio mucho coraje. Me parece que le faltaba mucho a la Matute, que su muerte guardará el secreto de como seguirían y como acabarían aquellos personajes pero también muchas correcciones, muchos mas detalles. Me ha gustado mucho la nota final, acercando un poquito mas la autora al lector...

Sinopsis (Ed. Destino)
Demonios familiares es una historia de amor y culpabilidad, de traiciones y amistad, al más puro estilo de la autora. Transcurre en una pequeña ciudad interior española en 1936, con una protagonista femenina que pronto será inolvidable


Demonios familiares (fragmento)

1Algunas noches el Coronel oía llorar a un niño en la oscuridad. Al principio se preguntaba quién sería, puesto que hacía muchos años que en la casa no vivía ningún niño. Solo quedaba, en la mesilla de noche de Madre, una fotografía sepia, una sonrisa transparente y errática — quién sabía y así de Madre o del niño—, flotando en la noche, como una luciérnaga alada. Ahora sus recuerdos, incluso los tenebrosos fantasmas de la campaña de África, se parecían cada día más a desperdicios, lo que queda, migas de pan en el mantel, de un antiguo festín. Pero su memoria recuperaba una y otra vez la imagen de Fermín, su hermano mayor. Encerrado en su marco de terciopelo malva, vestido de marinero, apoyado en un aro de madera, y siempre niño. Como un fantasma recurrente —«qué raro, es mi hermano mayor, pero yo tengo más años que él» —  , persistía allí, nadie lo había quitado de la mesilla, ni aun cuando Madre ya no estaba, hacía años que él se había casado, había nacido su hija, y Herminia, su mujer, había muerto.
Desde que empezó a anochecer, se había hecho colocar en su silla de ruedas, de espaldas al balcón abierto de la sala. Así quedaba frente al espejo que Madre había hecho colgar inclinado, de forma que quien se mirara en él, o cualquier cosa que se reflejara, parecía que iba a volcarse sobre uno mismo. Todo era entonces, como le gustaba decir a Madre, «un paso más allá de lo que parecía». Cuando él preguntaba por qué el espejo no estaba del todo contra la pared, como los cuadros, repetía ella: « Un paso más allá», con el aire misterioso de alguien que está y no está. Desde su muerte la sentía mucho más cerca que cuando vivía y se deslizaba por la casa sin ruido, siempre en zapatillas, misteriosa, como portadora de secretos y encomiendas guardadas entre algodones de silencio. Y estaba sintiendo más que recordando estas cosas cuando en el ángulo derecho del espejo surgió el resplandor anaranjado, ensanchándose en el cielo.
De pronto Yago estaba a su lado. Como en los tiempos en que aún no era su criado ­sombra (como él lo llamaba), cuando aún era su ordenanza, nunca le oía llegar, y simplemente aparecía a su lado.

domingo, 27 de agosto de 2017

LA PUERTA DE LA LUNA



RESEÑADO por Marga Ribera Rodríguez para LIBROS, el 14 de Abril de 2013.
Buenas tardes, acabo de terminar "La puerta de la luna" de Ana María Matute.
En este libro se reúnen los cuentos y escritos cortos de esta autora.
Todos los cuentos mantienen de una forma u otra su estilo literario, su fantasía y su capacidad de fabular. Eso la distingue de otros escritores de su generación. Algunas se abren con un delicado lirismo y acaban en el realismo mas cruel.
"El tiempo" es un relato corto, que me sobrecogido...

La puerta de la luna (fragmento)

"No sé quién de nosotros lo llamó así: «la puerta de la luna». Es posible que influyeran en ello los relatos de piratas, tesoros ocultos o cosa parecida, leída en cualquier libro. en todo caso, ninguno de nosotros entendía claramente este nombre, pero contenía todo un mundo secreto, aparte y absolutamente nuestro.
La puerta de la luna era un lugar, una roca, una especie de plataforma de piedra, sobresaliente en la cresta de la montaña detrás de la casa, llamada «El Sestil». Aquella plataforma era capaz de contener tres o cuatro niños, cantimploras con vino, armas, algún perro ladino y cariñoso, parte de una vieja tienda de campaña y una variada sucesión de objetos más o menos preciosos e imprescindibles. La puerta de la luna, si bien era un magnífico punto de observación, permanecía oculta entre arbustos, maleza y espinos, por lo que constituía el escondite ideal de nuestra infancia. Allí íbamos cuando huíamos de algún castigo, o, simplemente, cuando queríamos estar solos. Más tarde, supe que aquel escondite fue también patrimonio secreto de mi madre y sus hermanos, y más tarde lo fue nuevamente de mi hermana pequeña y sus amigos. Pero ninguno de nosotros ni de ellos transmitió el secreto. Cada hornada de niños lo descubrió por sí solo, y cada grupo de dio un nombre distinto."