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viernes, 25 de agosto de 2017

TRILOGÍA DE ARGEL


Segunda, tercera y cuarta entregas de la serie de novelas protagonizadas por Brahim Llob, comisario de la Brigada Criminal de Argel.

Ricardo Cortat, bendito sea tu nombre por los siglos de los siglos....
Termino, casi, el año leyendo un libro que son tres, inundada del olor de Argel y de las vivencias salvajes de Brahim Llob, un comisario desencantado, honrado, pobre, inteligente y lúcido, uno de los nuestros¡¡¡
Un país destrozado, corrupto, empobrecido, sin libertad, en lucha constante por sacar la cabeza del pozo.....¿por qué me resultará tan familiar?
Una novela, tres novelas, una Trilogía con principio y fin, imprescindible para el lector de novela negra.
Gracias amigo, por tu recomendación¡¡¡

Y esta es la opinión de Cortat sobre el primer libro de la trilogía:


 MORITURI, Reseñada por Ricardo Cortat para LIBROS el 14 de Noviembre de 2013.
Cuando redescubrí a Montalbano me pareció un policía chungo: malhablado, el típico jefe con subordinados favoritos y los que no lo son, con lo que eso supone. Entrañable en soledad, el que sea un gran comedor le ayuda, pero complicado en el trato íntimo.
Pues hay alguien ligeramente más peligroso, el comisario Llob, personaje de Yasmina Khadra.
Igual el Argel de los 90 no era un buen sitio para vivir y ser policía no era el trabajo más adecuado para llegar vivo al final del día pero el señor Llob podría aparecer tranquilamente en las novelas de John Connolly.
Desencantado de la vida, de la sociedad, del país, de la familia. Con un trabajo peligroso, unos jefes corruptos, con la muerte acechando en cada esquina, es un policía brutal. De los de 'Primero dispara y luego pregunta' y de los de si hay que torturar se tortura.
'Morituri' de Yasmina Khadra (Trilogía de Argel).


Sinopsis Trilogía de Argel  (Alianza Editorial)
Se reúnen en este volumen las tres novelas que dieron a conocer e hicieron saltar a la fama a Yasmina Khadra: “Morituri”, “Doble blanco” y “El otoño de las quimeras”.
Con ellas, y bajo el pseudónimo femenino que ahora es famoso, se fueron presentando los tres primeros casos del veterano comisario Brahim Llob, un “héroe” solitario en la línea de la mejor novela negra, empeñado en la lucha contra el integrismo irracional y sus ocultas conexiones con los resortes del poder.

Y este es el inicio de tan magnífica trilogía:

Morituri
Los momentos más grandes de nuestra vida son aquellos en que por fin tenemos el valor de declarar que el mal que llevamos en nosotros es lo mejor de nosotros mismos. NietzscheI"SANGRANDO POR LOS CUATRO COSTADOS, el horizonte pare con cesárea una jornada que, al cabo, no habrá merecido la pena. Me extraigo de mi camastro, completamente desvitalizado por un sueño siempre al acecho de todo lo que se mueve. Corren tiempos duros: aquí nadie está libre de una desgracia.
Mina ronca a mano de mi desgana, espesa como una pasta rancia, con medio pecho descuidadamente desplegado sobre el borde de la sábana. Lejos están los tiempos en que me la tiraba al calor de la más inocente de las caricias. Por aquellos entonces tenía yo el orgasmo a flor de piel; no podía disociar el orgullo de la virilidad, el positivismo de la procreación. Hoy en día, mi pobre mula de carga está en franco retroceso, como las mentalidades. Es tan atractiva como una caravana volcada en medio de la calzada, pero al menos tiene a su favor estar ahí cuando tengo miedo en la oscuridad.
Me pongo mi traje de proletario a su pesar, bebo de un trago un brebaje con regusto a agua de colada y me tiro un buen cuarto de hora apostado tras la ventana, por si a algún terrorista se le hubiera ocurrido saltarme la tapa de mi prejuiciosa sesera. La vía está aparentemente libre. Aparte de un barrendero que anda recogiendo una basura que mañana seguirá impepinablemente en el mismo sitio, la calle está tan desierta como el paraíso. Hay unos doscientos metros desde mi inmueble al aparcamiento donde guardo el coche. Antes me los recorría de un par de zancadas. Hoy resulta una expedición. Todo me resulta
sospechoso. Cada paso supone un peligro. A veces, estoy tan cagado de miedo que me planteo regresar a casa. El guarda es buena gente. Le doy pena. Dentro de su modesta manera de entender las cosas, ya estoy muerto. Hasta se asombra de verme aún vivo por ahí. No ha habido suficiente confianza entre nosotros. Nuestras relaciones se limitaban a un hola-y-adiós. Pero sabía dónde encontrarme cuando estaba en apuros. Cuando se plantaba en mi casa, con la cara descompuesta, a deshoras, lo tranquilizaba de inmediato. Yo era el madero bueno del barrio, siempre disponible y desinteresado, y mi cuchitril, aunque sin llegar a la altura de un confesionario, acogía a interminables cohortes de marginados sin hacer distingos entre maneras o razas."