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viernes, 1 de diciembre de 2017

LA GRANDEZA DE LA VIDA


Desde las orillas del Báltico hasta las montañas austriacas, en el contexto de la Europa de entreguerras, he disfrutado de una historia de amor, una historia que justifica toda una vida, aunque esta sea tan corta como la de Franz Kafka.
Suavemente, con una prosa poética e intimista Kumpfmüller nos conduce al inexorable final de todas las ilusiones, de todas las redenciones y nos muestra, sin embargo, la grandeza de la vida.
Para leer con calma, toda la novela es una mirada diferente que hace de Franz Kafka un personaje distinto y de Dora Diamant su refugio final.
Me ha gustado, mucho¡¡

Sinopsis (Ed. Tusquets)
En el verano de 1923, durante una estancia a orillas del Báltico, Franz Kafka, enfermo de tuberculosis y conocido como escritor sólo por unos pocos iniciados, coincide con la cocinera Dora Diamant, una joven de veinticinco años. En el transcurso de pocas semanas, Kafka hará lo que jamás habría imaginado: decide irse a vivir con una mujer y compartirlo todo con ella. En un Berlín inmerso en la hiperinflación de la República de Weimar, se atreve a disfrutar de una vida en común con Dora. No importan los precios, que aumentan cada día, tampoco las sucesivas mudanzas ni el recelo de sus padres: hasta su muerte, en junio de 1924, y a excepción de unos días, Franz Kafka y Dora Diamant ya no se separarán.

La grandeza de la vida (fragmento)

1El doctor llega a última hora de la tarde, un viernes de julio. El tramo final que recorre desde la estación en un automóvil descubierto no se acaba nunca, sigue haciendo mucho calor y está exhausto, pero ya ha llegado. Elli y los niños lo esperan en el vestíbulo. Apenas le da tiempo a dejar el equipaje y ya Felix y Gerti corren hacia él y le hablan sin cesar. Han estado en la playa desde por la mañana temprano, y les encantaría volver y enseñarle lo que han construido, un enorme castillo de arena, la playa está repleta de ellos. Pero dejadle tranquilo, les exhorta Elli mientras sostiene a Hanna dormida en brazos, sin embargo, ellos le siguen contando cómo ha ido el día. Elli pregunta: ¿Qué tal el viaje? ¿Quieres comer algo? El doctor piensa si quiere comer algo, porque apetito no tiene. No obstante, sube a la casa donde están pasando las vacaciones y los niños le enseñan dónde duermen, tienen once y doce años y encuentran miles de excusas para no irse a la cama aún. La «señorita» ha preparado un plato con nueces y fruta, también hay una jarra de agua, él bebe y da las gracias a su hermana, pues las próximas tres semanas comerá allí, pasarán mucho tiempo juntos, aunque está por ver, a la larga, qué le parece todo aquello.
El doctor no tiene grandes expectativas respecto de esta visita. Viene arrastrando unos meses malos y no quería seguir en casa de sus padres, así que la invitación al Báltico llegó en el momento oportuno. Su hermana había encontrado el alojamiento a través del periódico, el anuncio prometía unas camas formidables y precios decentes, además de balcones, verandas y miradores, todo al pie del oquedal y con maravillosas vistas al mar.