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viernes, 8 de diciembre de 2017

EL LADRÓN DE NIEBLA


Me lo traje de la biblioteca animada por su hermosa portada y escamada por ese título tan parecido a la moda "ruizzafonista", y ha resultado que mi segunda impresión tenía razón.
No sé si es que ya soy muy mayor para, según que, fantasías y desórdenes, pero realmente me he hartado muy rápido de las "aventuras" de Antonio M. Fonte (escritor....) narradas por Lavinia Petti. Libro confuso y desordenado, con numerosas incorrecciones ortográficas y sintácticas.
Hacía tiempo que no dejaba una novela inacabada, pero con esta no he sido capaz de llegar a la mitad.

Sinopsis (Ed. Duomo Ediciones)
CONOCE AL LADRÓN DE NIEBLA.
ALGUIEN QUE PERSIGUE LAS ESPERANZAS
Y LOS AMORES OLVIDADOS, ALGUIEN
QUE ROBARÁ TUS SUEÑOS.
Antonio M. Fonte es un escritor de éxito. Pero eso no significa nada para él, que vive alejado de todo y que, más allá de su agente literario, no se relaciona con nadie. Sin embargo, un día algo le obliga a salir de su aislamiento: es una carta, fechada quince años atrás, escrita a un antiguo amor, en la que se habla de un hombre que acaba de ser asesinado. Comienza así una intrépida búsqueda por Nápoles, que llevará a Antonio a caminar por entornos extraños tras los pasos de un personaje enigmático. Un ladrón de niebla que colecciona todo aquello que los hombres pierden, desde llaves, gafas y libros hasta recuerdos de amores juveniles, esperanzas o sueños olvidados. Lavinia Petti sabe evocar, con la magia de los grandes escritores, el recuerdo persistente de un mundo que quizás no ha existido nunca.

El ladrón de niebla (fragmento)

1
Antonio M. Fonte

La lluvia repiqueteaba en los cristales empañados del bar. Más allá de las ventanas las figuras se movían presurosas, los contornos desenfocados como negativos de fotografías, y se precipitaban dentro de tiendas y locales ya abarrotados, en espera de que el cielo se serenase y recuperase la sonrisa.
Un repentino chaparrón justo en mitad de un día despejado es un acontecimiento más bien improbable, pero en marzo, el mes más loco del año, todo resulta maravillosamente posible.
En un rincón del bar, en medio de un dédalo de mesas y sillas, de adolescentes histéricas, de camareras aburridas y de hombres de negocios frustrados, despuntaba una masa informe de pelos negros y rizados con mechas plateadas que se alargaban aquí y allá con excesiva rebeldía. Bajo la melena enredada asomaba la punta de una nariz prominente, rematada por un par de lentes torcidas. El hombre estaba enfrascado en la hoja que tenía delante y no reparó en la presencia que rondaba a su alrededor nerviosamente.
–¿Le apetecería, por casualidad, otra, señor? –La voz de fastidio desmentía aquellas palabras amables.
El hombre no alzó la mirada, es más, dio la impresión de no oírla en absoluto.
–¿Señor? –La camarera, una mujer regordeta que masticaba un chicle al ritmo de la música sacudiendo una mandíbula de notables dimensiones, esperó unos instantes–. ¿Señor? –Ahora había perdido la paciencia–. ¡Señor, el bar está lleno y usted se ha terminado su leche hace más de una hora! –insistió dando una pataleta.