Mostrando entradas con la etiqueta Miguel de Unamuno. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Miguel de Unamuno. Mostrar todas las entradas

martes, 30 de septiembre de 2014

LA TÍA TULA





Un clásico de Don Miguel, publicado en 1921 que nos relata una época y nos sumerge en toda la represión de la misma, disfrazada de historia cotidiana esta historia de Gertrudis (la tía Tula) explora un conjunto de tabúes, no superados todavía, en algunas capas de nuestra sociedad, tales como la virginidad, la sexualidad reprimida o no, los vínculos familiares, el instinto maternal y la religión. Interesante novela con un trasfondo filosófico que no empaña su interés novelístico, antes bien, lo acrecienta.

Hay en toda la novela eso que ahora se llama "tensión sexual no resulta" que tiñe diálogos, situaciones y empaña la vida en la casa; Tula es la "virgen-madre" y se convierte en el paradigma de España, reprimida, virginal, dominada y frustrada, madre falsa de unos hijos que no son suyos y aspirante a esposa de un marido que no es el suyo, en resumen, protagonista de un destino que no es y, nunca, debió ser el suyo. Os ofrezco un fragmento de la obra en el que se palpa el ambiente general de la misma:

" Llegó, por fin, una mañana en que se le desprendieron a Ramiro las escamas de la vista y, purificada ésta, vio claro con el corazón. Rosa no era una hermosura cual él se había creído y antojado, sino una figura vulgar, pero con todo el más dulce encanto de la vulgaridad recogida y mansa; era como el pan de cada día, como el pan casero y cotidiano, y no un raro manjar de turbadores jugos. Su mirada, que sembraba paz, su sonrisa, su aire de vida, eran encarnación de un ánimo sedante, sosegado y doméstico. Tenía su pobre mujer algo de planta en la silenciosa mansedumbre, en la callada tarea de beber y atesorar luz con los ojos y derramarla luego convertida en paz; tenía algo de planta en aquella fuerza velada y a la vez poderosa con que de continuo, momento tras momento, chupaba jugos de las entrañas de la vida común ordinaria y en la dulce naturalidad con que abría sus perfumadas corolas. ¡Qué de recuerdos! Aquellos juegos cuando la pobre se le escapaba y la perseguía él por la casa toda fingiendo un triunfo para cobrar como botín besos largos y apretados, boca a boca; aquel cogerle la cara con ambas manos y estarse en silencio mirándole al alma por los ojos y, sobre todo, cuando apoyaba el oído sobre el pecho de ella, ciñéndole con los brazos el talle, y escuchándole la marcha tranquila del corazón le decía: ¡Calla, déjale que hable!. "


Interesante y recomendable para disfrutar de la prosa de Miguel de Unamuno y revisar un período que es mejor olvidar.